La política catalana está empeñada en adentrarse más y más en su callejón sin salida que arrastra a todo el país. Tenemos un partido ganador formalmente, el PSC, pero con el mismo número de escaños que el segundo, ERC, incapaz de formar una mayoría, no ya absoluta, sino suficiente para ir a una segunda vuelta y hacer a Illa presidente por mayoría simple.
Tenemos a la CUP, uno de los partidos mas anti todo con representación parlamentaria en Europa, convertido, desde la desgraciada época de Artur Mas, en el rey del mambo. Son tan importantes que han conseguido, pactando con un «partido de gobierno», como ERC, paralizar la inversión en energías alternativas en Cataluña.
Y ahora, dos grandes descubrimientos. El primero que el independentismo en singular no existe, hay varios, y además son incompatibles. Así lo sentenciaba una persona del propio ámbito, como es el periodista Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia el 10 de Mayo. Y ciertamente ERC y JxCat no tienen casi nada en común en el camino hacia la independencia, al tiempo que la CUP, faltaría más, veta la formación de Puigdemont.
Por si fuera poco, a ERC le queda cada vez más lejos, y le incomoda más, el proyecto independentista, más allá de su simple verbalización. Se siente cómodo en su papel de partido republicano a la «Villa y Corte» y aliado «cariñoso» del gobierno progresista, sólo superado por el PNV. Con una diferencia fundamental, los vascos por cada «cariño» se llevan una sábana de la colada estatal a casa. En ERC se conforman con las interpretaciones que «ya nos compensa del todo y no hay que reivindicar nada». Bromas aparte, porque el discurso de Rufian es una broma política, las relaciones entre ERC y el gobierno español son tan poco transparentes que dejan las que mantenía CIU como un modelo de claridad.
Y aún quedan fuera del foco parlamentario, dos partidos más que se confiesan independentistas con la boca más o menos pequeña: PNC y PDECAT; y un tercero, aún más pequeño, que lo proclama a toda voz, el Frente Nacional de Cataluña.
El fracaso es mayúsculo porque la propia desintegración del proyecto lo manifiesta, como también lo explicita la literal desaparición de lo que había sido la poderosa Asamblea Nacional Catalana. Su silencio, cuando más necesario era que fuera capaz de crear las condiciones para pactar un gobierno desde la independencia, revela lo que hace tiempo era ya una evidencia: la ANC ha acabado siendo un apéndice de los partidos, sin margen de maniobra y capacidad propia. Lo que debía ser el gran impulso popular a la independencia se ha convertido en una tienda de merchandassing. Su falta de impulso y movilización para la liberación de los presos también confirma esta marginalidad.
Y ¿qué decir del otro gran mudo, Òmnium Cultural? Tenía la opción de convertirse en el intelectual orgánico del independentismo y ha quedado en nada. Como en poco queda el liderazgo de Junqueras y su estrepitoso silencio.
Y la pregunta que no se formula es esta: ¿cómo es posible que compartiendo prisión, Junqueras y Sánchez no hayan encontrado, en su larga convivencia, un desatascador para una situación tan impresentable que degrada Cataluña? Estamos ante un independentismo que no es patriótico, porque antepone sus intereses partidistas al bien común de Cataluña.
Pero, el problema de fondo no es ese, sino la magnitud del voto independentista que sigue apoyando el desastre. Los votantes son los responsables. Rectificar por el bien de Cataluña. Lanzad un aviso. En las próximas elecciones nos abstendremos. Sólo así podremos empezar a hacer fuego nuevo.