Si el examen del pasado que os presentábamos en la noticia anterior explica la incapacidad gubernamental para adoptar medidas, a pesar de tener conciencia del problema, el futuro dibuja un perfil que necesariamente nos debe preocupar.
El Gobierno tiene un asesor destacado, se trata de Miguel Hernán, epidemiólogo de Harvard e invitado a formar parte del grupo de expertos que ha participado en el diseño del estudio de seroprevalencia que se está llevando a cabo. Este experto, en unas recientes declaraciones a La Vanguardia, constataba lo que este estudio hasta ahora ha puesto de relieve: la baja cifra de personas infectadas, sólo el 5%, y el elevado número de casos asintomáticos, entre el 28 y el 33%.
Estos dos datos enmarcan el riesgo de rebrotes: mucha gente potencialmente infectable y un elevado número de personas transmisoras que no presentan síntomas. El doctor Hernán constata, por tanto, el riesgo de rebrotes, sobre todo en espacios cerrados, y esto hace pensar en un aumento del riesgo a partir del otoño, pero también que se produzcan a medida que se avance en el desconfinamiento. También afirma que durante muchos meses el virus permanecerá entre nosotros. Sitúa lo que son las prioridades necesarias. Una de ellas es la necesidad del uso de la mascarilla y el distanciamiento físico. El primer cuestionamiento es que esta afirmación técnica contrasta con el hecho de que su uso no es obligatorio, y esto hace que se vean numerosas personas que no las utilizan, especialmente entre los jóvenes. Y este es un punto al que no se otorga suficiente atención.
La mayoría de los contagios, prácticamente casi todos, tienen lugar en espacios cerrados. Es prácticamente imposible yendo por la calle que uno pueda recibir el impacto de la carga vírica peligrosa, pero lo que no se dice tanto, es que la mayoría de las transmisiones se llevan a cabo en el seno de los hogares. Este hecho otorga una especial responsabilidad a los jóvenes, que en nuestro país permanecen en el hogar familiar hasta edades avanzadas. De hecho, según el estudio, el perfil del portador es de una persona joven o de mediana edad, que es activa, que trabaja y se desplaza.
Pero junto con las mascarillas y el distanciamiento físico, el experto de Harvard detalla que se necesitan equipos muy potentes de rastreo. Y aquí está una de las grandes quiebras de nuestro sistema. Los equipos son muy pequeños.
Constatamos esto en el caso de Cataluña, que es uno de los lugares en que desafortunadamente la capacidad es menor. El panorama en esta CCAA no es alentador, porque presenta la cifra más elevada de muertes en los últimos 7 días, así como la incidencia acumulada más grande en los últimos 14, expresada en casos por 100.000 habitantes. La IA es del 33,89 en nuestro caso, mientras que la de Madrid es de 27,76. A pesar de esta situación, en Cataluña sólo se dispone de 200 rastreadores, cuando la cifra mínima se considera que es de 20 de estos especialistas para cada 100.000 habitantes. Esto significaría llegar a los 1.500, más de 7 veces los disponibles. Una magnitud que ni está ni se le espera.
Miguel Hernán también apunta la necesidad de estar atentos e intervenir en las redes de contagio. Y esto significa, junto con los rastreadores, una capacidad suficiente de tests PCR. Pero el problema radica en que se hacen pocos, los resultados tardan demasiado en obtenerse, 3 días, tiempo que se pierde y en el que el Covid-19 se extiende. Y, además, los laboratorios del área metropolitana norte y sur están casi al límite de saturación de su capacidad de análisis.
El tercer elemento importante que señala en la entrevista el doctor Hernán es la necesidad de disponer de buenas capacidades en el ámbito de la asistencia primaria, pero precisamente los informes hechos públicos desde el Ministerio de Sanidad señalan que en el caso de Cataluña el proceso de recuperación de la normalidad de estos centros es muy lento.
Que hay posibilidad de rebrotes lo hace evidente la sorpresa de Lleida, que no era un área especialmente problemática, y el gran interrogante es qué sucederá a partir de la próxima semana en Barcelona y en su área metropolitana.
Disponer de medios rastreadores, tests de contagio y capacidad de la asistencia primaria suficientes es también decisivo para la normalización económica. Porque si no existen estas capacidades, la posibilidad de desarrollar políticas «finas» es inexistente. Mientras que, si se dispone de ellas, se puede ir a microconfinamientos (una familia, una empresa, una manzana, un sector de la población) que no paralizan el conjunto de la actividad. Cuando no es así, y los contaminadores y las redes son poco claros, no queda otra solución que ir a lo bruto y proceder al confinamiento de grandes áreas con la alteración económica que esto significa.
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