Colau desbocada: ¿se necesita una moción de censura?

Hay dos evidencias sobre la mesa. Una, que la gestión de Colau tiene cada vez más detractores o, al menos, más opinión en contra. La principal objeción es su gestión del transporte, circulación y vía pública debido a su política basada en redefinir las calles a base de pintura y obstáculos de hormigón. Lo llaman urbanismo táctico, pero más bien es un pastel que dificulta el buen funcionamiento de la ciudad y que se contradice de forma brutal con la «ciudad del diseño» que era una de las herencias de Maragall y los alcaldes continuadores de su línea.

En este sentido, el papel de Collboni está resultando muy deslucido, porque pese a ser socio de gobierno absolutamente necesario para la continuidad de Colau, no incide para nada en las políticas de la ciudad. Detrás de este hecho evidentemente existe la necesidad superior de que el partido socialista mantenga unas excelentes relaciones con la alcaldesa, que es una pieza importante en el entramado de Pablo Iglesias. El PSC, por tanto, no estaría actuando en Barcelona en función de sus intereses municipales, sino para mantener el clima de colaboración con el aliado al gobierno de Sánchez.

La imprevisión de las acciones municipales es patente cuando el mismo ayuntamiento habla ahora de organizar un concurso de ideas para renovar el modelo urbanístico. Tenemos una alcaldesa que necesita hacer un concurso para que le digan cuál es el modelo de ciudad que tiene que hacer. Increíble. Y mientras tanto, pinta las calles de colores y convierte la circulación de vehículos en una gincana.

La segunda evidencia es la escasa representatividad de Colau y su grupo. Hay que recordar que en las elecciones quedó como segunda fuerza, con el 20,7% de los votos, que apenas representan el 16% de los electores de la ciudad. Sacó sólo 156.000 votos, y con esta cifra hace y deshace por incomparecencia de los demás. En el caso del ámbito del modelo urbano, por incomparecencia de ERC, que en la última reunión de la comisión para tratar el conflicto de las calles de Barcelona ​​se abstuvo a pesar de ser el partido más votado en la ciudad. También en este caso pesarían razones políticas de futuro que poco tienen que ver con los intereses de los barceloneses. Y luego quedaría el gran responsable: Colau es alcaldesa por los dos votos del grupo de Valls que, a su vez, es el gran desaparecido de la ciudad. No sabemos si ha renunciado a su retribución como concejal, pero en todo caso su actividad es perfectamente descriptible.

Las críticas, sin embargo, van más allá de la circulación y el estado de las calles. Hay una clara incapacidad de definir una política de recuperación de la ciudad, que es, entre todas las grandes ciudades españolas, la que más sufre y sufrirá los efectos de la crisis. La inseguridad, que se ha reducido sensiblemente por efectos de la pandemia, continúa castigando buena a parte del área central de Barcelona, ​​el Raval y el Gótico. Crece la crítica por el estado de suciedad de las calles y la dejadez con que se encuentra el parque de la Ciutadella y otras zonas verdes. Más allá de la repartidora de subvenciones, que generan un electorado dependiente, es difícil encontrar políticas de peso en la Barcelona de hoy.

Por si fuera poco, Colau tiene la oposición frontal del mundo empresarial, encabezado por Fomento del Trabajo. Su presidente, Josep Sánchez Llibre, la acusó de arruinar la ciudad en un debate celebrado en el Círculo Ecuestre con la asistencia de Collboni. También fue muy crítico el presidente del Círculo de Economía, Xavier Faus. Sus discursos fueron notoriamente compartidos por la mayor parte de los asistentes, más de un centenar, sobre todo entre los empresarios y ejecutivos que asistieron a este almuerzo-coloquio el pasado lunes 14 de septiembre.

Por todo ello, dada la situación y las perspectivas, visto como fue elegida, hace imperativo que se ponga sobre la mesa una pregunta necesaria: ¿se requiere un voto de censura contra Ada Colau?