La previsión, previa a la reunión en Waterloo el pasado lunes, era la de presionar a ERC con unas elecciones anticipadas en Cataluña, a fin de disuadirla de un acuerdo con el PSOE para que su abstención facilitara la investidura de Sánchez.
En el marco de esta lógica, la reunión el pasado martes ERC-PSOE tenía que ser una demostración del rechazo del acuerdo en la calle. Nada de esto sucedió. Todo se desplegó plácidamente y solo una modesta pintada en amarillo en la acera ante el local de ERC señalaba la discrepancia.
De la reunión de Puigdemont con los dirigentes del PDeCAT y JxCat ha salido una posición inesperada: la de facilitar el acuerdo de ERC para que los socialistas puedan formar gobierno. Tanto es así que JxCat retiró provisionalmente la moción sobre la autodeterminación que tenía que ser debatida hoy miércoles 11 en el Parlamento de Cataluña, y que ponía en un difícil compromiso a los republicanos, porque al votarla afirmativamente creaban una grave dificultad a la mesa negociadora. No será así, y como contrapartida ERC cederá un senador a JxCat para que pueda disponer de un grupo propio en el Senado. No obstante, Puigdemont se ha reservado la opción de presentarla más adelante.
Según la posición de JxCat, que expresa el punto de vista de Puigdemont, esta actitud de no obstaculizar el acuerdo no significa ningún cambio en sus exigencias de una solución para el conflicto catalán, ni tampoco representa ayudar al PSOE, sino que la prioridad es mantener una buena relación con ERC y procurar la aprobación de los presupuestos en Cataluña. En términos reales, la apuesta de Puigdemont ahora es hacer durar el gobierno de la Generalitat con ERC garantizando el presupuesto, porque es evidente que sí que está ayudando al PSOE al sacar presión política a ERC y aceptar lo que buenamente salga del acuerdo. El portavoz de JxCat en el Parlamento fue el más claro en este sentido, al admitir que no votar el texto de la autodeterminación ahora se hacía para no incomodar a los socialistas en sus negociaciones con los republicanos. Consideró también que era una oportunidad política. Esta visión choca con la existente días atrás de negar el pan y la sal al acuerdo y presentarlo como una traición, porque Sánchez en definitiva no ofrecía nada significativo a cambio del apoyo catalán.
Con esta nueva línea, Puigdemont ha dejado colgado de la brocha y sin escalera al presidente Torra, que defendió hasta el último minuto la presentación de la moción sobre la autodeterminación, y que siempre había exigido que el acuerdo con el PSOE se tenía que hacer de gobierno a gobierno y que previamente Sánchez tenía que devolverle las llamadas que él le había hecho sin éxito. Con su nueva táctica, Puigdemont ningunea la figura del presidente de la Generalitat, que queda de este modo arrinconado por unos y por otros. Nunca la más alta institución de Cataluña había valido tan poco y disfrutaba de tan escasa consideración entre los partidos políticos que teóricamente la apoyan. También deja sin papel a Laura Borràs en Madrid, que sigue insistiendo en que su misión no es facilitar ningún acuerdo sino lograr soluciones políticas para Cataluña. Parece como si Puigdemont y los suyos dieran por amortizado a Torra y estuvieran suficientemente convencidos de la futura inhabilitación de Laura Borràs y por tanto de su escaso futuro político.
Pero la pregunta del millón es esta: ¿Por qué Puigdemont ha hecho un cambio de 180 grados en lo que parecía su estrategia de confrontación con el gobierno socialista? ¿Es posible que la nueva formulación tenga que ver con esperar los resultados de la concesión o no de la inmunidad parlamentaria a Junqueras y la resolución, o al menos su principio, de Puigdemont por parte de la justicia belga? Pero ambos hechos, que ya tenían una fecha prevista de hace tiempo, no parece que puedan ser causa determinante de este cambio de última hora. Por lo tanto, la respuesta hay que buscarla a otro nivel. Una posible explicación es que la decisión de Puigdemont sea muy táctica y de escasa duración en el tiempo. Ver cómo evoluciona el acuerdo con ERC y su situación personal para tomar una línea más definitiva. A la vez, esta actitud habría que relacionarla con un segundo hecho mucho más estructural: Puigdemont no dispone a estas alturas de un buen instrumento electoral para ir rápidamente a unas elecciones anticipadas. Primero porque la posición del PDeCAT es incierta y no facilita la formación de un único partido independentista dirigido por el expresidente, que es su desiderátum. Segundo, porque la transformación de JxCat en este partido no es nada clara y difícilmente tendría resolución antes de febrero, y por tanto no estaría en condiciones de concurrir a las elecciones. Lo mismo se puede decir, y todavía con más énfasis, de la Crida, el partido engendrado directamente por Puigdemont y que no ha pasado de una realidad virtual. Vistas así las cosas, el riesgo de ir a unas elecciones ahora confrontándose con ERC, incorporaba la posibilidad de un nuevo gobierno de la Generalitat sin JxCat y esta sería la catástrofe máxima, porque depende de ostentar el poder para poder disponer de los recursos y puestos de trabajo que necesita para ser una potencia política. Como ya apuntábamos en nuestro análisis anterior, “la jugada de Puigdemont de hacerle pagar a ERC el coste del acuerdo con el PSOE puede verse alterada”.