La situación actual del precio de la electricidad pone de relieve que, una vez más, el presidente del gobierno español nos engaña sistemáticamente. Lo ha hecho al argumentar que se había cumplido su compromiso de que no crecerían más los precios que en el 2018, y ha vuelto a hacerlo a la hora de argumentar la justificación de por qué es así.
Vamos paso a paso. El estudio realizado por Caixabanc Research señala que el precio del mercado libre de 2021 efectivamente fue ligeramente inferior al de 2018, pero el del mercado regulado fue sensiblemente mayor. Concretamente, para estos últimos se incrementó un 13% en relación con ese año de referencia, mientras que para el mercado libre bajó un 16%. La media permite decir que el precio resultante tiene una factura que se asemeja a la del 2018.
Sin embargo, esta afirmación incorpora muchas omisiones tramposas. La primera es que para calcular estos precios se ha tenido en cuenta la inflación, pero esta deducción en relación a los costes de 2021 no se ha aplicado a los ingresos de las familias. Por tanto, tenemos unos costes que en euros constantes reducen el valor nominal, pero tenemos unos ingresos que son más bajos de los que corresponden también en euros constantes.
El segundo factor es que el mercado regulado acoge precisamente el grueso de población de rentas más bajas, porque está limitado hasta los 10 kilovatios. Y ya se sabe que proporcionalmente los costes de la vivienda, de la luz, el agua, etc., pesan más proporcionalmente en las rentas bajas que en las medias y altas. Por tanto, ha habido una afectación extraordinaria que no se tiene en cuenta.
Pero es que todavía existe una tercera cuestión. El hecho de que en ganancia el mercado libre haya resultado en relación con un año concreto, en 2018, más favorable que el regulado, enmascara una falacia estadística, porque en realidad el comportamiento general, lo que nos da de observar una serie de años, nos indica que siempre el mercado libre es más caro que el regulado, cosa ya sabida y que siempre habían puesto de manifiesto las asociaciones de consumidores. Han sido unas circunstancias especiales que han dado lugar a esa anomalía.
La importancia del impacto eléctrico nos da el hecho de que los hogares con tarifa regulada pagaron en diciembre un 72% más que un año antes. Este hecho contrasta, por ejemplo, con la política francesa que limitó el aumento del recibo de la luz a un 4%. España podía haber actuado de forma similar y no lo ha hecho. Una vez más ha recurrido a la manipulación de la información para hacer creer a la gente que pagaba lo mismo que en el 2018. Pero, claro, es una tarea imposible este engaño, porque el impacto es tan grande que queda espectacularmente reflejado con la inflación y en concreto con el IPC.
La electricidad ha sido el primero de los productos que más han subido en 2021, un 72%, con una variación anual del 19%, y por conjunto de grupos, la vivienda, el agua y la luz también es con diferencia el primero de todos ellos con un incremento del 23.3%. Que sean estos productos los que suban más, junto con la alimentación, señala que las familias de menores ingresos son las que registran el batacazo mayor, porque es precisamente este tipo de consumo el que se lleva proporcionalmente una parte mayor de las rentas, en relación con los grupos de población que gozan de unos ingresos más elevados.
Este hecho, de paso, acentúa un problema que va creciendo y se mantiene vivo, que es un aumento de la desigualdad que, en este caso, no es producto de los salarios, sino de los costes, a consecuencia de una deficiente gestión gubernamental. Aunque, para ser justos, cabe señalar que esta omisión no es sólo de Sánchez, que contribuye eficazmente con sus juegos de manos, sino que también tiene parte de responsabilidad la UE por no haber querido reformar con urgencia el sistema de fijación de precios de la electricidad, y no haber arbitrado una política energética común para gestionar las compras de gas natural y petróleo a menor precio.