El poder por definición siempre se considera inocente. Carece de responsabilidad ante el daño que, por acción u omisión, puede ocasionar. La tragedia que vivimos por esta pandemia lo constata a una escala superior a la que nunca se había experimentado, porque también el daño y su responsabilidad son mucho mayores de lo habitual.
Refugiarse en la dificultad de la situación para ocultar los daños, plantear la unidad como lo opuesto a evidenciar las realidades adversas son signos de este poder inocente, manifestaciones de que ante él solo podemos expresarle agradecimiento, pero nunca exigirle responsabilidad.
Ahora el gesto de un periodista muy conocido, Antonio Pérez Henares, conocido como Chani, dimitiendo de su participación en el programa estelar de La Sexta, “Al Rojo Vivo” ha evidenciado, una vez más, que en esta construcción artificial de la inocencia del poder es necesaria la colaboración de los medios de comunicación, de aquellos que se comportan como estómagos agradecidos y que blanquean la realidad con el único fin de justificar al poder y a su vocación de permanencia.
Antonio Pérez en un vídeo de 15 minutos, que puede ver aquí, ha explicado por qué ha dejado el programa que dirige el periodista Antonio García Ferreras asegurando que lo ha hecho por coherencia y dignidad por la manera que se está tratando la pandemia del coronavirus.
“No estoy dispuesto a ocultar a los muertos y a sus familiares“,
dice el periodista en el vídeo, criticando a aquellos medios, especialmente los televisivos, que lo están haciendo mal porque cree que
“la labor de los medios es informar y estar al lado de la gente y no ocultar fallos tremendos y dejaciones que pueden ser incluso criminales, ahora también minimizando y escondiendo los muertos y la realidad. Por ahí no quiero pasar y no quiero estar“.
El periodista declara que se llora más por una expulsión de supervivientes que por los miles de fallecidos que hay por coronavirus en España:
“Este es el espejo de nuestra sociedad, o mejor dicho el que nos imponen”.
Ciertamente la sociedad española tiene ante sí una encrucijada vital para su futuro. O bien asume por encima de intereses e ideologías el terrible daño que se ha cometido y las responsabilidades que el poder ha retenido en él, o bien se hundirá en el camino de una sociedad cada vez más inconsciente y como tal condenada al fracaso.