La evolución de la economía catalana a lo largo de este siglo medida en PIB señala evidentemente un crecimiento, porque se ha dispuesto de datos de 22 años del Idescat, pero que presentan características muy preocupantes.
La primera cuestión a considerar cuando se observan estas magnitudes en un período tan largo es que la serie que nos ofrece el Idescat es con euros corrientes y, por tanto, registra el impacto de la inflación. Si la deflactáramos, es decir, hiciéramos desaparecer sus efectos acumulados desde el 2000, veríamos que algunos de los epígrafes del crecimiento apenas se mueven de sitio. Es lo que ocurre con el sector industrial y sobre todo en el manufacturero, es decir aquella actividad del sector secundario que transforma materia prima o semielaborada en productos finales, como el coche o la agroalimentación.
Si analizamos el crecimiento de los diversos sectores, podemos constatar el aumento de la marginalidad del sector de la agricultura, si bien para medirla con términos económicos reales habría que observar todo el complejo agroalimentario, es decir introduciendo también todas las derivadas de su transformación.
¿Qué sectores han crecido más en Cataluña en términos relativos?
Pues, en primer lugar, el sector de la administración pública, de la educación, la sanidad y los servicios sociales. Es decir lo que entendemos normalmente como funcionarios o burocracia, pero que integra cosas tan distintas como médicos, policías y asistentes sociales, tres ejemplos concretos distintos del imaginario del que es un funcionario. En el período mencionado que comienza en 2000 se ha incrementado en un 200%.
El otro sector que más ha crecido es el de los servicios en general que lo ha hecho en un 159%.
El tercer ámbito que más ha crecido en relación con el PIB contado de esta forma, es el de los impuestos netos sobre los productos, que lo ha hecho en un 122%, seguido del comercio, hostelería y transporte con un 106%.
La industria prácticamente no se ha movido de sitio y si acudiéramos a expresar las cifras tal y como decíamos al principio en términos deflactados, en cuanto a la industria manufacturera tendríamos un resultado de un incremento muy pequeño porque en estos 20 años y con euros corrientes sólo ha crecido un 30%, mientras que la industria lo ha hecho en un 61%.
Podemos constar, por tanto, que los motores que activan la economía catalana son, en cuanto a su dinámica, los servicios, el comercio y la hostelería y el sector público, que depende por su crecimiento de los impuestos. Actualmente, con datos del 2022, este último ámbito económico ya tiene el mismo peso económico que toda la industria manufacturera junta, 39.868 euros contra 39.825. No es un buen indicador para un país que se considera a sí mismo industrial y que en realidad ya no lo es, porque la industria y la manufactura aportan en conjunto unos 90.000 euros, mientras que el sector servicios más el comercio, hostelería y transporte aportan casi 250.000.
La realidad catalana se caracteriza por una progresiva depauperación del sector agrícola, unos altos impuestos, una industria dotada de una dinámica escasa y un crecimiento que, sobre todo, se produce en sectores de productividad baja y media.
No es un dato menor el hecho de que entre 1999 y 2019, es decir justo desde el inicio de siglo hasta la covid, Catalunya perdió 12.248 empresas del sector industrial manufacturero, un 35,7% del total y 140.932 ocupados, que representaban el 26,1% del conjunto, con el textil a la cabeza, porque él solo perdió 56.762 ocupados en una década, según el estudio que en 2021 presentó Pimec.
De todas formas, cabe añadir que toda esta merma ha venido compensada por un aumento de la productividad muy importante. Cataluña en 2019 tenía 22.055 empresas manufactureras y 398.602 ocupados. Pero en 1999 contaba con 34.303 empresas y 539.534 ocupados. Según este mismo trabajo, si en 1999 la manufactura representaba el 25% del valor agregado bruto (VAB), en 2019 se había reducido hasta el 16%.