En contra de lo que algunos creen, el balance ceñido sólo a Catalunya entre aportaciones y gastos a la Seguridad Social en materia de cotizaciones y pensiones es muy negativo. Para el 2022 el déficit fue de 5.871 millones de euros. Solo superado por el andaluz de 6.149,1 millones. Madrid, nuestra referencia necesaria, presenta un pequeño superávit de 180 millones y, junto a Baleares con 210 millones, son las dos únicas excepciones a un balance negativo generalizado en todas las comunidades españolas.
Catalunya tiene, al igual que el conjunto de España, sólo 2 cotizantes por pensionista, mientras que Madrid tiene 2,8. El déficit con relación a España representa el 15% del total de 38.598 millones y, por tanto, el saldo negativo catalán representa del orden del 15%, alineado básicamente con el peso de la población.
Esta tendencia es consecuencia de los profundos desequilibrios de la población, porque en relación con los ingresos Catalunya es quien más aporta, 22.099 millones, por delante de Madrid con 21.892,4 millones. Pero claro, el gasto en Catalunya sube hasta los 27.970 millones. La clave del problema radica en, como es de todos sabido, el déficit de natalidad crónico ligado a que las pensiones de quienes se retiran tienden a ser más elevadas que las cotizaciones de quienes van ingresando en la Seguridad Social. Esta situación será más y más crítica por la combinación de dos factores. Por un lado, la falta de natalidad se ha exacerbado hasta el extremo de que desde 2018 la diferencia entre nacimientos y defunciones es ya negativa, comenzó en ese año con -1.725 personas, y ha crecido aceleradamente hasta multiplicar por 10 y alcanzar los 17.000 negativos en 2021.
El número de nacimientos ha disminuido un 25,5% desde 2012 y las defunciones han aumentado un 22,3%. El número de hijos por mujer ha descendido de 1,46 hasta 1,16 en 2021, que en el caso de la ciudad de Barcelona es menor. Pero ahora la población de Catalunya ha crecido absorbiendo ese déficit demográfico gracias a la inmigración. Aún así, ésta tiende a ocupar puestos de baja productividad y, por tanto, de aportaciones a la Seguridad Social que se sitúan en la franja inferior.
El resultado es que con el paso de los años todo empeorará y nuestra balanza con la Seguridad Social multiplicará sus cifras rojas, porque cada vez habrá más jubilados con pensiones que tienden al alza porque pertenecen a la generación del baby boom, que ha tenido trabajos en una proporción importante en la industria y durante la mayor parte de su vida activa.
Pero, por otra parte, los nuevos trabajadores que ingresan y las cotizaciones que harán efectivas serán de forma creciente inmigrantes y sus aportaciones estarán muy desequilibradas en relación a las prestaciones que cobra la población mayoritariamente autóctona.
Pese a la gravedad del problema, el gobierno de la Generalitat y en general los partidos políticos catalanes siguen ignorándolo, constatando que es cierto ese viejo adagio griego que dice que los dioses ciegan a quienes quieren perder. El problema es que seremos todos los que vamos a perder.