Cataluña está gobernada por un gobierno débil de 33 de cada 135 diputados y por un presidente que queda en cuarto lugar en las preferencias de los ciudadanos, según las encuestas. Esto solo hace ver que es vital hacer unas elecciones que nos doten de un gobierno como es debido, porque, además, esta debilidad y déficit de gobierno repercuten en la vida diaria.
Es el caso decisivo de la sanidad. Los editoriales de los medios de comunicación han hablado con voz fuerte: «Esta situación no se puede repetir». Se refieren a los colapsos sanitarios que hemos vivido este invierno y que todavía colean a causa de los virus respiratorios. No puede repetirse, pero se repite sencillamente porque no tenemos una buena gobernanza. Una y otra vez vemos las urgencias hospitalarias colapsadas, lo que significa un grave peligro para aquellas personas que realmente necesitan una atención urgente, que los centros de asistencia primaria no pueden darles. Y suerte del que puede pagarlo que se apunta rápidamente a una mutua o a una asistencia privada, que en algunos casos también presentan puntas de congestión.
O sea que la sanidad publica catalana es incapaz de realizar su función, por partida doble. Por la insuficiencia de los CAPs y la saturación de las urgencias, y porque es el lugar de España donde con mayor diferencia el ciudadano se paga la sanidad por su cuenta, aunque ésta sea gratuita. No lo hace por gusto, por supuesto, sino por las deficiencias del servicio. Si la mitad de los que acuden por esta vía regresaran a la pública, el colapso sería diario.
La gripe ha vuelto a poner en peligro el sistema sanitario y cabe preguntarse qué es lo que han aprendido nuestros gobernantes durante el período de la covid, excepto lo de negar la evidencia. Porque, mientras los profesionales hablaban de colapso por los virus respiratorios, el departamento de salud se dedicaba a negarlo, a pesar de que las imágenes que vemos a diestro y siniestro daban fe de los colapsos de los servicios de urgencia y de la imposibilidad del CAP de hacer frente a esa circunstancia. Parte del problema viene de una vacunación mal hecha y, por tanto, insuficiente, y que ha tenido una reacción tardía por parte del gobierno. Hasta hace pocos días Salut no abrió la vacunación a toda la población al margen de su edad, pero vaya, no daban hora para poder ser vacunado. Es como si un arquitecto hiciera una casa y se olvidara de construir sus puertas.
Y todo esto puede ir a peor si no existe un gobierno fuerte que opere una gran transformación porque la asistencia primaria cada vez será más deficitaria en médicos. Seis de cada diez tienen más de 50 años y una tercera parte más de 60. En pocos años habrá un extraordinario grosor de jubilados. Y el déficit está asegurado. Ya con datos de ahora, que revelan recursos insuficientes, el déficit se incrementará un mínimo del 10%.
Por si fuera poco, los médicos que salen de la convocatoria del MIR rehúyen las plazas de asistencia primaria porque prefieren otras especialidades de carácter hospitalario o que tengan una buena opción en la privada. El médico de familia en lugar de ser la columna vertebral del sistema, está situado al margen, también en su retribución salarial. Y no sólo él, ahora mismo tenemos huelga de enfermeras a la que se le añaden los técnicos sanitarios. El malestar entre los profesionales es evidente. Se ha preferido ampliar plantillas antes que mejorar la retribución que era una opción, pero tiene consecuencias.
Por otra parte, los recursos no han acudido a lo que es el centro estratégico de la asistencia sanitaria, a médicos y enfermeras en los CAPs, sino a otras áreas, desde psicólogos a servicios sociosanitarios. El resultado es el de siempre, el debilitamiento de esa atención primaria, que tiene como consecuencia el colapso de las urgencias hospitalarias.
Hay que abrir un gran debate público en nuestro país con participación de usuarios y expertos, de los propios profesionales, para confeccionar un Libro Blanco que dé respuesta a todos estos males, en lugar de los parches que el gobierno de Catalunya va colocando en función de dónde viene el viento. Pero todo esto sólo podrá hacerlo un buen gobierno realmente representativo y fuerte que asuma el problema en toda su dimensión.