La alcaldesa de Barcelona progresa adecuadamente en su campaña contra los símbolos de la cultura cristiana y de la tradición catalana. Existen muchas prácticas entre nosotros que, si bien tienen su origen en la fe cristiana, se han transformado en elementos consustanciales de nuestra cultura y de nuestra tradición. Un caso muy nuestro es el del pesebre.
Precisamente, el próximo año se conmemoran los 800 años de esta tradición que se inició en 1223. A pesar de que existen precedentes anteriores, el hecho que origina esta costumbre cuando se acerca Navidad se debe a San Francisco de Asís, que en ese año señalado celebró en la población italiana de Greccio un pesebre viviente porque quería recordar así y escenificar el alcance del problema del nacimiento de Jesús. A partir de este hecho arranca la tradición del belén, que en Cataluña tiene como grandes impulsores una de las órdenes religiosas más arraigadas en la vida de nuestro país, los capuchinos.
Precisamente, en este sentido, es necesario recomendar un libro de poco más de 100 páginas del capuchino fray Valentí Serra de Manresa, archivero mayor de la provincia de los capuchinos de Cataluña, “Entramos dentro del pesebre: Un pequeño universo en tus manos”. Se trata de un libro absolutamente recomendable para conocer la historia del pesebre y el extraordinario simbolismo de sus figuras a todos los efectos y su relación con la tradición que se despliega en Cataluña. Para redondearlo tiene incluso un capítulo en el que relaciona el pesebre con determinadas comidas propias de Navidad. Las ilustraciones que le acompañan son extraordinariamente interesantes, completando una obra necesaria para conocer esta tradición que, precisamente, Ada Colau quiere borrar.
La alcaldesa de Barcelona ha sobresalido siempre en expulsar toda referencia a la tradición cristiana y catalana del ámbito municipal. Y lo ha hecho sacando la celebración de la misa de la Merced del programa de acto, convirtiendo así a la Fiesta Mayor de Barcelona en una actividad que no tiene origen ni tradición. Y lo ha aplicado sistemáticamente al pesebre que ha ido minimizando hasta convertirlo en nada.
El año pasado ya dispersó las figuras por algunos balcones hasta convertirlas en invisibles y hacer irreconocible esta obra de la cultura popular. Este año, que es el último de su mandato, lo que hace es retrasarlo todo lo posible. Hasta ahora, mal que bien, el pesebre ha coincidido con las iluminaciones navideñas. Ahora la plaza Sant Jaume está vacía, y nos ha anunciado que el día 13 informarán del pesebre. Ya se ve el esfuerzo que despliegan por no hacerlo. Sería más sencillo si se limitaran a cumplir la tradición sin pretender ninguna innovación y espectacularidad, pero naturalmente esto sería demasiado tradicional para el gobierno de Comunes y Socialistas.
Si Colau continúa al frente del Ayuntamiento, ya puede dar por seguro que el próximo año celebraremos el pesebre el día 28 de diciembre.