Un fragmento de poesía de Salvador Espriu, que está situado al frente de un monumento dedicado a las víctimas de muertes accidentales, dice estas palabras: «Sento com la muda mort dels homes/ s’emporta les meves paraules/que esdevé pur silenci en el meu dolor». Estas palabras de Espriu, reflejan claramente, el choque doloroso de muertes inesperadas de personas por situaciones catastróficas.
Cuando uno se encuentra en medio del caos, de la destrucción, de la desaparición y la muerte de personas queridas, nos parece que es el fin del mundo. No podemos saber la magnitud de la tragedia, si no lo vivimos en primera persona. Pero a pesar de ser o no perjudicados directos, el dolor colectivo pone de manifiesto que no todo está perdido.
Los actos de solidaridad y ayuda, se produjeron de forma masiva. Ahora es necesario que la respuesta corporativa sea más firme y rápida, y elegir los nuevos asentamientos, lejos de las posibles bajadas de agua. Pero por encima de todo, lo irreparable: la pérdida de vidas humanas. Cuánto dolor, especialmente para aquellos que han perdido a personas queridas.
Una experiencia tan dura como ésta, debe hacernos reflexionar, tanto personal como colectivamente, para afianzar la prudencia y la prevención. Es hora de reflexionar a fondo sobre nuestro comportamiento.
Algo tan inocente como coger el coche, cuando lo hacen millones y millones de personas, se transforma en un grave daño para la atmósfera. Aumenta la cantidad de anhídrido carbónico, que al tener más densidad que el aire forma una capa semiconductora que deja entrar la radiación del sol, pero la deja salir poco, lo que aumenta la temperatura del aire, y este aire caliente sube porque pesa menos, dejando una zona de bajas presiones, que llevado al extremo genera una de «depresión aislada a niveles altos», la DANA, que descarga de golpe toda la masa de agua que lleva el aire húmedo.
Se han visto las inundaciones en Valencia, también en el Alt Empordà, el aguacero se llevó una treintena de coches que quedaron amontonados bajo un puente al final de la riera de Cadaqués.
Hay que evitar aquellos excesos que hacemos y que nos pasan por alto, pero que castigan el equilibrio termodinámico del planeta, Los daños, desgraciadamente, no están repartidos equitativamente, porque los países pobres siempre se llevan la peor parte.
Reformar las conciencias ahora y en el futuro será una necesidad de primer orden.
Estas palabras de Espriu, reflejan claramente, el choque doloroso de muertes inesperadas de personas por situaciones catastróficas Compartir en X