Es una evidencia que en el caso español el sistema parlamentario está absolutamente degradado y los ejecutivos cortan el bacalao sin limitaciones. Y esto ocurre tanto en el Congreso como en el Parlament de Catalunya.
Esta degradación es posible porque son los propios partidos quienes contribuyen a ella, sobre todo por acción, pero también por omisión. Estas carencias no se traducen en la calle, pero más tarde o más temprano tendrán un coste, como ya ocurre en Francia. La aprobación de la reforma de las pensiones en la asamblea francesa por medio del decreto ley es plenamente constitucional y está equilibrada con la necesaria presentación posterior del voto de censura, pero es evidente que el hecho de que sea constitucional no significa que no constituya un abuso político porque una gran parte de la población francesa está en contra y, por tanto, requería más diálogo parlamentario y más esfuerzo para buscar acuerdos.
En todos estos casos lo que existen son dinámicas, procesos en marcha que causan este deterioro. Pero el caso alemán, que está pasando muy desapercibido, es consecuencia de una sola acción llevada a cabo por el gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales. Sus consecuencias pueden ser muy graves si no se logra frenar, y por su importancia alemana tendrá repercusiones sobre el futuro de Europa.
Se trata de la modificación de la ley electoral sin consenso, por la vía de la mayoría que tiene el gobierno; el mismo modelo que aplica Sánchez en sus decisiones (véase si no el último caso también relacionado con las pensiones, en el que por primera vez la solución no ha sido consensuada).
El sistema electoral alemán es magnífico. Es uno de los mejores del mundo porque une las ventajas de las dos grandes formas de elegir a los representantes políticos y al mismo tiempo reduce los inconvenientes que presentan cada una de ellas. Une el sistema proporcion alque permite que los electores puedan elegir a su diputado y, por tanto, voten en una circunscripción pequeña. De esta forma tienen un representante concreto al que pueden acudir y que estará interesado en dar un buen servicio porque su reelección depende de este hecho. Es el sistema mayoritario que impera en Reino Unido y EEUU y que, modificado con la doble vuelta, que la altera en una medida notable, también se utiliza en Francia. El inconveniente es que como sólo el primero gana el escaño, todos los demás votos se pierden en cada circunscripción y no tienen ningún tipo de representación parlamentaria.
El otro mecanismo es el sistema proporcional en el que se votan y después, en función del número de votos, se eligen diputados contenidos en una determinada lista. Este sistema permite una mejor representación de los diversos estados de opinión del parlamento, pero, como ocurre en España, el elector se queda sin diputado concreto al que acudir. Si además, caso español, la lista es cerrada y bloqueada, se constituye el imperio de la partitocracia en el que al diputado le interesa estar bien con la dirección del partido y le son muy indiferentes en su día a día las necesidades de el electorado.
En el caso alemán, junto con la elección directa del diputado, existe también la elección por lista a escala alemana y sale el número de diputados en proporción a los votos. Es el sistema proporcional. Cada elector tiene dos votos, y con un vota a la persona que quiere como diputado y con el otro a la sigla del partido, y no tienen por qué coincidir.
Este sistema funciona muy bien pero a medida que ha crecido el número de partidos tiene un inconveniente: multiplica el número de diputados, en la actualidad son ya 736, porque todos los diputados elegidos por voto tienen la representación asegurada y si obtienen más mandatos directos que los escaños que le corresponde según la proporción del segundo voto, se añaden a los diputados que han salido directamente. También el límite del 5% para acceder al parlamento tiene una salvedad en los diputados elegidos directamente.
Todo el mundo está de acuerdo en que este crecimiento continuado del congreso debía resolverse, pero la forma que ha adoptado el gobierno es claramente partidista porque perjudica a la oposición, y sobre todo liquida una parte que puede ser importante de los diputados elegidos directamente, porque no podrá haber más que aquéllos que determinen el voto en las listas proporcionales y todos aquellos diputados elegidos directamente, pero que sumados con los elegidos proporcionalmente superen la proporción que les corresponde quedan eliminados y el voto directo frustrado.
Este método perjudica sobre todo al partido demócrata cristiano de Baviera, el CSU, que no sólo queda primero en las listas proporcionales, sino que suele arrasar en las circunscripciones individuales.
Lo que hace el gobierno alemán es estropear un patrimonio democrático alcanzado a lo largo de los años por puro interés de partido, porque es evidente que existen otras fórmulas para limitar el número total de escaños sin perjudicar la elección directa del diputado.