El aborto se ha convertido en un tema político de primer orden

El aborto se ha convertido en un tema político de primer orden, como demuestra el hecho de que el presidente Biden confíe en él como un poderoso arma para intentar evitar la victoria de Trump. Macron lo utilizó situándolo como un derecho constitucional con la confianza de que lo relanzaría políticamente. El resultado fue desastroso, como mostraron las últimas elecciones europeas.

No puede decirse que Macron perdiera las elecciones por el aborto, pero sí que utilizarlo como arma política no le ha servido de nada y más bien ha tenido un efecto boomerang. El aborto se situó insólitamente en el centro de la noticia de la última reunión del G7 presidida por Italia. Junto a las tensiones con China y de la guerra de Ucrania, el aborto se convirtió en uno de los principales argumentos informativos de la reunión debido a la posición triunfadora de Meloni de oponerse a que en el acuerdo final figurara una referencia a él, siguiendo el ejemplo de la anterior reunión llevada a cabo en Tokio.

No fue la única, lo que frenó a Meloni. También excluyó la referencia a los grupos LGBTI. En ambos casos, pese a la posición beligerantemente contraria de la representante de la UE, Ursula von der Leyen, y sobre todo de Macron. Está claro que éste venía debilitado por una derrota electoral monumental mientras que Meloni gozaba de la fuerza que siempre da ganar unas elecciones.

En realidad, quien ha situado el aborto en el centro del debate ha sido el liberalismo y la progresía de género al convertirlo en un tótem de la libertad basado en una terrible falacia: el ser humano engendrado no existe. Es un simple apéndice de la madre. No importa que la genética diga que ya en el embrión existe la dotación genética de un nuevo ser humano que, siguiendo su camino natural, crecerá y se desarrollará.

No es suficiente que los científicos que se dedican a la experimentación con embriones humanos, un gremio que no tiene demasiadas manías éticas, tengan como consenso el criterio de destruir todo embrión de más de 14 días porque consideran por convención que a partir de esa fecha ya está prefigurado el ser humano. Todo esto no cuenta y demuestra que vivimos en una época post ilustrada donde la ciencia debe arrodillarse ante la ideología.

Las arbitrariedades que se han cometido para defender esta cuestión afectan también al campo del derecho. El actual Tribunal Constitucional español, cuya mayoría come de la mano de Sánchez, liquidó “impasible el ademán” la misma jurisprudencia del más alto tribunal que establecía unos determinados derechos del nasciturus, dejándolo reducido a la nada.

El aborto también consagra un principio incompatible con nuestra sociedad: que el cuidador, la madre en este caso, tiene derecho a la vida del cuidado. El cuidador de un enfermo terminal de Alzheimer no puede determinar el fin de su vida. Si lo hace, será acusado de homicidio, aunque esa persona tenga poco tiempo de vida y todas sus condiciones humanas radicalmente deterioradas. Sin embargo, un niño engendrado que tiene por delante una expectativa de 80 años o más puede ser liquidado por simple deseo, aunque sólo depende de su madre de forma absoluta en un 0,9% de su existencia.

El aborto, tal y como está planteado, ha significado la recuperación masiva de las prácticas eugenésicas. Ya no pueden nacer niños imperfectos. La asociación de familiares de niños con síndrome de Down señala que el 90% son abortados.

Al mismo tiempo, los medios de comunicación celebran que estas personas, las que han sobrevivido al cribado de sus padres, se integren cada vez mejor en la sociedad. Es otra contradicción insoportable. Dado que el aborto es masivo, a pesar de la existencia de abundantes métodos anticonceptivos, su impacto es notorio en la natalidad. Ya significa entre 1 de cada 3 o 4 nacimientos. En el caso de España, esto representa que cada año el país destruye un capital humano potencial por valor del 2% de su PIB. Es una brutalidad si pensamos que el crecimiento medio de esa magnitud ha sido de 1,7 a lo largo de este siglo.

En definitiva, el aborto sirve para dividir el mundo en dos, según la progresía de género. Si no lo aceptas, formas parte de la reacción de la fachoesfera. No importa lo que pienses en el ámbito económico, social o moral, eres un paria reaccionario. Si lo aceptas, no importa lo que pienses en otras cuestiones, estás en el lado buena de la historia.

¿Se entiende ahora mejor la crisis de Europa?

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1 comentario. Dejar nuevo

  • Excelente artículo.
    Permítame una pequeña corrección en esta frase, si es que interpreto bien lo que usted quiere decir en realidad:
    “los científicos que se dedican a la experimentación con embriones humanos, un gremio que no tiene demasiadas manías éticas, tengan como consenso el criterio de destruir todo embrión de más de 14 días porque consideran por convención que a partir de esa fecha ya está prefigurado el ser humano.”
    Creo que debería decir “el criterio de NO destruir todo embrión…”

    La conclusión es que el supuesto “derecho” al aborto está fundamentado en falso, es decir, en falacias, falsedades e ignorancias urdidas en una argumentación irracional con la que sus defensores rechazan de forma fanática toda lógica y evidencia científica que venga a desvelar la contradicción de que el ejercicio de este pretendido derecho viola los Derechos Humanos Fundamentales, en concreto el Derecho a la vida, del cual dependen todos los demás. De ahí ese empeño en convertir el aborto a petición en un tabú del que no se puede discutir y menos contradecir, y ese afán enfermizo de tipos como Macron de volverlo invulnerable a base de introducirlo en la Constitución y en la Carta de la UE.

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