La política catalana parece condenada de un tiempo a esta parte a ser un laberinto y a la vez mostrar el lento pero continuado declive de nuestro país.
Una tesis que tiene buena acogida es aquella que dice que Sánchez solo puede seguir gobernando su heterogénea coalición parlamentaria si en Catalunya se forma un gobierno independentista, porque es la única forma de garantizar sus votos en el Congreso de los Diputados. Pero, si Illa no gana o no es presidente, Sánchez sufrirá de forma inmediata una nueva derrota y esto, después de Galicia y el previsible mal resultado de las europeas, hará que se levante un clamor pidiendo elecciones anticipadas por falta de representatividad de quienes gobiernan. Una complicación adicional le vendrá si en las elecciones vascas Bildu gana al PNV. De esta forma el laberinto catalán complica, y en qué medida, la gobernabilidad española.
Otra tesis nos dice que en Catalunya la pugna política no es por gobernar, sino por ganar. ¿Si son los socialistas los victoriosos, como dicen las encuestas, con quienes gobernarán? Con la valía débil de los comunes, reencarnación de Iniciativa per Catalunya, bajo, sin embargo, el liderazgo histriónico de Colau. No es una alianza suficiente. Necesita ERC, lo que sería volver al fatídico tripartito de mal recuerdo y a la ruptura del campo independentista. Demasiado para el partido de Junqueras que ya sufre una notable pérdida de credibilidad ante su subsidiariedad a los intereses de Sánchez. Claro que siempre puede esperar los votos gratuitos del PP, como ya ocurrió en el Ayuntamiento de Barcelona. Pero sería un regalo envenenado porque Puigdemont ya ha hecho saber que si esta ayuda se produce, Junts dejará de apoyar a Sánchez.
ERC necesita superar a JxCat y además hay muchos puestos de trabajo y dinero en juego, y el partido de Puigdemont se lo juega todo al negro sin matices. en Puigdemont. Si logra ser presidente, ¡bingo! Si no, ya lo ha dicho, se va a casa. Y, entonces, JxCat entraría en una crisis que podría ser terminal porque estallarían sus frágiles costuras.
Con todo ello, el país decae, por ejemplo, ante el derrumbe y emergencia educativa que nos anunciaron en el último informe PISA, la respuesta va de comisión en comisión demostrando la falta de solución de la Generalitat.
La imagen de Catalunya, su marca, está muy dañada en España. Y en Europa y en el mundo ha quedado reducida a la marca Barcelona y al turismo de costa y sol. Las excepciones a esta percepción se reducen a pequeñas minorías conectadas a determinadas actividades profesionales, por ejemplo el cluster médico o la supercomputación. Pero, globalmente, esto tiene una incidencia muy baja. Ha pasado a la historia los tiempos en los que Jordi Pujol lideraba el regionalismo europeo. Y ésta era una imagen global que proyectaba Cataluña en Europa. El independentismo no ha logrado hacer cuajar un relato positivo a nivel internacional y éste es un déficit importante.
En el ámbito interior, la delincuencia organizada crece y lo hacen el número de homicidios que porcentualmente crecen más que las agresiones sexuales. Bandas armadas se enfrentan violentamente en las calles de algunos barrios, como la Mina, en Sant Adrià, o en Sant Cosme, en El Prat. Y atención porque nos han convertido en un productor de droga, de marihuana, lo que aumenta aún más el crecimiento de la delincuencia organizada.
Este hecho combinado con la gran inmigración (el 23% de la población en Cataluña y el 27% en Barcelona) nos pone ante los ojos el escenario sueco, un país que ha pasado en menos de 15 años de ser uno de los más seguros del mundo a tener la mayor tasa de homicidios de toda Europa. Hay que prestar atención a este riesgo y también a los demás que se suman a la continua pérdida de posiciones de Cataluña. Habrá que insistir en sus características porque hay que conseguir que se hable a fondo en la campaña electoral si se quiere que sirva de algo.
Cargando ...
