Claro, que más que una gran jugada, lo que ha pasado es que no tenía otro camino que forzar a la banca e ir a una solución de cara o cruz. Dentro del PSOE había calado rápidamente un clima de malestar atribuyendo la responsabilidad de la derrota a Sánchez y 6 meses de cuello podían enturbiar su trayectoria como líder político.
Además, ahora afloran -siempre la mala memoria- los bagajes de derrotas electorales que se acumulan bajo su mandato. Y que ésta última es el corolario. Castilla y León, País Vasco y, sobre todo, los golpes demoledores de Andalucía y Madrid. La realidad demuestra que la capacidad electoral de Sánchez es muy deficiente y sólo la propaganda ha establecido la imagen de un hombre que sabe siempre ganar la partida.
También se enfrentaba al desgaste parlamentario que le ofrecían unos socios de gobierno y de parlamento totalmente destruidos y que para asomarse tenían necesidad de hacerle rendir cuentas dentro de finales de año. Nada más pensar lo que haría ERC de aquí a las elecciones para resarcirse de la derrota en Catalunya, habrá puesto la piel de gallina al presidente del gobierno. Tan sólo un socio podía estar satisfecho, Bildu, pero éste es precisamente el más incómodo de todos por los socialistas. Tenía una mala pieza en el telar entre sus aliados.
Naturalmente, una oposición crecida por las victorias logradas desarrollaría una presión parlamentaria tremenda. Meses de calvario para aguantar las elecciones hasta diciembre y una presidencia de la UE muy incómoda por ese motivo.
Ahora si pierde se irá a casa o a algún alto cargo internacional. Recordemos que es presidente de la Internacional Socialista y si por una de esas ganara, su presidencia europea quedaría revestida de laureles.
No es sólo el adelanto electoral lo que significa un cambio sustancial. También en lo que se refiere a la estrategia electoral.
Se acabó el «yolandismo» y viene el antifascismo y la llamada a concentrar el voto útil en el PSOE. Éste es el nuevo camino: extraer todo el rendimiento que puedan del inexorable entendimiento entre PP y Vox presentándolo en sus tintas más extremas, poner de manifiesto que «la izquierda de la izquierda», Sumar con motor Podemos que definía su anterior gurú político y ahora inspirador de La Vanguardia, Ivan Redondo.
La verdad ha mostrado que todo esto era una entelequia construida sobre varios esparragos que han quedado reducidos a la mínima expresión, haciendo de la debilidad virtud. La idea de Sánchez de presentarse como única salvaguarda llamando a concentrar el voto en él, es una conclusión lógica.
Por tanto, el planteamiento que lleva a cabo, improvisado o no, es de una gran racionalidad en razón de sus intereses. Solo se enfrenta a dos problemas y no precisamente pequeños. Si el fracaso del PSOE se debe al rechazo de Sánchez porque ha querido presentar unas elecciones locales y autonómicas en términos de elecciones españolas, ¿qué razón hay para pensar que de aquí al 23 de julio la opinión de los ciudadanos cambiará para darle la victoria?
Está claro que puede pensar que la distancia de votos con el PP es perfectamente asumible, algo más de 3 puntos porcentuales. Pero hay más en juego.
Se trata de quedar primero en la mayoría de las circunscripciones y así lograr la prima de escaños que otorga el sistema d’Hondt. Y eso lo tienen más fácil los populares.
Luego porque lo más probable es que la tercera fuerza en la mayoría de las circunscripciones sea Vox y eso en la mayor parte de provincias españolas significa que el que viene detrás, el cuarto, ya se quedará sin diputados y, por tanto, Sánchez tendrá difícil conseguir la mayoría necesaria con los resultados de sus aliados. O es primero y marca cierta diferencia, o está acabado.
Por otra parte, la estrategia de levantar el espantajo de Vox no funcionó en Andalucía, no lo ha hecho en Castilla y León donde gobierna esta coalición y, por tanto, puede haber serias dudas de que lo haga con carácter general.
Pero detrás de todo, y más allá de las tácticas, estrategias y posicionamientos políticos, comienza la realidad y ésta que no suele salir demasiado en el discurso político, también impone sus leyes electorales. ¿Cuál es esa realidad? Habrá que examinarlo con cuidado.
La idea de Sánchez de presentarse como única salvaguarda llamando a concentrar el voto en él, es una conclusión lógica. Share on X