“Legalmente, tienen derecho a hacerlo. En las últimas elecciones la coalición gubernamental venció. Pero están utilizando un procedimiento precipitado y beligerante sin precedentes. Lo que pretenden no es solo aprobar una serie de cambios en el sistema, sino modificar el ADN del país.
El Poder Judicial estaría subordinado al Parlamento y al gobierno y serían los políticos quienes nombrasen a los nuevos jueces. Los ciudadanos dejarían de tener garantizada la protección legal frente a las arbitrariedades del régimen. Si se culmina el proceso, dejará de ser una democracia y quedará sometido a un régimen que, en determinadas circunstancias, podría degenerar hasta convertirse en una dictadura…
Para ello se ha aliado con los elementos más mesiánicos de la sociedad y ha entregado a sus representantes carteras gubernamentales importantísimas y muy delicadas. ¿Tiene este hombre algún límite? (…)
Afirma que su victoria en las últimas elecciones le autoriza a promulgar lo que él llama “la reforma”. Los ciudadanos no votaron vía libre para unas medidas tan drásticas”.
¿A quién se refiere este texto? Escrito así, sin más, pocos dudarán, excepto sus más acérrimos partidarios, que se refiere al Gobierno de coalición de Sánchez con Unidas Podemos. Pues no, nada de eso, el texto está entresacado de un artículo de David Grossman “Israel aprende una trágica lección” publicado en El País el domingo de Ramos. Lo único que he hecho ha sido eliminar las referencias a Netanyahu, Israel, por razones obvias y substituir, sin traicionar, Knesset por Parlamento. Y el hecho de que en algunos pueda provocar la confusión de que se refiere a España es ya, en sí mismo, un diagnóstico sobre la gravedad del momento que vivimos.
Lo que está haciendo Netanyahu ha provocado la protesta de gran parte de la sociedad israelí, mientras que lo que está haciendo Sánchez, con el control de la presidencia y mesa del Congreso, del Tribunal Constitucional, de su voluntad férrea de que los jueces los escoja la mayoría que gobierna, la forma como tramita leyes que pretenden transformar, no el sistema, sino la sociedad, que es mucho más, se llevan a cabo hurtando las garantías parlamentarias, los reveses legales, incluso de anticonstitucionalidad, les resbalan porque no implican nada si uno sigue impasible el ademán.
La TVE es un escándalo, los gastos en publicidad para controlar los medios -el primer cliente de España es el gobierno- y para explicarnos cómo hemos de vivir y actuar en nuestras casas, constituye otro escándalo equivalente, como lo es el control de CIS y de sus encuestas, que denuncia hasta Podemos.
La intromisión en el INE, ignorar lo que son las sesiones de control del gobierno, donde debe dar cuenta de aquello que se le inquiere, y que se ha convertido ilícitamente en una pelea cutre con la oposición. La ausencia de rendimiento de cuenta, el falseamiento declarado de los diagnósticos, el abuso legal, todo esto y más caracteriza a España ahora.
¿Cuál es la única diferencia real con Netanyahu? Pues que éste lo hace de golpe y dando la cara, y Sánchez utiliza la estrategia aplicada para hervir a la ranita sin que salte de la olla: calentar progresivamente el agua hasta que quedemos hervidos casi sin darnos cuenta, bajo un régimen autoritario revestido de melifluo lenguaje liberal, inclusivo y garantista… para ellos.