Todas las encuestas, excepto el CIS propiedad de Tezanos, coinciden en señalar una victoria clara de Ayuso quien, junto con Vox, superaría holgadamente la mayoría absoluta. Cs no saldría del fondo del pozo y no obtendría representación parlamentaria. De acuerdo con estas mismas previsiones, el PSOE experimentaría un fuerte descenso (Sánchez ha recogido velas en sus apariciones públicas de campaña electoral y esto confirmaría lo que dicen las encuestas) y Gabilondo corre el riesgo de verse superado o al menos sentir el aliento en la nuca de Más Madrid, un invento de laboratorio hecho fifty-fifty para Errejón y el propio Sánchez, que pasaría de mecanismo para limitar el crecimiento de Pablo Iglesias en el pasado reciente, a un problema actual para su creador, el PSOE.
La intensa campaña emocional que se está llevando a cabo, el juego de consignas radicales, «comunismo o libertad» y «no pasarán», apelando a frenar el fascismo, puede acabar con la recuperación de otra frase histórica, el «ya hemos pasado» del chotis de la artista Celia Gámez.
Si este fuera el escenario, el de «ya hemos pasado», ERC tendría un claro elemento de presión para supeditar a JxCat, dado que tendría en sus manos la justificación de una alternativa real.
En nombre de detener el «fascismo» gobernando en Madrid, Junqueras y Aragonés apelarían a formar un frente de izquierdas para gobernar Cataluña, que daría lugar a un gobierno entre esta formación y los seguidores de Ada Colau que, desde el primer momento, han levantado esta bandera, y que contaría con el apoyo externo y condicionado del PSC. Sería un intercambio de cromos «yo te apoyo en el Parlamento y tú haces lo mismo en el Congreso». Sería un gran éxito para Sánchez, y evidentemente un fracaso de Illa, que aparecería, ahora con claridad, como un subalterno de la política del PSOE. Consumiría sus días en un continuo tira y afloja con ERC, ayudándole a gobernar, pero sin poder participar del todo en el gobierno.
¿Cuál sería la actitud de JxCat ante una amenaza de este tipo? ¿Cedería a la presión y seguiría formando gobierno? La respuesta está en saber cuál de las dos posiciones que anidan en el seno de esta formación se impondría. Por parte de Puigdemont y de todas aquellas personas que no dependen profesionalmente de los cargos de confianza en el seno de la Generalitat, por lo tanto, todos los diputados, esta operación de ERC sería una oportunidad de oro para quedarse en la oposición como única opción independentista real, porque ERC habría supeditado esta finalidad a sus intereses ideológicos de partido y de alianza con la izquierda española. Debería haber optado, digámoslo en tonos melodramáticos, por el «Frente Popular» en lugar del por «Nosotros solos». Pero claro, esta actitud de renunciar al gobierno encuentra la resistencia de los numerosos cuadros dirigentes que ocupan ahora puestos de relevancia y bien retribuidos en la Generalitat, ya que se encontrarían en la calle. Parece difícil que esta última línea se pudiera imponer al deseo de Puigdemont de convertirse en el amo del escenario independentista.