Criticar abiertamente el islam en Francia es cada vez más arriesgado.
En un último episodio de barbarie, un profesor de geografía e historia fue brutalmente asesinado ayer en Conflans-Sainte-Honorine cerca de París por un joven musulmán de origen ruso. La policía intervino rápidamente y disparó a muerte al terrorista, que sin embargo ya había tenido tiempo de decapitar a su víctima.
El «pecado» de este maestro de 47 años fue mostrar las caricaturas de Mahoma publicadas por Charlie Hebdo durante un curso sobre la libertad de expresión. Aunque los hechos están todavía investigándose, la policía francesa ha detenido por el momento a nueve personas, entre ellas dos padres del colegio donde la víctima enseñaba desde hacía años.
Varios alumnos habrían explicado en casa la «blasfemia» que el profesor había cometido. De hecho, la víctima había recibido los últimos días varias amenazas de muerte que había denunciado al centro de enseñanza y a la policía, sin que ninguna medida de protección le fuera concedida.
Los hechos, propios de un país sometido a una dictadura religiosa, no son en absoluto aislados. Como dos eminentes expertos del terrorismo islamista, Jean-Charles Brisard y Thibault de Montbrial explicaban hace unas semanas en Le Figaro, la amenaza que pesa sobre Francia está más viva que nunca.
Esta situación se explica por varias razones.
El proceso de los atentados contra Charlie Hebdo
La primera y más inmediata es el juicio a los acusados por los atentados contra Charlie Hebdo de enero de 2015. Las audiencias comenzaron el pasado 2 de septiembre. Organizaciones islámicas de todo el mundo, como por ejemplo en Irán y en Pakistán, se volcaron en protestas contra Francia por la republicación de las caricaturas. Entidades terroristas como Al Qaeda y Estado Islámico hicieron llamadas a cometer atentados en el país galo.
En paralelo, en Francia, los islamistas se proclaman cada vez más abiertamente en el espacio público. Su voz está a menudo protegida por sectores de la izquierda y cargos locales que actúan rápidamente para denunciar casos de supuesta «islamofobia».
Una red de clientelismo político entre partidos de izquierdas e islamistas se está extendiendo en muchas zonas de banlieue francesa. En es una prueba evidente el cambio de actitud del político de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon, que ha pasado de defender a Charlie Hebdo a denunciar el rotativo en tan sólo 5 años.
Simpatizantes de los terroristas están presentes en las audiencias penales e insultan o incluso lanzan amenazas de muerte contra abogados, magistrados y testigos. Varios incidentes de este tipo se han producido desde el comienzo del proceso de Charlie en septiembre.
Los hechos han demostrado una y otra vez tomar estas amenazas seriamente. Hace unas semanas se produjo otro ataque islamista con cuchillo que quería golpear de nuevo al semanario satírico.
En pleno día en el centro de París, un joven paquistaní atacó brutalmente a varias personas que fumaban ante la antigua sede de Charlie Hebdo (el rotativo ha tenido que trasladarse para protegerse de las amenazas constantes). Las víctimas recibieron heridas pero no murieron, y el atacante fue detenido por la policía minutos después.
Las redes sociales hierven también de amenazas de muerte contra los «enemigos del islam». Hace unas semanas, la directora de recursos humanos de Charlie Hebdo tuvo que ser evacuada de su casa en toda urgencia después de haber recibido amenazas creíbles por internet. Lo mismo sucedió con dos abogados.
Por su parte, Zineb el Rhazouhi, una joven marroquí conocida por su lucha contra el islamismo, se ha convertido en la mujer más amenazada de Francia. Esta periodista y activista recibe regularmente miles de amenazas de muerte por las redes sociales.
Peso demográfico y radicalización creciente
Por otra parte, la presión islamista sobre la sociedad francesa se explica también por el peso demográfico creciente de los musulmanes sumado a la expansión entre estos de las corrientes salafistas, wahabitas y los Hermanos Musulmanes, sobre todo entre las generaciones jóvenes.
Como el sociólogo Jérôme Fouquet señala en su libro El archipiélago francés, hoy en día prácticamente uno de cada cinco bebés en Francia recibe un nombre árabe-musulmán. En los años 70, era tan sólo uno de cada 100.
Según un sondeo del prestigioso instituto de opinión Ifop publicado hace un mes, un 40% de los musulmanes que viven en Francia sitúa la ley coránica por encima de las leyes civiles francesas. Porcentaje que se eleva hasta un 74% entre los musulmanes jóvenes de menos de 25 años.
Más inquietante aún, el 45% de los musulmanes de menos de 25 años afirma que «el islam es incompatible con los valores de la república francesa».
La creciente radicalización de sectores provenientes de un grupo de la población en plena expansión extiende cada vez más la presión islámica sobre el conjunto de la sociedad francesa. Se instala así, progresivamente, un clima de censura y terror.
El hecho de asesinar brutalmente a un profesor que se había atrevido a defender la libertad de expresión en una zona de Francia con una comunidad musulmana relativamente grande es un nuevo aviso. Algunos observadores franceses hablan de una «declaración de guerra que hay que tratar en consecuencia».
En cualquier caso, el asesinato del maestro supone un nuevo paso adelante para los que quieren imponer una dictadura islámica en Occidente, cada vez son más numerosos. También demuestra la existencia de un clima de impunidad para los activistas del islam político.
Después de los policías, militares, judíos, o del sacerdote católico Jacques Hamel, asesinados en Francia desde el 2015 específicamente por lo que representaban, el colectivo de profesores se convierte en un nuevo objetivo. Callad o moriréis.