El gran error de la Plaza de las Glorias que nos cuesta 740 millones de Euros

Durante décadas, el gobierno municipal de Barcelona ha tomado decisiones urbanísticas con relación a sus plazas, que el tiempo ha demostrado desafortunadas.

Una de las más paradigmáticas ha sido la gestión de sus grandes plazas, esos espacios que debían articular la ciudad moderna con la histórica y que, en la práctica, han acabado convertidas en lugares sin identidad clara.

La Plaza Catalunya, la más emblemática de todas, nunca cumplió el propósito de articular bien el Ensanche con la Ciudad Vieja. Siempre fue un espacio indeterminado, poco definido, que hoy evidencia signos de degradación. Y que decir del furor “noucentista” por las fatídicas plazas duras, que aún perduran a pesar de la inclemencia de nuestros largos veranos y olas de calor  Pero si la Plaza Catalunya  y las plazas duras pertenecen al pasado, el verdadero error contemporáneo se llama Plaza de las Glòries Catalanes.

Lo que debía ser una oportunidad histórica para repensar la ciudad del siglo XXI se ha convertido en un ejemplo de falta de visión. En una urbe densa, contaminada y con escasez de zonas verdes, Glòries tenía el potencial de convertirse en el gran pulmón del norte de Barcelona, un espacio verde comparable al Central Park de Nueva York.

Sin embargo, el proyecto ejecutado ha fragmentado la plaza en pequeñas manchas verdes y equipamientos dispersos, carentes de cohesión. Cada elemento, considerado de forma aislada, puede tener sentido. Pero en conjunto, el resultado es decepcionante: un espacio abierto, árido, sin suficiente sombra ni frescor, que en pleno verano se vuelve poco atractivo y carente de confort ambiental.

A esto se suma un dato difícil de ignorar: 740 millones de euros. Esa es la cifra que, cuando las obras estén totalmente finalizadas, habrá costado transformar la plaza de las Glòries.

Desde una perspectiva técnica y ambiental, la Plaza de las Glòries Catalanes representa uno de los mayores fracasos en la planificación urbana reciente de Barcelona. La intervención, lejos de consolidar un modelo de espacio público adaptado a los desafíos climáticos del siglo XXI, reproduce viejos errores: la fragmentación del territorio, la carencia de masa arbórea y la falta de una estrategia coherente de infraestructura verde.

Barcelona, ciudad con una de las densidades urbanas más altas de Europa y un clima cada vez más extremo, necesita áreas verdes de gran escala capaces de funcionar como sumideros de carbono, reguladores térmicos y refugios climáticos. Glòries, por su extensión y localización estratégica, era el lugar idóneo para consolidar ese modelo. Sin embargo, el resultado final es un conjunto de espacios dispersos y desarticulados, con superficies de sombra insuficientes y una biodiversidad limitada, incapaz de desempeñar un papel ecológico relevante.

La inversión de 740 millones de euros  no se ha traducido en un retorno ambiental proporcional. Las decisiones proyectadas han priorizado la estética y la funcionalidad inmediata sobre los parámetros de resiliencia y confort climático. El resultado es un paisaje urbano duro, con materiales de alta reflectancia y un déficit notable de vegetación arbórea capaz de generar microclimas favorables.

Déficit ambiental y urbano

Los árboles no son simples elementos ornamentales. Son infraestructuras naturales esenciales para la sostenibilidad de las ciudades.

  • Captura de carbono: cada árbol urbano puede absorber entre 10 y 30 kg de CO₂ anuales, contribuyendo a reducir la huella de carbono.
  • Filtración de contaminantes: el follaje retiene partículas en suspensión (PM10, PM2.5) y otros contaminantes atmosféricos, mejorando la calidad del aire.
  • Regulación térmica: la sombra y la evapotranspiración pueden reducir hasta 12 °C la temperatura superficial en zonas urbanas y entre 0,4 y 4 °C la media general, mitigando el efecto isla de calor.

La planificación de Glòries ha ignorado en gran medida estos principios. En lugar de una masa verde continua y densa, se ha optado por zonas abiertas con vegetación baja, lo que limita su capacidad de enfriamiento y su impacto ecológico. El resultado es un espacio con alto consumo energético asociado al mantenimiento y escasa eficiencia climática.

Un modelo obsoleto para una ciudad en emergencia climática

El proyecto refleja una concepción de la ciudad heredada del siglo XX: prioriza el diseño visual y la segmentación de usos frente a la integración ambiental y la sostenibilidad funcional. En una era marcada por el calentamiento global, las ciudades necesitan sistemas urbanos que actúen como ecosistemas, donde la vegetación, el suelo permeable y la gestión hídrica se integren con el diseño urbano.

Glòries debía ser el laboratorio de esa nueva visión; sin embargo, ha terminado siendo una plaza sin sombra, símbolo de la desconexión entre discurso político y realidad ambiental.

Barcelona, que aspira a ser referente de sostenibilidad, ha perdido una oportunidad única para demostrar liderazgo técnico en adaptación climática urbana. El proyecto de Glòries, más que un modelo de innovación, es una advertencia: la sostenibilidad no se declara, se diseña.

En una urbe densa, contaminada y con escasez de zonas verdes, Glòries tenía el potencial de convertirse en el gran pulmón del norte de Barcelona #PlazaDeLasGlorias Compartir en X

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