En el transcurso de los últimos días va creciendo la idea de que las elecciones en Cataluña pueden celebrarse al inicio del otoño. Este horizonte viene determinado no sólo por la muy posible inhabilitación del presidente Torra en el mes de septiembre, sino por el hecho de que los dos socios de gobierno ven cada vez ven más difícil la continuidad de la fórmula actual sin someterla a una nueva reválida ante el electorado.
Esta opinión hace tiempo que es evidente por parte de ERC, pero no era, y en parte sigue no siéndolo, compartida por JxCat y por Torra. Esta discrepancia nace de una razón interna. El conglomerado del «espacio Puigdemont» no tiene bien clara la fórmula orgánica para ir a las elecciones, ni tiene claro el candidato. La Crida, JxCat, PDeCAT, incluso la ANC, ya claramente separada de ERC, no han encontrado la formulación electoral que les permita unir fuerzas sin crear fisuras. Por otra parte, con independencia de que Puigdemont pueda o no encabezar formalmente la lista, todos están de acuerdo en que es necesario un candidato que pueda «llenar» la presidencia y superar la etapa Torra. A pesar de todas estas dificultades, empieza a pesar mucho el convencimiento de que la imposibilidad de gobernar hace necesarias unas elecciones, porque las cosas han llegado a un nivel tan duro que el primer partido de la oposición al gobierno son miembros del mismo gobierno, como se hace patente cada día. El último caso con la fuerte ofensiva de ERC contra los Mossos.
Por lo tanto, parece evidente que a lo largo de estos meses de verano Puigdemont establecerá los contactos y llegará a las decisiones que les permitan ir a las elecciones. Un punto clave en esta cuestión son los alcaldes del PDeCAT, que en definitiva garantizan una buena implantación en el territorio. A Puigdemont le preocupa más este aspecto que no el intento de recrear con el Partido Nacionalista Catalán una nueva formación heredera del electorado de Convergencia, que hoy ya no existe en términos simétricos a los del pasado. Dirigentes socialistas se preparan para una contienda electoral que podría producirse entre primeros de octubre y mediados de noviembre, si bien otorgan las mayores probabilidades al inicio del otoño. Formaría parte del manual habitual del independentismo de intentar aprovechar el impulso del 11 de septiembre para articular a continuación el inicio de la campaña electoral.
El gobierno también es consciente de que su papel es insignificante. Con la perspectiva de los fondos europeos, los vascos ya han decidido su gran proyecto que gira en torno a la industria conectada al hidrógeno, en plena sintonía con la estrategia alemana, mientras que Valencia sitúa su apuesta sobre el corredor mediterráneo y las sus ramificaciones, con un importante impulso del empresariado, y Madrid, junto con las ventajas de la capitalidad, parece que apostará por una fuerte revitalización urbanística generadora de inversión y empleo. El problema, como señalaba Enric Juliana en La Vanguardia este martes, es que de Cataluña no se sabe nada. Ni el gobierno, primer responsable, ni el empresariado tienen sobre la mesa un proyecto concreto de país vinculado a la recuperación económica y los nuevos planteamientos que Europa puede financiar. Y esta exigencia a corto plazo difícilmente tiene respuesta si no es con unas nuevas elecciones.
En este contexto se echa en falta una mayor presencia del nuevo catalanismo, que todavía parece muy aprisionado por la vieja política. Al margen de que algunos grupos vayan produciendo documentos de indudable interés, lo que se echa de menos es el proyecto político con el vuelo suficiente para hacer pensar que nos encontramos ante un nuevo sujeto capaz de mover el tablero. En este sentido, las dificultades de los cinco grupos políticos presentes para dialogar públicamente entre ellos y establecer acuerdos para ir como una sola opción, que sería el resultado óptimo, o bien dos pero después de haber llegado a un entendimiento política para el día siguiente, es un gran inconveniente. Si no imprimen un cambio de ritmo sustancial, las elecciones les caerán encima como una losa, y pueden quedar aplastados bajo ella.
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