Nunca como ahora el catalán había estado tan en riesgo de quedar reducido a una lengua residual. A diferencia de otras épocas, en las que estaba prohibido, pero mantenía su vitalidad, recordemos el llamado “siglo de oro” por Joan Triadú, que incorporaba todo el período en el que estaba sometido a discriminación por el franquismo, ahora tiene factores institucionales a su favor, pero se demuestra que son insuficientes por la creciente reducción de personas que la utilizan como primera lengua familiar.
Esto no es ni mucho menos ajeno a que Cataluña ha pasado en poco tiempo de 6 a 8 millones de habitantes a consecuencia de la inmigración que, por sus características, es más resistente a la catalanización. En este contexto, que sea lengua vehicular en la enseñanza es vital. Lo constatan los datos del Idescat del 2021. Sólo 2,2 millones de personas, el 29% de la población, tenían en el 2021 el catalán como primera lengua. Sin embargo, esta cifra se elevaba al 42% entre los jóvenes de 0 a 14 años y al 39% entre los de 15 a 24, que son los que registraban el efecto de la lengua vehicular en la escuela. Si no fuera por este hecho, la situación sería aún más difícil.
Pese a esta circunstancia, que tiende a empeorar por la continuidad del gran flujo inmigratorio, no ha sido un gran tema de campaña.
Evidentemente, éste no es el único factor. La asignatura de catalán en la escuela es la menos atractiva de todas, y esto demuestra un error profundo de la Generalitat. Por otra parte, TV3 no hace nada por extender cuantitativamente y mejorar cualitativamente el catalán y su cultura, más bien es un factor que oscila entre la vulgarización y la grosería. Aun así, hay un 36% de la población que tiene el catalán como lengua habitual, lo que significa que existe una fracción de ciudadanos que la ha adquirido a pesar de no ser la primera lengua familiar.
En este contexto, sólo han tratado el tema en las elecciones (otra cosa es el acierto de sus propuestas) Junts, ERC y Aliança Catalana. Pero ha quedado totalmente fuera de foco del PSC y de los Comunes. Los socialistas no tienen un particular interés en que se les asocie con el fomento del catalán porque temen que afecte a su granero de votos en el Área Metropolitana de Barcelona. Por tanto, una posible presidencia de Illa incorpora el riesgo de continuar la bajada del catalán.
Si a este hecho se le añade que los Comunes tampoco tienen una especial sensibilidad por nuestra cultura y que la CUP está por otras guerras, después de las elecciones el panorama lingüístico y cultural de la lengua propia de Cataluña puede complicarse notablemente. Porque, además, Vox y PP, situados rotundamente fuera del espacio común de la catalanidad, tienen en el catalán un adversario y querrían liquidarlo de su estatus de lengua vehicular en la enseñanza. El propio candidato del PP, Alejandro Fernández, afirmaba en una de sus declaraciones que la inmersión lingüística era una de las consecuencias que han derrumbado la educación. Su ignorancia o mala fe, como se quiera, es manifiesta porque el derrumbe de la educación en Cataluña se produce sobre todo a partir de la segunda década del presente siglo, mientras que la inmersión lingüística, es decir, la ley de normalización lingüística , empezó a aplicarse en 1983 y a lo largo de décadas y décadas no sólo no tuvo consecuencias en una pérdida de la calidad educativa, sino que el dominio de la lengua castellana por parte de los estudiantes de Cataluña se situaba en los lugares más altos del ranking. Ha sido bien avanzado el presente siglo, con toda la ideológica que se ha adueñado del gobierno y de la cultura del país, cuando el problema en la escuela ha aflorado hasta llegar al desastre actual.