Tras meses de retraso, el Consejo de Ministros de ayer aprobó un plan de ayuda al sector de la hostelería, comercio y turismo. En cuanto a la hostelería, el resultado es decepcionante porque no recoge ningún tipo de ayuda directa. Sólo facilita la reducción de los alquileres y aporta líneas de crédito. Pero el problema de este sector, castigado por los reiterados cierres, no es de liquidez, sino de capital. Sin ayudas directas muchos de estos locales de negocio y sus trabajadores deberán cerrar inexorablemente. Si las determinadas medidas, como las excepciones tributarias, el pago de la Seguridad Social, se hubieran adoptado al inicio de la crisis, quizás la perspectiva habría sido mejor, pero tan tarde y con tantas nuevas restricciones como las que se están produciendo, y que todavía pueden agravarse más, la falta de ayudas directas es liquidar el sector, que tiene una importancia estratégica:
- Primero, porque responde a iniciativas empresariales que difícilmente, por su modesta dimensión y capacidades profesionales, encontrarán salida en otros ámbitos.
- Segundo, porque da mucho empleo y lo hace a personas de baja calificación, generalmente, que son las que tienen más dificultades para encontrar trabajo.
- Y tercero, porque es un motor central de la economía en el sentido de que adquiere bienes y servicios de otros sectores, también industriales, en un efecto ramificado que tiene un impacto notable.
La ausencia de análisis a partir de tablas input-output actualizadas impide medir las consecuencias de esta grave crisis, si bien es evidente su importancia. Con todas las medidas que está adoptando el Gobierno, se denota una carencia extraordinaria de capacidad de análisis y que tiene como consecuencia la falta de racionalidad. En el fondo, y simplificando el hecho pero no traicionando-lo, lo que debería haber detrás de toda política pública de resarcir pérdidas, es un análisis coste-beneficio; es decir, qué coste tiene la aportación que se hace en el sector, y cuál es el beneficio que genera en términos de mantenimiento de negocio, de empleo y de futura fiscalidad.
De hecho, todo el programa de ayuda del gobierno español peca, como han denunciado muchos economistas aquí y de instancias internacionales, de este déficit de ayudas directas y una abundancia de líneas de crédito que, como se ve, quedan en buena parte sin utilizarse porque las empresas no están en condiciones de endeudarse más.
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