La última encuesta del CIS lo decía y obtuvo un amplio eco: los hombres, especialmente los jóvenes, se sienten mayoritariamente discriminados a consecuencia del feminismo de la guerra de géneros que impera en los gobiernos. También piensan así, según esa encuesta, 1/3 parte de las mujeres.
Ahora se ha publicado un nuevo estudio el Baròmetre Juventud y género. Identidades, representaciones y experiencias en una realidad social compleja 2023 en la que la fundación FAD aporta unos datos que confirman desde una perspectiva aquella situación.
Para empezar, las mujeres que se declaran feministas han retrocedido sustancialmente. Han pasado del 67% de 2021 al 57% en 2023. Ha caído 10 puntos en dos años. Es muchísimo. Y es la primera vez que ocurre. Es un indicador de la saturación que las propias mujeres van experimentando sobre esta materia.
En los hombres el retroceso ya había comenzado antes. En 2019 el 37% afirmaban sentirse feministas, en 2021 había bajado al 32% y en 2023 se ha reducido al 26%. Es decir, de significar algo más de 1 de cada 3 hombres, ha quedado reducido a 1 de cada 4, lo que significa que la inmensa mayoría se opone.
Todo ello tiene mucha lógica y las mismas informaciones periodísticas que dan cuenta de esta noticia demuestran los excesos del sesgo feminista. Por ejemplo, en La Vanguardia, uno de los puntales del feminismo de la guerra de géneros, Celeste López, clasifica como idea regresiva el hecho de que aumente el número de personas que creen que las mujeres están mejor preparadas para cuidar a sus hijos que los hombres . Parece que un pensamiento racional considerara que después de 9 meses de embarazo los vínculos de la afectividad y capacidad interpretativa entre la mujer y el hijo son por razones naturales más intensas que en el hombre, que lo percibe como un hecho externo a él. Pero, según el feminismo hegemónico ésta es una concepción regresiva, como consideran, continuando con el ejemplo de Celeste López, que el hecho de que el chico considere que debe proteger a la chica es un concepto patriarcal a liquidar.
Todo ello señala la anomalía española, que es grande y grave y comienza por las leyes, porque es ésta, más el dinero público, lo que ha modelado una determina mentalidad:
La ley española contra la violencia de género es única entre todos los estados miembros de la UE, en el sentido de que es la única que dice que la violencia de género sólo existe cuando es ejercida por el hombre hacia la mujer. En Europa hay 10 países que no tienen ninguna normativa que regule ni la violencia de género ni la violencia doméstica, y los otros 18, aquí se incluye Reino Unido, sí que la tienen, pero sólo 4 (Suecia, Bélgica, Irlanda y España), diferencian la violencia de género de la violencia doméstica. En otros términos, 24 países de la UE no tienen legislación específica o, si la tienen, hacen referencia sin diferenciación a la violencia doméstica. De los 4 restantes, tal y como hemos dicho, sólo el caso español considera que este conflicto existe si la acción violenta procede del hombre. En los demás países (Suecia, Bélgica, Irlanda) no existe esta diferenciación.
Pero la anomalía española continúa cuando se consideran los feminicidios, las fallecidas por la pareja. La prevalencia por cada millón de mujeres española es de sólo 2 y sólo presentan cifras inferiores en Italia, Grecia y Eslovaquia. En Alemania, por ejemplo, es de 3,7, en Francia de 3,1, en Finlandia de 6,1. En Inglaterra y el País de Gales de 3,4. Pero es que además muchos de los países no llevan una contabilidad específica de esta figura delictiva, de los feminicidios ocasionados por la pareja.
La tercera afectación hace referencia a la violencia en general: física, sexual, psicológica y económica. Letonia, Dinamarca, Reino Unido, Suecia, Bélgica, Finlandia, Eslovaquia y Luxemburgo, tienen una prevalencia de este tipo de violencia superior a la media de la UE. Por ejemplo, en Dinamarca, Reino Unido y Finlandia, además, tiene mucho peso la violencia física. Por debajo de la media se sitúan Austria, Croacia, Eslovenia, Malta, Irlanda, Chipre, Grecia, Portugal y especialmente España, que es uno de los países que registra una menor incidencia. También forma parte del grupo en el que existe menos afectación del tipo de violencia física, junto con Polonia, Austria, Croacia y Eslovenia. Sin embargo, debe observarse que el tipo de violencia más extendida es la violencia psicológica, que es la que incorpora una mayor carga de subjetividad en cuanto a su existencia.
Sea como fuere, todos los datos señalan un hecho absolutamente contradictorio que muestra cómo este tema está sujeto a una manipulación política que lleva décadas durando, en el caso de España. Siendo el país que presenta en todos los aspectos uno de los menores niveles de conflicto y violencia contra la mujer, es el que a su vez presenta leyes más duras y discriminatorias contra los hombres y dedica más recursos a esta cuestión .
Aquí hay un gran debate que debe abrirse porque no puede ser que una cuestión tan importante sea objeto de manipulaciones tan masivas y continuadas, que utilizan todo el poder del estado.