¿Tenemos un proyecto para Barcelona?
Tras el caótico y paralizante gobierno de Ada Colau, que ha durado 8 años, el PP decidió hacer alcalde de la ciudad a Collboni en una versión light, desvanecida y posmoderna de lo que se llamaba «antes roja (Collboni!) que rota» (pobre Trias, él que nunca ha roto un plato).
Resuelta la papeleta de tener alcalde, ahora resulta que el actual gobierna en minoría y aprueba los presupuestos vía moción de confianza, que es una especie de «chollo» poco democrático que tienen los ayuntamientos para aprobar presupuestos cuando no tienen la mayoría necesaria para hacerlo.
Todo ello es muy fino y no se acerca en nada con lo que Barcelona necesita si no quiere seguir perdiendo posiciones en el conjunto español y europeo, y quedar reducida a un enclave turístico, aunque tiene centros de investigación, de salud y universitarios de primera categoría.
Pero todo esto frente a Madrid es insuficiente si no se tiene un proyecto de ciudad que realmente la potencie y la sitúe en las coordenadas de futuro que se vislumbran en la tercera década del siglo XXI.
Madrid ha tenido dos grandes ventajas y además muy estables. Una es política, y empezó con Franco y ha continuado con independencia del color político que ha gobernado en España. Se ha tratado de convertir la capital en un país en sí mismo que tiene como referencia la jerarquía que existe en Francia entre París y el resto. Este hecho es ya evidente en todo el amplio territorio interior y solo encuentra resistencias en las poblaciones del vigoroso litoral mediterráneo.
Pero desde el punto de vista que nos interesa a nosotros, nuestra distancia con respecto a la capital crece y es que la concentración de poder político, financiero, económico y el centralismo de las infraestructuras le otorga una ventaja extraordinaria.
El otro gran factor es aún más persistente al guardar relación con las condiciones naturales.
Mientras Barcelona es un término municipal pequeño, con el suelo agotado y encajonado entre el mar y la montaña, Madrid tiene un terreno ilimitado para correr. En estos momentos están en marcha dos grandes procesos urbanizadores.
Uno, el de Valdecarros con diecinueve millones de m² que constituyen una de las mayores bolsas de suelo residencial que entrarán en el mercado de toda Europa. La inversión será de 1.800 millones de euros y se calcula que generarán 450.000 puestos de trabajo directos e indirectos en una promoción participada en el 36% por la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid y con el propósito de construir 21.000 viviendas, de las cuales una parte importante, por lo menos según los promotores, serán asequibles desde el punto de vista económico.
Hay todavía un segundo gran proyecto, Los Cerros, un área de 470 hectáreas en el sureste de Madrid donde se edificarán 14.276 viviendas, de las que la mitad tendrán algún tipo de protección y 170 hectáreas serán de zonas verdes públicas. Como puede verse, la magnitud del futuro a corto y medio plazo en Madrid no tiene equivalente en Barcelona.
Pero, atención, en pleno franquismo, cuando existía la voluntad política de convertir Madrid no solamente en un centro administrativo y político sino también económico, industrial y financiero, Barcelona no solo resistió a la ofensiva, sino que logró posiciones líderes utilizando sus propias cartas. Hoy esto no se ve por ninguna parte, porque existe un déficit de inteligencia y políticas públicas notorio.
Y no solo eso, sino que además se ponen de relieve cada vez más las debilidades de la capital como lo constatan los datos de la dinámica de la ciudad.
Nuestra distancia con respecto a la capital crece y es que la concentración de poder político, financiero, económico y el centralismo de las infraestructuras le otorga una ventaja extraordinaria Share on X
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