Un rifirrafe en la junta de portavoces del Parlament de Catalunya ha hecho emerger el desvarío ideológico en el que viven nuestras instituciones políticas. En la junta de portavoces celebrada este lunes PP, Vox y Cs propusieron hacer un minuto de silencio por los dos guardias civiles asesinados por una lancha de narcotraficantes. La propuesta no prosperó por los votos en contra de ERC y JxCat y el silencio del representante del PSC. Automáticamente los tres partidos que habían propuesto la iniciativa han acusado a los socialistas de no querer rendir homenaje a los fallecidos de la Guardia Civil, alineándose así con las tesis independentistas.
El PSC considera esta crítica como una manipulación porque afirma que nada se votó en la junta de portavoces. Cierto, pero es una verdad a medias. Los distintos representantes de los partidos se pronunciaron, en uno u otro sentido, que era una forma de expresar su intención de voto, y los socialistas optaron por el silencio.
Por tanto, sí hubo una manifestación de intenciones, que tuvo como resultado precisamente que la propuesta no saliera adelante. Pero también es cierto que votación formal no la hubo, y tampoco era necesario.
Los socialistas han reiterado su apoyo a las víctimas y a sus familiares, pero, por supuesto, no es eso lo que se pedía. Este pronunciamiento no deja de ser una evidencia. ¿Quién puede negar el apoyo a los familiares de unos asesinados? Naturalmente, todo esto lo argumenta el partido socialista por detraerse el estigma de no haber apoyado el minuto de silencio por los dos Guardia Civiles asesinados. Y en ese intento de justificar su silencio, los socialistas han hecho evidente otro hecho que tiene una notabilísima gravedad y que era desconocido fuera del Parlament.
Se trata de que existe un acuerdo oficioso de la junta de portavoces para que los minutos de silencio en el Parlamento como homenaje a algún tipo de víctima queden limitados a “víctimas de la violencia machista en Cataluña”. Cualquier otro fallecimiento, sea por las circunstancias que sean, no tiene derecho a recibir este homenaje de los representantes de los catalanes. Ya me explicará usted qué tipo de mentalidad es ésta si sólo considera que se pueden homenajear a las víctimas afectadas por una acción extrema de violencia por parte de un hombre. Este carácter genérico en lugar de considerar caso por caso prescindiendo de si es hombre o mujer, joven o viejo, la necesidad de rendir este testimonio posmuerto demuestra cómo la ideología del feminismo de género se ha ido convirtiendo en una dictadura implacable asumida encarecidamente por nuestros partidos políticos hasta el extremo de determinar que sólo las mujeres pueden ser objeto de homenaje por parte de la más alta institución catalana, en caso de que vean su vida truncada violentamente.
Es un desvarío de grandes proporciones que ayuda a entender por qué nuestros resultados colectivos en lo que dependen de la vida política son tan desastrosos. Porque quienes nos gobiernan y en buena parte también la oposición han perdido el norte.
Constatémoslo con otro ejemplo también de ayer, si bien de distinta naturaleza. El alcalde Collboni hizo la visita tradicional del Ayuntamiento al Monasterio de Pedralbes y a las monjas clarisas que en él permanecen y, como también forma parte de la tradición, alguien hace una petición de que recen para que llueva. Pero, atención, fíjense en los términos en los que se expresa Collboni dirigiéndose a la madre abadesa: “pida a quien corresponda que ayude a llover”. Como si hiciera una instancia «a quien corresponda». ¿Les cuesta tanto citar el nombre de la santa que teóricamente homenajean yendo al monasterio? ¿Les cuesta tanto pronunciar el nombre de Dios que, en definitiva, es a quien se dirigen las oraciones? Se ve que sí porque, si no, no se limitarían al “pide a quien corresponda”.
Desvaríos.
Desvaris.
