A la vuelta del verano nos encontramos con una situación sanitaria y de salud pública mucho peor que al inicio de la temporada estival. España es con diferencia el país con más contagios entre los días 15 y 22 de este mes la media era de 152 infectados por 100.000 habitantes. Muchos más que Francia, 54, que Bélgica, 53, y el Reino Unido con 21. Contrasta la mala situación española con el escenario italiano, a pesar que este país empezó de una manera catastrófica.
Si fijamos la atención en Cataluña, observamos que nos movemos en el filo de la navaja. Atendiendo al estándar de 50 positivos en una semana por cada 100.000 habitantes -que señala el límite a partir del cual es necesario restringir la movilidad y los accesos- tendremos una radiografía de la situación y de su gravedad.
La zona más densamente poblada de Cataluña en el ámbito metropolitano, sigue presentando registros muy preocupantes. Barcelona, a pesar de que ha reducido el número de positivos, sí que se encuentra instalada por encima de los 100 casos y le cuesta mucho reducirlos. El Baix Llobregat presenta una tendencia semejante si bien el número de casos es menor, en torno a los 70, pero es que también el Vallès Occidental y el Oriental presentan niveles muy altos. En la comarca de Sabadell y Terrassa, la tendencia es a disminuir, pero todavía se mantiene por encima de los 70 casos acumulados en la última semana y por cada 100.000 habitantes. Las mejores noticias proceden del Segrià, puesto que desde los elevados niveles de finales de julio se ha producido una gran reducción, pero aún se encuentran por encima de los 50 casos, con el añadido de que en este territorio se tuvo que aplicar un confinamiento estricto, claro que se esperó a superar los 400 casos acumulados por 100.000 habitantes para tomar medidas. En otras palabras, se actuó tarde.
Muchas otras comarcas de Cataluña presentan problemas porque se sitúan todas ellas por encima del apuntado límite de 50 casos, y porque además en algunas la tendencia es a crecer. Son los casos de l’Alt Urgell, Baix Camp, Baix Ebre, Baix Penedès, Garrotxa, Gironès, Maresme, Ossona, Pallars Jussà, Pla de L’Estany, Tarragonès y Terra Alta. En otras la tendencia es a reducir el número de infectados, pero todavía están situadas por encima de aquella cifra crítica de los 50 casos. Se trata del Alt Penedès y Garrigues, Noguera, Pla d’Urgell y la Segarra. En definitiva, la mayor parte de Cataluña.
La pregunta clave es ¿cómo puede haberse perdido otra vez el control? Ahora ya no hay el justificante de un fenómeno mal conocido. Se disponen de suficientes datos como para saber cómo actúa la Covid-19. A pesar de ello estamos ante una segunda oleada anticipada. ¿Qué ha fallado? Esta es la pregunta a contestar que queda sin respuesta, y eso es un grave problema. Nuestras autoridades políticas se están comportando de una manera trágicamente irresponsable, porque ponen por delante su permanente egoísmo electoral, antes de esforzarse por descubrir cuáles son sus errores. España ya se caracterizó en la primera oleada por ser el país que obtuvo peores resultados de toda la OCDE, que ya es decir. El gobierno Sánchez no se dio por aludido. Posteriormente, grupos de expertos y de sociedades científicas exigieron una auditoría dependiente de por qué el resultado español era tan malo. Naturalmente nadie les ha hecho caso. El gobierno Torra en Cataluña ha acumulado desaciertos descomunales de tal magnitud que han dejado fuera de juego a dos consejeros, el de Treball, Afers Socials i Famílies, Chakir El Homrani, y a la de Salut, Alba Vergés.
Hasta que un análisis independiente no muestre cuáles son los errores y las debilidades que nos hacen tan propicios para la propagación de la Covid-19, estamos sujetos a un continuado juego de prueba y error, donde nosotros y la economía somos los conejillos de indias.
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