Ya es un clásico, pero ahora viene aumentado: volvemos a vivir una situación de colapso hospitalario. El Hospital del Mar de Barcelona ha superado los 200 pacientes esperando a ser atendidos, alguno de ellos más de 24 horas. El Hospital de Sant Boi de Llobregat vive instalado en el colapso permanente de las urgencias con esperas de más de 12 horas. El Hospital Vall d’Hebron y Bellvitge también viven situaciones de saturación de los servicios. Y todo esto con un agravante, que es que Sanidad prevé que el pico de la demanda no se haya alcanzado y llegará en el plazo de 10 o 15 días. Por tanto, la tendencia no es exactamente a mejorar, aunque se incorporen ahora más médicos al servicio.
En este clásico que es la saturación hospitalaria, confluyen en esta ocasión unos factores específicos: las oleadas simultáneas de gripe y covid, más el hecho añadido de que hacía 2 años que la gripe había tenido una presencia escasa y, por tanto, la inmunización natural de la población se ha reducido. Hasta ahí el resultado sería sólo provocado por factores de posible control.
Pero tenemos otros que son propios de la gestión. Uno importante ha sido el fracaso de la vacunación. No se entiende que la sanidad catalana se haya tomado con tan poca intensidad la necesidad de tener vacunada al máximo número de personas de riesgo.
A este hecho se le añade otro desgraciadamente característico permanente. Las deficiencias de la asistencia primaria, que hacen que la gente se encamine directamente a las urgencias hospitalarias.
No es algo anecdótico la circunstancia de que en las vacaciones de Navidad se reducen siempre el número de médicos y otros profesionales de la salud. Una cuestión de la que poco se habla porque no es simpática.
Y todavía nos queda el último factor del que menos se habla porque no es políticamente correcto referirse a él. La mayoría de los casos de gripe y de covid que se dan en el momento presente cuando no tienen complicaciones a consecuencia de la edad avanzada u otras enfermedades, no tienen por qué acudir a una consulta médica externa. Se resuelven perfectamente en casa. Cinco días o una semana de descanso, hidratación, antitérmicos y no hace falta más. Es un interrogante que no se explica lo suficiente el porqué tantas personas acuden a las incomodidades de los servicios de urgencias cuando no es necesario.
Hay en este sentido un déficit de responsabilidad social, porque este colapso innecesario pone en riesgo la atención adecuada en casos que sí realmente son urgentes y peligrosos y que en demasiadas ocasiones, a pesar del cribado que se realiza en los propios centros, el retraso innecesario en la atención se produce. Puede que con esta tendencia creciente a acudir a la medicalización externa jueguen factores culturales y también sociales, como el número creciente de personas que viven solas y que tienen serias dificultades para pasar la gripe en casa entregados a sus únicos recursos. Sea como fuere, aquí hay una vertiente que la sociedad y también el gobierno catalán debe abordar, además de las carencias crónicas que tiene nuestra asistencia.
Pero, atención, porque cuando decimos que faltan médicos debemos añadir a continuación, comparados con qué, dado que la relación de profesionales por cada 1.000 habitantes según Eurostat es superior a la media europea. En 2021 había 4,6 médicos por cada 1.000 habitantes en Cataluña y en España. Alemania tenía 4,3, la media de la UE era de 4,2. Francia sólo llegaba a los 3,4 y en Reino Unido la situación era aún peor, con 3,2. Pero es evidente que este país tiene una crisis grave con su sanidad pública.
Sólo pequeños países como Austria y Noruega, que superan a los 5 médicos por cada 1.000 habitantes presentan resultados mejores que los catalanes, por tanto, no hay tanto un problema de falta de recursos como de organización, eficiencia y eficacia en los servicios. Sería necesario que una instancia externa independiente y de calidad verificada efectuara una auditoría de la sanidad catalana y del ICS porque seguramente revelaría que hay demasiadas cosas bajo la alfombra de la combinación entre corporativismo y políticos que impide resolverlas, y quienes pagamos las consecuencias somos los ciudadanos.