A diferencia de España, donde parece ser un tema tabú, un clásico de la sociología electoral americana es el estudio del comportamiento de los electores en función de su adscripción religiosa. Y es que en EE.UU., uno de los países occidentales más religiosos del mundo, este hecho tiene una extraordinaria importancia.
Sus pautas se han movido a lo largo del tiempo. El voto católico, por ejemplo, era un voto esencialmente demócrata con pocas excepciones, mientras que el voto negro y protestante iba dirigido en gran medida a los republicanos y era un recuerdo histórico del trauma de la Guerra Civil americana, porque fue Lincoln del partido republicano quien los liberó de la esclavitud.
¿Cuál es el escenario hoy?
Tomando como referencia los datos del último estudio del Pew Research Centre, que situaba el resultado global Biden-Trump en un 48%-49%, la orientación religiosa quedaba muy clara. A Trump le votaban sobre todo los protestantes (60%), pero también los católicos (55%), que se elevaba hasta el 61%, una cifra equivalente a los protestantes, si se excluía el voto hispánico, porque éste se repartía prácticamente mitad a mitad entre el candidato demócrata y el republicano.
En las confesiones religiosas, sólo los negros protestantes eran abrumadoramente partidarios de Biden con un 77%. Pero realmente, allí donde triunfa el candidato demócrata de forma rotunda es en el grupo de los ateos (87%), agnósticos (82%) y, de forma mucho más moderada, aquellos que dicen que no tienen ninguna religión en particular. Hay, por tanto, un corte muy claro entre estar adscrito a una fe religiosa o pertenecer a una fe secular.
Ésta sería la diferencia entre los dos candidatos, que todavía se ve más claramente reflejada cuando, más allá de la adscripción religiosa, se observa la práctica, considerando como tal la asistencia a los oficios. Cuanto más practicante es la persona, más partidaria resulta de Trump, a excepción de los negros protestantes en los que la relación está a la inversa.
Esto se ve muy claramente en el caso de los católicos. Si en conjunto votaban a Trump en un 55%, considerando los que acuden de forma regular a los oficios, la cifra se eleva hasta el 64%. Una excepción a esta correlación es la de los protestantes blancos no evangélicos, es decir, las confesiones del protestantismo tradicional que son el único grupo cristiano en el que el apoyo a Trump es más fuerte entre quienes no asisten que entre quienes asisten regularmente en la iglesia. Esta diferencia puede tener una explicación en el sentido de que las confesiones del protestantismo clásico, que están en bajón ante los evangélicos y carismáticos, tienen un perfil en cuanto a su núcleo más socializado de corte liberal y que, por tanto, corresponden al perfil de población que vota a Biden.
Estas preferencias ligadas a la opción religiosa también hacen que las interpretaciones de los hechos políticos sean diferentes. Por ejemplo, la mayoría de los ateos, los protestantes negros y los agnósticos consideran que Trump violó la ley en un esfuerzo por cambiar el resultado de las elecciones del 2020, que es la tesis que nos han ofrecido muy homogéneamente los medios de comunicación de nuestro país. Pero, por su parte, sólo el 15% de los protestantes blancos evangélicos piensan en estos términos. Otro 15% creen que Trump hizo algo malo, pero que no violó la ley, mientras que el 47% consideran que no hizo nada malo.
Sin embargo, esta visión tan generosa no es compartida en esta medida por los católicos, que en un 41% consideran que sí hubo violación de la ley, mientras que una cifra similar piensa que no hubo infracción o no hizo nada de malo. Estas mismas categorías ubicadas por el conjunto de la población dan un balance de 45% que consideran que la ley fue infringida por un 38% que piensan que no.
Cómo se muevan en este contexto los católicos hispánicos y los negros protestantes marcará en gran medida el resultado final dado el ajustado recuento que señalan las encuestas.