Primero ha sido ERC la que se ha visto afectada por el virus convergente, aquél que se caracteriza por vivir pactando con el gobierno de Madrid y limitándose a gestionar la Generalitat. La fraseología puede ser la que se quiera, pero la realidad es ésta, que parece la única que puede garantizar que ERC no tenga que abandonar las ventajas de todo tipo , también personales, que otorga el poder. Por tanto, el proceso por parte de este sujeto ha dejado de existir.
El otro gran protagonista ha sido JxCat , hoy en horas bajas y fragmentado entre los irredentos seguidores de Borràs, los que tienen un Puigdemont en declive como referencia, y el tercer grosor, el más importante de todos, los que añoran a la antigua Convergència , peregrinan a las presentaciones de los libros de Pujol y se encomiendan a Trias para asegurar un espacio político con posibilidades.
La CUP, en su papel histórico de mosca cojonera, se ha desvanecido mostrando que nunca vivió tan bien como cuando Mas era presidente de la Generalitat.
La alianza de la sociedad civil por la independencia que expresaba la relación entre Òmnium y el ANC, ha quedado sólidamente rota y es difícil que pueda volver a recuperarse. Las expansiones independentistas hacia esta misma sociedad, con su gran éxito en la Cámara de Comercio de Barcelona, han demostrado a la hora de la verdad un recorrido y una efectividad, desde el punto de vista de su teórica finalidad, más bien escasos.
Por haber fragmentación incluso ésta se extiende en televisión. TV3, la televisión del poder de la Generalitat, hoy en manos de ERC y con una considerable deferencia, cuando puede, hacia el PSC, le ha salido un alter ego pequeñito en 8TV donde han anidado, gracias a las estrecheces económicas de los promotores iniciales, todo un sector del entorno de JxCat, con Pilar Rahola y Vicent Sanchís como mascarones de proa.
Y si todo esto no fuera suficiente, ahora también se resquebraja el ANC , cuya mayor formación nunca ha dispuesto el independentismo y ahora reducida a una mínima expresión, sobre todo por falta de una estrategia clara. El acuerdo de su asamblea de presentar una candidatura a las elecciones compitiendo con ERC, JxCat y la CUP ha comportado que el vicepresidente de la entidad, Jordi Pesarodona, y 13 miembros del Secretariado General, de los 68 que lo integran, se marcharan creando una nueva organización con el nombre de Indesinenter , porque consideran que no se puede ir a una lista electoral nueva sin haber recuperado la capacidad de movilización y tensar el clima político. Sea como fuere, el panorama registra el fin de una época política.
Las cifras lo muestran ampliamente. Ahora, el ANC puede movilizar a lo sumo a un 10% de la gente que movía en su mejor momento, en el periodo 2012-15, cuando ponía en la calle del orden a 1,5 millones de personas incluso 1, 8 millones. Desde la covid apenas llega a las 150.000 el año pasado. Pero es que en 2019 la participación se había reducido a 600.000 personas.
Y si de la gente pasamos al dinero, la perspectiva es similar. En 2018, los ingresos se acercaban a los 7,5 millones de euros. Ahora el presupuesto para 2022 ha sido de 2,6 millones, una tercera parte. Y aquí una reflexión es obligada: ¿hay relación entre el dinero que cada año ha movido la ANC en el pasado y la gente que ha movilizado y su capacidad para obtener algún resultado? Si se mira desde este punto de vista, si se considera que se movilizaba a más de 1 millón de personas y se conseguían del orden de 7 millones al año de presupuesto, cabe decir que debería haber conseguido algunas victorias concretas y no ha sido así.
Incluso ahora que ha tenido que reducir personal dispone de una nada despreciable plantilla de 21 personas. Volvamos a ello, porque es una reflexión necesaria. ¿Qué ha hecho y qué hace de toda esta capacidad ? Y esta pregunta nos conduce precisamente al tuétano de la cuestión. El proceso ha fracasado por la incapacidad de sus élites dirigentes, todas ellas, de establecer la estrategia y las tácticas adecuadas, no por falta de seguidores, ni de medios.