España y, en particular, Cataluña están sometidas a diez factores letales que nos castigarán económica, social y políticamente antes de que esta década acabe. Hablo de diez factores letales para facilitar su exposición, si bien en realidad todos se articulan configurando una gran policrisis en la que las interacciones entre unos y otros son intensas y complejas.
El modelo más real que describiría esta situación sería lo que se conoce como rizoma, que en biología es un tallo subterráneo con varias gemas que crecen de forma horizontal generando brotes herbáceos y nudos en un complejo entramado. Gilles Deleuze basó en este concepto un modelo descriptivo filosófico de un sistema sin jerarquía en el que cualquier elemento puede incidir sobre los demás sin importar demasiado su posición jerárquica. Es ahí donde estamos.
Los diez elementos que se relacionan de la forma descrita son:
- Baja productividad.
- Turismo fuera de límites.
- Inmigración masiva.
- Anomía del sistema educativo.
- Baja natalidad.
- Aborto generalizado.
- El emparejamiento y la destrucción de la familia.
- El estrangulamiento de la vivienda.
- La política basada en la polarización y la descalificación ad hominem .
- La pobreza, la desigualdad y su relación con los salarios.
El punto de arranque es la baja productividad porque sus efectos directos y colaterales son múltiples. Esta tiene tres componentes esenciales: la deprecación de nuestro capital humano, que es el factor de producción más importante; la gran dificultad para aumentar la productividad total de los factores (PTF); y el crecimiento de sectores empresariales de baja productividad y la falta de impulso industrial.
Solo un fenómeno tendería a jugar en contra, pero sus efectos en estos momentos son tenues. Se trata de la pérdida de empleo en las microempresas a favor de las grandes, consecuencia del aumento de costes que resultan difíciles de soportar para aquellas que tienen pocos trabajadores. Este hecho no deseado tiende a jugar a favor de una mejor productividad.
En este primer esquema, el turismo fuera de límites desempeña un papel central porque es el sector por antonomasia de baja productividad al que se le ha confiado el crecimiento de la economía. Es el gran motor del empleo, que lógicamente se produce en un marco de bajos salarios. Este hecho permite entender por qué, a pesar de que el paro se ha reducido significativamente, crece la pobreza formada por un componente insólito: la gente que trabaja. En torno al turismo, la hostelería, servicios personales de baja remuneración, además de la construcción, configuran la galaxia de bajo nivel productivo.
La consecuencia es la inmigración masiva porque ésta tiene como motor principal, no tanto la diferencia de rentas entre países, como disponer de puestos de trabajo. Y ese es el papel que juegan el turismo y la hostelería.
El gobierno ve con buenos ojos este hecho porque le permite presentar dos cifras triunfadoras: el crecimiento del PIB y el aumento de la afiliación a la Seguridad Social. Pero al mismo tiempo ignora su impacto sobre la renta per cápita y las consecuencias de sus externalidades negativas.
La combinación de turismo masivo e inmigración excesiva genera muchas externalidades negativas. Lo hace sobre el medio natural, como los recursos naturales y los factores causantes del cambio climático. También lo hace en la prestación de servicios como la limpieza, la sanidad, la seguridad, el mantenimiento de las infraestructuras y el transporte público.
Algunos de los colapsos que se producen, como se percibe en Barcelona, son fruto de esa combinación entre turismo e inmigración. Referido a este segundo, existe un efecto importante sobre la educación y los servicios sociales. Y ambos presionan fuertemente sobre la que seguramente es la valía más débil y crítica de todas, la de la vivienda.
Este vistazo a algunos aspectos de la relación entre unos y otros permite constatar lo compleja que es la situación. Sin embargo, hay que entrar en el detalle de cada uno de ellos, empezando por el primero de los llamados: la productividad.