En su intervención telemática ante los representantes de los diversos grupos parlamentarios de la cámara catalana, Torra ha vuelto a practicar un alarde de irresponsabilidad al presentar un escenario alarmista de la situación. Lo peor de todo no es lo que ha dicho, sino que la práctica de su Gobierno no guarda, por desgracia, relación con las previsiones que formula.
Torra presentó un escenario en el que el pico en Cataluña sería el 28 de abril con 121.734 casos y cerca de 13.000 muertos. Unas cifras terribles, proporcionales a las del escenario italiano. Esta prospectiva le sirvió, una vez más, para atacar al Gobierno Sánchez y reclamar el confinamiento total. También presentó otro escenario que siendo grave lo sería en una medida inferior.
En esta otra proyección, el pico llegaría el 16 de abril con 70.891 casos y 7.600 fallecidos. Como puede constatarse, la desviación entre el uno y el otro es muy grande, sobre todo en lo que se refiere a los fallecimientos.
La situación actual es de 9.937 casos positivos y 513 fallecidos. El desarrollo de la enfermedad y su letalidad entre el 25 de marzo y los dos distintos picos serían brutales, puesto que, en 20 días, si nos ceñimos al primer pico, multiplicaría por 7 el número de contagiados, y casi por 15 el de muertos. Si aplicamos una relación de letalidad entre los últimos datos y los dos escenarios de Torra, podremos constatar una relación que forzosamente debería invitar a la prudencia al propio presidente.
En el escenario actual hay 1 fallecimiento por 19,3 casos. En la hipótesis del primer pico del 16 de abril, la cifra ha empeorado notablemente porque hay un fallecimiento por 9,3 casos. Y esta relación es la misma que la previsión mantiene para el 28 de abril. Se trata, por consiguiente, de una imputación teórica, como muestra su carácter de constante. Pero esta modificación entre el escenario real y los dos previstos, que coinciden en un aumento terrible de la letalidad, se infiere a que los técnicos que han llevado a término el trabajo consideran que la situación sanitaria de Cataluña, sobre todo por lo que se refiere a la atención a los enfermos más graves y críticos, empeorará sensiblemente.
Es un signo claro del desbordamiento del sistema sanitario, y de una afectación creciente con efectos mortales de las personas de mayor edad, bien por insuficiente atención, bien por el trágico cribaje que se realiza en los hospitales, que concentra los recursos de las UCI en las personas que aparentemente tienen más condiciones de sobrevivir, y que tienden a ser los de menor edad, además de los que presentan patologías singularmente graves.
Torra utiliza el terror como argumento para avalar su proyecto de confinamiento total. Pero en su afán destructor se olvida de las consecuencias de los datos que presenta, y que señalan la grave imprevisión del Gobierno de la Generalitat, porque es él quién tiene la responsabilidad de prever y actuar sobre todo para evitar muertes en primer término, además de contagios. Torra debe explicar cuál es la responsabilidad de gobierno en el paso de las cifras de 19 a 9 contagiados por muerto. Esa es una clave de la cuestión.
El problema de fondo es que las medidas para crear más plazas hospitalarias, sobre todo referidas a las que deben atender a los enfermos más graves, y nuevas unidades de UCI, se han tomado tarde y mal. Cuando se disponen de aquellas previsiones, lo más decisivo sería haber adoptado un plan de contingencia para la creación de hospitales de campaña, adaptados a las necesidades de salvar vidas de las personas que se encuentran en estado crítico, y de solicitar toda la ayuda que se nos pueda prestar para que esto sea posible, en lugar de embarcarse en una guerra que tiene como finalidad criminalizar al Gobierno Sánchez.
En realidad, el discurso de Torra está dirigido a la estrategia que utilizará el independentismo para transformar la epidemia en un argumento a su favor: dicho de forma cruda, es dar argumentos a lo que se cuece en la red digital bajo el eslogan de “España nos mata”. Cuando la política recupere un poco el pulso perdido a causa del coronavirus, el independentismo levantará esta bandera. La grave acusación tendrá, además, otra ventaja para quien se la crea, que es la de disimular el desastre de la gestión de la epidemia por parte de la Generalitat de Cataluña.
Es necesario recordar que, si bien el estado de alarma determina que la última autoridad en relación con los gobiernos autonómicos radica en los ministros concernidos de Madrid, esto solo opera en circunstancias específicas en las que debe imponerse una autoridad central, pero que en ningún caso altera la jerarquía, la responsabilidad, la dirección, en definitiva, de las autoridades autonómicas de acuerdo con sus competencias. Es el Gobierno de Cataluña el que toma medidas y es él quien, si no dispone de suficientes medios, reclama ayudas. Por el contrario, Torra lo que hace es plantear un objetivo de máximos e indeterminado, que ni siquiera cuenta con el consenso de la comunidad científica, como es el confinamiento total, y a partir de ahí se considera limpio de toda responsabilidad y juez de todos los demás.
Esta idea del confinamiento total solo ha sido aplicada en China para la provincia que fue foco de la epidemia. Ningún otro país la ha llevado a cabo, ni tan siquiera Italia en las actuales condiciones. La dificultad de su aplicación radica en las dudas sobre el beneficio marginal que generaría en la reducción del contagio, considerando la gran reducción de actividad que ya se ha experimentado, como señalan las cifras de disminución de tráfico por carretera, ferrocarril y avión. Por otra parte, Torra ha evitado siempre cuidadosamente concretar qué es lo que falta por confinar, y es que esta decisión es muy compleja por las interrelaciones que tienen determinadas actividades. Decir que es necesario cesar toda actividad que no guarde relación con la salud y la alimentación es en realidad decir poco, porque para que estas dos funcionen bien es necesario que existan una serie ramificada bien definida de servicios y producciones. Esta es la clave. Como lo es que sin un sustrato básico, la rápida recuperación el 2021 del previsible hundimiento del PIB, este año será imposible.
Lo importante era y es la identificación de los contagiados, ir en lugar de esperar a su manifestación, y eso requería el uso masivo de pruebas rápidas de contagio en las que Cataluña va circularmente por detrás de otras comunidades, así como la práctica de detecciones en lugares masivos a través de la toma de temperatura láser, como una medida más primaria pero fácil de aplicar masivamente. La otra gran cuestión era evitar los grandes focos, que en nuestro caso se han concentrado en las residencias de ancianos. Mucho podía hacer la Generalitat, a pesar de ser su responsabilidad, y muy poco ha hecho. Finalmente, concentrar la actuación en la capacidad de atención a los enfermos más graves, y buscar y reclamar los medios necesarios para ampliar el número de UCI. Como la Generalitat ha actuado tarde y mal, cuando el inicio de los nuevos refuerzos llegue masivamente, el pico de la crisis ya se habrá alcanzado.
El resultado lo estamos pagando los catalanes en nuestra propia carne. Es el coste de tener unos irresponsables a quienes el bien común no les importa nada y que todo lo sacrifican al altar de su estrategia independentista que necesita del incendio de los sentimientos porque se sabe carente de toda salida.
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