Las malas noticias para la moneda única europea, y de paso para la economía del Viejo Continente, no paran de acumularse.
Hace unas semanas este diario apuntaba ya que el euro era la gran víctima económica colateral de la guerra de Ucrania a raíz de las sanciones occidentales, mal diseñadas y aún peor implementadas.
El euro ha pasado de ser la moneda del 38% de las transacciones internacionales en el sistema SWIFT hacia mediados de 2022 (un nivel que le permitía rivalizar de tú a tú con el dólar) a tan sólo el 23% a finales de 2023 .Esto es, en tan sólo 18 meses ha perdido el 15% de su peso total y la bajada sigue este año.
Sin embargo, la cosa no termina aquí. En los últimos días se ha confirmado un importantísimo fenómeno que afectará al cambio euro-dólar en detrimento de la moneda europea en los próximos meses.
Efectivamente, el miércoles 10 de abril Estados Unidos publicaba sus datos oficiales de inflación, que supusieron un cubo de agua fría para la Reserva Federal (el Banco Central del país, a menudo conocido por la abreviación “Fed”): lejos de bajar, la inflación está repuntando pese a unos tipos de interés muy elevados, entre 5 y 5,5%.
Como la economía y el mercado laboral están aguantando los buenos datos pese al elevado coste del dinero, la Fed ve alejarse la posibilidad de iniciar la bajada de tipos tan largamente deseada por el presidente Joe Biden.
Mientras, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), la polémica Christine Lagarde, declaró lo que se está convirtiendo en su mantra un día después de conocer los datos estadounidenses: «no somos dependientes de la Fed».
Esto equivalía a decir, a los ojos de los inversores, que, pese a los mensajes de alerta que llegan de la otra orilla del Atlántico, el BCE prevé mantener el rumbo que se había fijado previamente y realizar una primera bajada de tipos (actualmente están en el 4-4,5%) el próximo mes de junio.
Se ha criticado mucho la política de Lagarde frente al BCE por sus respuestas excesivamente lentas y carentes de visión a largo plazo desde que el fenómeno inflacionario actual empezó a despuntar en el horizonte en 2021.
El primer riesgo que corre el euro, si el BCE decide recortar tipos próximamente, es que la moneda europea pierda valor frente al dólar.
Efectivamente, la respuesta de los mercados no se ha hecho esperar y el euro ya había caído el viernes 12 de abril un 3% respecto al lunes 8. Los analistas prevén que el descenso siga produciéndose en las próximas semanas, con el euro alcanzando los 1,05 dólares.
Pero, este no es aún el peor escenario: si el BCE sigue recortando los tipos de interés mientras la Fed los aguanta, numerosos banqueros y especialistas ya han advertido de que el escenario de la paridad euro-dólar no puede descartarse en absoluto de cara el otoño.
Las prisas europeas para reducir tipos de interés podrían tener que ver con la situación de endeudamiento límite en la que se encuentra el Viejo Continente, que necesita desesperadamente seguir pidiendo préstamos para evitar un colapso de las finanzas públicas, pero también de numerosos actores empresariales.
Sin embargo, si el dólar sigue fortaleciéndose frente al euro, el coste de la energía y de las materias primas (dos importaciones clave para Europa) se convertirá de nuevo en una pesada losa sobre los hogares y las empresas del Viejo Continente .
Estados Unidos se encuentra igualmente en una situación de endeudamiento límite, pero puede capearla mejor que los europeos gracias a la fortaleza de su divisa en los mercados internacionales.