Para enterarnos de la realidad del mundo, debemos mirar la dimensión demográfica de los países

La demografía es una ciencia muy importante en el mundo. Y sus datos son vitales porque señalan futuros a largo plazo. En nuestro caso son vitales porque además señalan la progresiva extinción de la población autóctona por carencia de nacimientos y el continuado aumento de población de origen inmigratorio para sustituir esta carencia. El caso de España es particularmente grave porque no tiene políticas inmigratorias bien definidas ni políticas de apoyo a la familia y a su descendencia.

Si levantamos la mirada y contemplamos al mundo en su conjunto, podemos tener una idea más precisa de lo que nos espera. El servicio de Our World in Data nos proporciona una magnífica información en este sentido que podríamos resumir en que la población mundial ha aumentado rápidamente en los últimos siglos. Hemos pasado de 1.000 millones de habitantes en 1800 a más de 8.000 en la actualidad. Pero, atención, el crecimiento se va deteniendo y va alcanzando su máximo en décadas. Concretamente, en la de los años 50. Desde entonces viene reduciéndose de forma muy notable, casi con una caída vertical, de modo que el crecimiento de la población acabará siendo negativo para el conjunto del mundo hacia los años 90. En términos de población absoluta seguirá creciendo hasta llegar a una población de 10.430 millones de habitantes hacia 2070. Por tanto, todavía aumentaría en más de 1.000 millones desde el dato actual, si bien este crecimiento se reparte de forma muy irregular.

El peso de la población actual descansa en unos pocos países. El cartograma que ha preparado Our World in Data en el que aparecen reflejados los países de acuerdo con su dimensión demográfica es ilustrativo. Son datos del 2018 que ya han quedado superados, porque India ya tiene más habitantes que China. Es bien visible la importancia extraordinaria de estos dos países que constituyen por sí solos una gran parte del mundo. A distancia está EUA, que añade a los más de 300 millones de habitantes su potencial económico y luego un conjunto de países que superan o se acercan a 200 millones: Brasil (211) que es la gran potencia de América Latina, Indonesia (267) el mayor país islámico del mundo, Pakistán (201) un astro país islámico y Nigeria (196).

El gráfico también muestra la migradera demográfica de dos países que habitualmente vemos como potencias. Uno de ellos es Rusia, con 144 millones de habitantes. Y el otro, mucho menor, Canadá, con solo 37 millones. De hecho, demográficamente es un pequeño apéndice de EUA. Lo que consideramos un continente, Oceanía, tiene una escasa significación demográfica y con el paso del tiempo quedará transformada por las emigraciones orientales. Ahora el conjunto dispone de 41 millones, de los que la mayoría pertenecen a Australia con 25 millones. Muy poco. De hecho, significa la cuarta parte de población que tiene Filipinas.

Desde la perspectiva europea nos importa mucho África. No solo por su proximidad, sino por su dimensión demográfica y porque tiene la población más joven de todo el mundo. En África vivían en el 2018, ahora, son más, 1.288 millones de personas, con una tendencia extraordinaria a emigrar hacia Europa que presenta una población envejecida y una baja natalidad. Y porque tiene el aliciente de que la renta media africana es 9 veces menor que la europea. No hay otra frontera en el mundo que presente una diferencia de ingresos tan grandes.

No se trata solo de la población en términos absolutos, sino de la densidad… Y en este sentido cabe hablar precisamente de los dos países con más habitantes que en términos absolutos presentan también elevadas densidades. Sobre todo la India con 477 personas por km². Para situar una referencia, España solo tiene 95,2, casi 5 veces menos. Esto significa que India necesita «exportar población» porque tiene un problema con su acumulación. Está claro que nada es comparable con lo que presenta Bangladesh con una densidad de 1.315 personas por km². China presenta una densidad mucho más moderada entre las altas, 152 personas por km². A escala europea, Alemania alcanza las 238 personas por km².

En contrapartida, EEUU es un país vacío con solo 37 personas por km², y aún más Rusia que no llega a las 9 personas por km². En África es Nigeria el país más poblado, el que también presenta una mayor densidad, 240.

La densidad no solo define determinadas condiciones de vida, que en el caso de Bangladesh son realmente malas, salvo si el país está altamente desarrollado, caso de Alemania, sino que también genera a largo plazo presiones hacia el exterior de esa elevada población si no se operan grandes transformaciones en los países que la padecen. Seguramente en la cuarta década de este siglo los problemas, necesidades y ambiciones de la India marcarán mucho más la historia global de lo que lo han hecho hasta ahora.

Todo ello señala que claramente el eje de la población se desplaza hacia Asia y África. Europa va quedando como un pequeño reducto, que llegará a ubicarse en solo el 5 o 6% de la población mundial. Si a este hecho se le suma el envejecimiento y las actuales políticas europeas, cabe decir que es evidente que Europa experimentará, pero en unos términos muy diferentes, también una colonización, si bien inversa, porque será el foco que atraerá a contingentes cada vez más jóvenes procedentes de África y Asia.

En este contexto, España mantiene un claro crecimiento, aunque ha aumentado su población gracias a la inmigración. Pero lo hace en términos globalmente considerados de escasa significación.

En el caso de Cataluña el peso de la inmigración cada vez es mayor, lo que afecta ya negativamente a la productividad.

En el caso de Barcelona, ​​su capital, el 30% de la población es ya de origen extranjero y, como mueren muchas más personas de las que nacen, este signo se acelerará con el tiempo porque el gran cambio se ha producido con menos de 20 años. Si se mantuvieran las hipótesis actuales, antes de 2050, muy posiblemente la población de la ciudad sería en su mitad, o algo más, de origen extranjero.

Naturalmente, todos estos factores demográficos generan cambios políticos, culturales, económicos, lingüísticos y potenciales conflictos. No querer observar es avanzar a ciegas hacia el fondo del pozo.

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