El reciente estudio elaborado por el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) da información interesante sobre el patinete y la bicicleta. Ambos son extremadamente polémicos para aquellos que reciben los efectos de su aumento en nuestras ciudades, por su carácter invasivo de espacio reservados a los peatones y por la falta de respeto a las normas de circulación. Sobre todo Colau ha desplegado una batalla para favorecerlos y cada vez se les cede más y más espacio en la ciudad .
El nuevo carril bici en la calle Aragón es uno de los últimos ejemplos traumáticos. Y lo será más el que comenzará a hacerse en Via Augusta, que por los túneles es uno de los accesos principales desde el Vallès a la ciudad de Barcelona.
Pues bien, según este estudio, los patinetes, aunque se han multiplicado por 4 en los últimos tres años sólo representan el 0,4% del total de los movimientos. Y las bicicletas el 1,9%. Este colectivo tiene un impacto sobre el bienestar social de los peatones muy negativo y muy por encima de su dimensión real, porque sólo un 2,3% de los desplazamientos que se producen cada día por Barcelona utilizan este medio. Quizás sería hora que el Ayuntamiento comenzara a acotar la importancia real que les otorga. Esta débil presencia explica por qué muchos carriles bici están vacíos la mayor parte de la jornada.
Por si fuera poco, resulta que a quien detraen usuarios no es al coche o la moto, que apenas han notado sus efectos, porque sólo un 16% proceden de estos medios. A quien realmente afecta es al transporte público. De esta manera nos encontramos que unos instrumentos de transporte que podrían ser positivos debidamente canalizados, pero que tienen un impacto adverso por el tratamiento ideológico que desde el Ayuntamiento se les ha dado, contribuyen a reducir aún más el número de usuarios del transporte público, que a su vez ya ha sufrido una seria disminución debido a la pandemia y que, además, y con carácter estructural, ya presentaba un déficit notable en sus cuentas.
No deja de ser una paradoja: el Ayuntamiento se gasta una fortuna en el Bicing porque es muy deficitario, y al mismo tiempo este servicio resta pasajeros al transporte público haciendo que aumente su déficit. Es una gran irracionalidad, un absurdo que se produce cuando la ideología se sitúa por encima de la objetividad de los hechos. Barcelona no sólo está en crisis, sino que también es una maraña de malas políticas que acaban castigando la vida y el bolsillo de sus ciudadanos.