El atentado de Trump: Una perspectiva políticamente incorrecta

El atentado de Trump es una piedra de toque de cómo el liberalismo cosmopolita, con su alianza objetiva con la progresía de género, reconstruye la realidad para fabricar su propio universo Matrix. Esta característica es muy evidente en los medios de comunicación de ese perfil, pero es que además está generalizada en los españoles.

Basta con leer la crónica de Pedro Rodríguez en el ABC “De lejos” para constatar cómo un hecho tan grave desaparece tras un alud de palabras que tienen como finalidad mostrar que la violencia política es un hecho que tiene sobre todo como responsable, en el caso de EE.UU., a los republicanos y, en el de Europa, a la derecha radical. Está claro que la evidencia nos indica que por ahora los dos únicos intentos de asesinato con características de magnicidio han estado teniendo como objetivo políticos de la derecha, porque antes de Trump ha sido, no hace tanto, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, que recibió cinco disparos que pusieron su vida en peligro. Tampoco puede olvidarse, pese a que en su momento aquí se habló muy poco, el ataque masivo con armas de fuego al equipo de béisbol del partido republicano en el 2017 en las afueras de Washington. O el intento de asesinato de nada más y nada menos que un juez del Tribunal Supremo nombrado por Trump, Brett Kavanaugh, tras sufrir una brutal campaña de desprestigio.

Violencia política y magnicidio

Los dos bandos que compiten hacen cada vez discursos más violentos, pero de momento, y esperamos que quede aquí, los magnicidios caen por un lado y no suelen acabar de aclararse, aparece un sujeto autor del hecho, pero que nunca logra encontrarse cuál era el entorno que podía haberle acompañado en su acción criminal.

Es difícil creer en una confabulación demócrata para liquidar a Trump. Primero, porque el asesino habría sido más profesional, habría utilizado otro tipo de arma y no habría disparado a más de 140 metros de una sólida posición que dominaba el panorama. Segundo, porque puestos a hacer algo de esa magnitud, la víctima generadora de ventaja política habría sido el propio Biden porque de ese modo mataban dos pájaros de un tiro. Eliminaban lo que cada vez más muchos demócratas consideran que es un estorbo e inyectaban un mártir en la campaña, algo que siempre da votos. Y hoy esos votos los tiene Trump.

La responsabilidad de los servicios secretos

Hay que aclarar el papel de los servicios secretos en todo este asunto, eso sí, porque es increíble que una persona con un fusil se pudiera situar en un tejado recto y sin obstáculos de dónde estaba Trump sin ser visto por los francotiradores de la policía y del servicio secreto, que tras los primeros ocho disparos y en cuestión de segundos, sí lo eliminaron. Pero a la espera de que todo esto se aclare, algo difícil como se ha visto en otros magnicidios, es necesario quedarse con la idea de que fue la acción de un joven envenenado por todos los medios de comunicación y los políticos que presentan a Trump como la encarnación del mal, al que hay que frenar como sea.

La percepción de Trump

La mujer de Trump, Melania, quizás ha sido una de las que mejor ha dado el encuadre del problema. Decía que los responsables eran los que habían convertido a su marido en un monstruo, en una máquina política e inhumana. Y de hecho es así, porque diga lo que diga siempre es presentado como un fascista autoritario que debe ser frenado a cualquier precio. Es difícil encontrar en nuestras hemerotecas, no ya opinión, sino información que le describan en términos razonablemente normales. Y se sigue así, ahora se condena el hecho, pero a continuación se añaden toda una serie de argumentos y razones que van en esa línea.

El impacto de los medios de comunicación

El País del domingo era un verdadero ejemplo visual de esa deriva ideológica. Reproducía la foto icónica de Trump que, protegido por los agentes del servicio secreto, levantaba el puño en alto con la cara manchada de sangre y bajo una bandera americana ondeando. El encuadre era perfecto, pero los titulares que le acompañaban mostraban las limitaciones de El País para asumir la realidad. Porque se refería al hecho como un «aparente atentado«. Sólo apariencia, pese a la existencia de un muerto, dos heridos y la propia herida, leve eso sí, de Trump. Y más abajo, el titular se convertía todavía en más confuso porque decía “Trump es evacuado después de un tiroteo en un mitin en Pensilvania”. El redactado no asociaba el hecho a un atentado, sino más bien a la idea de desorden en el acto de Trump.

Era la misma línea que utilizaba su diario subalterno, La Vanguardia, que no dedicaba ninguna foto ena la primera página y cuyo titular más modesto que el de El País señalaba que Trump había sido evacuado por un tiroteo en un mitin y el subtítulo se refería a un incidente en un acto de Pensilvania. Tiroteo e incidente. La voluntad de orientar en un determinado sentido al lector era clara y se evitaba cuidadosamente utilizar la palabra atentado o intento de asesinato con la idea inconsciente o pensada de minimizar lo ocurrido.

La propaganda contra Trump

En el caso de El País, el diario redondeaba el despropósito en la entrevista a página entera a la actriz Scarlett Johansson, que llevaba como titular “Trump es un psicópata” y añadía que estaba aterrada por lo que pudiera ocurrir en las elecciones de noviembre. Con este tipo de propaganda se impulsa a considerar que Trump es un peligro que necesita detenerse. Lo que sea ya es una cuestión de cada uno.

Todo esto no impide que el propio candidato y su partido eleven también el radicalismo. No se trata de una película en blanco o negro. Por el contrario, pero es que los demócratas, los liberales cosmopolitas, la progresía de género sí construyen esta película en la que ellos son los salvadores de la historia y las demás fuerzas malignas que quieren destruirlo todo.

La responsabilidad de todos

Pues no, en la situación actual tanto o más responsables de la crispación y de la violencia son unos como otros. Mejor dicho, son más responsables cuanto más poder tienen y aquí, a estas alturas, quienes tienen el control de casi todo son precisamente estas fuerzas demócratas en EE.UU., el sanchismo en España, Macron en Francia, el gobierno de coalición semáforo en Alemania, las que cortan el bacalao. Son ellas las que tienen la primera responsabilidad de cambiar el tono y la forma de hacer y de entender que quienes votan a aquellos que ellos consideran como impresentables son ciudadanos tan dignos como los que los votan a ellos y que la política de convertirlos en apocalípticos es destructiva en sí misma.

La solución no está en polarizar en el “tú más” sino en profundizar en los fundamentos que han hecho de cada país y de cada sociedad un espacio benéfico y acomodado. Sólo a través de esta recuperación saldremos de la deriva a la que nos conducen el liberalismo cosmopolita y la progresía de género .

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