El PSOE cae, sí, pero no se hunde. Ese podría ser el resumen de las últimas encuestas: pierde fuelle, baja del 27-28% al entorno del 24-26%, pero sigue contando con el favor de una cuarta parte del electorado. En un país donde el desgaste político es vertiginoso, no es poca cosa.
La pérdida es significativa. Solo el 66% de quienes votaron PSOE en julio de 2023 repetirían. Uno de cada tres ha abandonado el barco. Pero el partido compensa parte de esta fuga con un trasvase desde Sumar, cuya fidelización ha caído por debajo del 50% (47,4%).
El secreto de la resistencia socialista está en los mayores de 65 años. Este bloque, granero fiel de votos, permanece imperturbable. Ningún escándalo parece afectar a quienes siguen viendo en el PSOE al garante de sus pensiones. No es casualidad: España es el país de la UE que mejor paga a sus jubilados en relación con lo aportado.
El voto joven, en cambio, ha desertado. No sin razón. Es la generación más maltratada por este gobierno, a la que se ofrecen «bonos» como anestesia simbólica, mientras sus condiciones de vida se deterioran. Es también la que emigra, cualificada, mientras llegan migrantes de capital humano más modesto. Mal negocio. Pero eso, por ahora, no mueve el voto.
Podemos y Sumar, ahora competidores, tienen juntos el mismo 12% que obtuvieron en 2023. El problema es el sistema electoral: premia al primero y castiga sin piedad a los que quedan en tercera o cuarta posición. En España se vota por provincias, y ahí se juegan los escaños.
Sánchez aún puede abrigar una esperanza estadística. En abril de 2023 estaba por debajo del 23%, a siete puntos del PP. En julio creció ocho puntos. El PP, menos de tres. Hoy la distancia es algo mayor —26,8% frente a 34,7%— pero no es una barrera imposible.
El peligro para la izquierda está en el canibalismo. Si el PSOE sigue absorbiendo a Sumar, Yolanda Díaz desaparecerá del mapa. Mientras tanto, el PP flota por encima de los 150 escaños. Le bastaría la abstención de Vox para formar gobierno. Otra cosa será gobernar.
Mientras el PSOE no baje del 24% ni sus diputados caigan por debajo del centenar, Sánchez seguirá creyendo. Aunque sea improbable, la esperanza anida. Pero hay un factor clave: la abstención. Y eso favorece a quien tiene un electorado más fiel y movilizado. Hoy, no es la izquierda.
¿La receta? De manual: atizar más la polarización, el enfrentamiento, la demonización del adversario —la derecha, y sus «aliados», jueces, Guardia Civil, Iglesia, empresarios—. Como en los viejos tiempos cainitas. España vuelve a hablar en dos trincheras.
El PSOE cae, pero no se hunde. Mientras mantenga el voto senior, Sánchez sigue soñando. #Elecciones #PSOE #Sánchez Compartir en X