El fin del bastión sanchista: la caída de Pepa Bueno en El País. Solo queda el enclave de La Vanguardia

El 4 de junio de 2025, la destitución de Pepa Bueno como directora de El País no fue solo un cambio en la cabecera del diario más influyente de la izquierda española: fue la consumación de un terremoto empresarial y político que deja a Pedro Sánchez sin su altavoz más potente en un momento decisivo. Y lo que queda, a nivel de gran prensa, es poco más que un eco: La Vanguardia de Barcelona, periódico de histórico perfil acomodaticio, hoy con una línea editorial prácticamente institucionalizada en su apoyo al Gobierno.

En La Vanguardia, como apuntó en 2023 el periodista Francesc-Marc Álvaro, «la relación con el poder es parte de su genética». Hoy, esa genética parece haber mutado en genoma de subsistencia: mantenerse próximo al Gobierno como estrategia de influencia y de negocios. Con la salida de Bueno, El País ya no está en ese juego.

El asalto silencioso

La secuencia que ha llevado a la caída de Pepa Bueno es todo menos casual. Desde febrero, el presidente de PRISA, Joseph Oughourlian, ha ejecutado una limpieza quirúrgica del aparato mediático afín a la Moncloa. Primero cayó José Miguel Contreras, cerebro del proyecto audiovisual que pretendía crear una TDT “sanchista” con el respaldo del grupo. Luego, el CEO Carlos Núñez. Por último, Pepa Bueno, símbolo del intento de simbiosis entre periodismo de Estado y rentabilidad privada.

Pero la política, cuando se mezcla con el negocio, no entiende de métricas: entiende de lealtades.

En términos de cifras, la gestión de Bueno fue solvente: más de 400.000 suscriptores digitales, expansión panamericana con seis ediciones regionales y un peso creciente en Latinoamérica, y es el hasta ahora responsable de esta área el nuevo director, Jan Martínez Ahrens. Pero la política, cuando se mezcla con el negocio, no entiende de métricas: entiende de lealtades. Y su valedor, Contreras, ya había sido purgado. Su caída era cuestión de calendario.

La nueva frontera de la política: los consejos de administración

El conflicto no es ideológico, sino de poder. Sánchez quiso convertir a PRISA en una extensión de la Moncloa. Oughourlian, financiero curtido, ha respondido como tal: reforzando su control con el respaldo del gigante francés Vivendi (11,9 %), que junto a Amber Capital (29,9 %) le ha asegurado un 46 % de blindaje frente al 15 % de accionistas afines al Ejecutivo. Resultado: la política ha perdido una batalla empresarial y, con ella, la maquinaria editorial que la arropaba.

La elección de Jan Martínez Ahrens como nuevo director, periodista veterano y de perfil más técnico que ideológico, cierra el círculo. Oughourlian no busca una línea editorial rebelde, sino un periódico menos intervenido, más internacional y orientado al negocio digital. Que eso suponga dejar a Sánchez sin refugio editorial no parece preocuparle.

Moncloa en retirada: solo queda La Vanguardia

Tras este movimiento, al Gobierno solo le queda La Vanguardia. Un diario que, desde Barcelona, mantiene una relación simbiótica con el poder central y autonómico. Su línea editorial es calculadamente institucional, evitando fricciones con el PSOE y sus socios parlamentarios. Como escribió El Confidencial en abril, “La Vanguardia es hoy el diario más próximo al Ejecutivo, casi más que la propia RTVE en términos de complacencia editorial”.

Pero incluso esa proximidad tiene un precio: la pérdida de influencia narrativa nacional. La Vanguardia es fuerte en Cataluña, pero no tiene el eco transversal de El País. El altavoz de Sánchez se ha reducido de una emisora nacional a una emisora comarcal, aunque bien afinada.

¿Y ahora qué?

Con la salida de Bueno, Sánchez pierde algo más que una directora afín. Pierde capacidad para marcar agenda, modular titulares y blindar escándalos. En plena negociación presupuestaria y habiendo perdido el control de la agenda, el Ejecutivo se encuentra con una prensa más impredecible y menos gobernable. Y lo que queda favorable, como La Vanguardia, no es  suficiente, excepto para asegurar su gran y última plaza fuerte: Cataluña.

El episodio confirma un giro de época: la influencia política sobre los grandes medios está en retirada.

Por ahora, Sánchez ya no manda en El País. Y El País, por primera vez en décadas, parece querer decir algo sin pedir permiso, y si a eso se le unen las operaciones frustradas en TVE de La Revuelta, que ha ido perdiendo fuelle, y los ex “Sálvame” trasplantados a la televisión pública, hundidos en audiencia, todo señala que el nombre de Sánchez ya es un cenizo para los medios que apuestan por él.

Tras este movimiento, al Gobierno solo le queda La Vanguardia. Un diario que, desde Barcelona, mantiene una relación simbiótica con el poder central y autonómico Compartir en X

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1 comentario. Dejar nuevo

  • Antonio Nuñez Loarces
    5 junio, 2025 21:48

    Lo que queda claro con esta información es que la prensa de este país tenía un «periódico » El Pais, de » izquierdas» ? que apoyaba al gobierno de Sánchez y claramente el resto de las cabeceras están en manos de la derecha más recalcitrante y reaccionaria. Y El Pais se suma a estos.

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