Según san Bernardo de Claraval, autor de Sobre la Consideración, dedicado al papa Eugenio III para ayudarle en su discernimiento:
Considerar constituye una reflexión aguda del entendimiento o una aplicación intensa del espíritu para descubrir la verdad.
En términos más generales, se refiere a la acción de reflexionar con atención y detenimiento sobre algo, ponderar o tener en cuenta con atención y cuidado los aspectos de una cuestión, situación o persona.
Sin ninguna garantía de alcanzarla, vale la pena intentar aplicarla a los eventos de la agenda pública.
Las malas decisiones del pasado –los famosos “polvos”– acaban teniendo consecuencias. Y lo que ocurrió en España durante la pandemia de la COVID-19 fue una advertencia clara de cómo, en cualquier nueva situación crítica, nuestra respuesta institucional puede volver a hacer aguas. El reciente caos ante la DANA en la Comunidad Valenciana lo confirma: cuando el Estado falla, la catástrofe se multiplica.
COVID-19: el desastre que nunca se quiso evaluar
La gestión pública de la pandemia fue, en términos objetivos, un desastre. España registró uno de los mayores excesos de mortalidad en Europa durante 2020-2021: 89.200 muertes en exceso entre enero de 2020 y junio de 2021 (48.000 hombres y 41.200 mujeres), un 10% más que las cifras oficiales atribuidas al virus. En 2021, ese exceso fue de 29.310 muertes, frente a las 73.222 de 2020.
Las desigualdades regionales fueron alarmantes. Las comunidades más afectadas fueron Madrid (222 muertes por cada 100.000 habitantes), Castilla-La Mancha (209) y Cataluña (155), frente a cifras muy inferiores en Baleares, Galicia o Canarias (esta última con un dato incluso negativo: -210 muertes en exceso).
La evolución temporal muestra dos olas graves:
Primera ola (marzo-mayo 2020): Madrid y Castilla-La Mancha superaron el 100% de exceso de mortalidad.
Segunda ola (otoño 2020): Hasta un 50% de exceso en las regiones más golpeadas.
2021: Impacto más contenido, pero aún desigual.
En el conjunto de la UE, entre marzo y noviembre de 2020 se registraron unas 450.000 muertes en exceso, con picos del 25% (abril 2020), 40% (noviembre 2020), 21% (abril 2021) y 27% (noviembre 2021). España lideró tristemente las cifras europeas en los primeros meses: un 54,3% en marzo y un 80,8% en abril de 2020, el mayor aumento de toda Europa.
La OMS confirmó que España fue uno de los países con mayor exceso de mortalidad asociado a la pandemia y el segundo con mayor pérdida de esperanza de vida entre los 29 países analizados.
¿Y nuestros vecinos?
Portugal tuvo 6.330 muertes en exceso entre marzo y octubre de 2020 (+12%); Italia sufrió 99.334 muertes en exceso (+18,8%) en 2020 y 61.808 (+9,5%) en 2021; y Francia “solo” acumuló 49.352 muertes en exceso en 2020 y 43.028 en 2021.
Las causas de las diferencias fueron múltiples: Disponibilidad de camas UCI, Estrategias de detección y testeo, Velocidad de reacción y confinamientos. Pero lo esencial es esto: países como Italia fueron golpeados primero e improvisaron con lo que tenían. Portugal tiene un sistema sanitario más débil.
Y, sin embargo, ninguno gestionó tan mal como España. En ciudades como Madrid y Barcelona las UCI colapsaban mientras otras regiones tenían camas libres. En Francia trasladaron pacientes graves en trenes medicalizados; en España ni se intentó. Por el contrario, se abusó de confinamientos declarados luego inconstitucionales, lo que agravó la caída económica sin evitar, como vemos, una elevada mortalidad.
Pese a todo ello, no ha habido investigación parlamentaria ni rendición de cuentas. Ninguna comisión en el Congreso. El fracaso no solo no penalizó, sino que se premió: Salvador Illa, ministro responsable, fue blanqueado mediáticamente y encumbrado como candidato a la presidencia de la Generalitat. En España se puede ser ineficaz hasta la inhumanidad… y salir reforzado.
DANA en Valencia: repetimos el patrón
La reciente DANA en la Comunidad Valenciana ha sido otro retrato de esta disfunción crónica. El informe de la UCO de la Guardia Civil desvela graves fallos de coordinación entre Emergencias de la Generalitat, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ). A ello se suma un presunto fraude curricular del delegado del Gobierno para la DANA, designado por el PSOE.
La respuesta institucional fue errática y tardía. Falló la Generalitat, incapaz de coordinar su servicio de emergencias. Falló el presidente Mazón, sin reflejos ni capacidad ejecutiva. Fallaron las cadenas de mando. El resultado fue una escena de caos donde cada organismo culpaba al otro mientras la ciudadanía quedaba desamparada.
Como en la pandemia, el problema de fondo no fue solo técnico, sino estructural: una administración partitocrática que premia la obediencia al aparato sobre la preparación profesional. Una estructura donde la lealtad ideológica vale más que la competencia técnica. Y donde nadie responde de nada.
Una lección no aprendida
COVID-19 y DANA comparten un mismo patrón: ausencia de planificación, improvisación, propaganda en vez de transparencia, y un sistema institucional que rehúye cualquier forma de auditoría. Por eso, el país tropieza una y otra vez con la misma piedra.
Lo que necesitamos es un libro blanco independiente, que analice a fondo los errores cometidos, tanto en la pandemia como en emergencias posteriores. Y, sobre todo, necesitamos una reforma estructural: romper con una partitocracia asfixiante que sitúa al frente de organismos clave no a los mejores, sino a los más serviles.
Vamos mal. Y si no cambiamos de rumbo, los próximos polvos traerán lodos aún peores.
La COVID-19 fue una tragedia mal gestionada. La DANA en Valencia, otra prueba de que no aprendimos nada. #COVID19 #DANA #Valencia #Incompetencia #España Compartir en X