La reciente encuesta del CEO, con una muestra de 3.600 entrevistados a escala española, permite observar con claridad la dimensión del problema en Cataluña y en España, porque es fácil de resumir.
Un problema es la constatación de que la opinión pública española en temas clave relacionados con el asunto de Cataluña es muy diferente de la que se da en esta comunidad.
Aun considerando que las muestras del CEO sobre Cataluña presentan claros indicios al bies para favorecer la sobrerrepresentación independentista, es evidente que, a pesar de estos límites, la diferencia entre ambas colectividades existe y afecta a cuestiones importantes.
Es el caso de la situación de la autonomía. En el resto de España, el 51% considera que Cataluña tiene demasiada autonomía, mientras que en esta comunidad solo el 8,5% lo ve en los mismos términos. En sentido contrario, el 62,5% en Cataluña la considera insuficiente frente al 12% del resto de España. Son la cara y la cruz de una misma moneda que dificulta encarar las soluciones políticas porque ocupan posiciones nítidamente contrapuestas.
Lo mismo sucede, si bien más atenuado, en el capítulo de la política que se tiene que seguir. Mientras un 42,5% en Cataluña considera que hace falta una política de diálogo y negociación sin límites, tan solo el 21% tiene la misma opinión en el resto de España.
El segundo gran problema hace referencia a Cataluña y radica en el criterio político que se refleja también en un marco mental de considerar que el independentismo es la voz de la gran mayoría de catalanes cuando es evidente que no es así. Esta última encuesta del CEO pone de relieve una vez más que la respuesta independentista es afirmativa en función de cuál sea la pregunta, en un margen que se sitúa entre el 42% y el 48%, que desciende sustancialmente cuando la opción que se presenta es sobre fórmulas concretas de gobierno: estado independiente, autonomía, federalismo o centralismo.
En este supuesto, la opción por la independencia cae claramente del 40%. Por otro lado, cuando se plantea la cuestión catalana en términos de autodeterminación, se deja de lado que de hecho los ciudadanos ejercen este principio cada vez que hay elecciones, al menos desde que el independentismo es una oferta electoral masiva y normalizada. Más concretamente, en las elecciones que encabezó Mas con Junts pel Sí y que presentaron como una contienda electoral plebiscitaria, quedaron lejos de la mayoría absoluta. Mientras el independentismo no acepte la realidad de que es una parte grande del país, pero lejos de una mayoría clara, no asumirá una política que precisamente se fundamente en esta realidad.
Sin abordar estos dos problemas, más allá de la voluntad de sus protagonistas políticos directos, la solución siempre será difícil. Solo irrupciones importantes de la sociedad civil y no partidista podrían nivelar las diferencias y polarizaciones actuales.