Coinciden en el tiempo dos noticias negativas para Catalunya que, lejos de ser anecdóticas, afectan a la propia estructura del país. Al mismo tiempo, existe una noticia positiva, diferente en su naturaleza, que tiene un impacto material y concreto, contribuyendo a un ambiente más favorable tanto en el ámbito económico como en el político. Empecemos por la buena.
La noticia positiva es el regreso de la sede social de Cementos Molinos a Cataluña. No se trata del centro de producción ni de dirección, que nunca abandonaron Cataluña, pero éste es el regreso de la primera gran empresa que trasladó su sede social, en este caso a Madrid, durante el conflicto por la independencia.
Aunque no es la primera empresa que reubica su sede en Catalunya, las anteriores eran pequeñas y no tenían el impacto significativo que tiene Ciments Molins. Este hecho es particularmente beneficioso tanto para el gobierno de la Generalitat como para el gobierno de España, ya que refuerza la idea de que la vía iniciada por el presidente Pedro Sánchez y las propuestas que Salvador Illa está impulsando en la Generalitat funcionan.
Para los partidos independentistas, la interpretación de esta noticia es ambivalente: por un lado, es positivo que la visión del empresariado respecto a la estabilidad en Cataluña se normalice, pero, por otro lado, confirma que el independentismo no tiene salida política y no logra inspirar miedo.
Por otra parte, las dos malas noticias tienen una gran relevancia y afectan a aspectos muy profundos que amenazan a nuestro futuro a corto plazo. Aunque pertenecen a ámbitos distintos, se complementan negativamente. Ambas confirman un diagnóstico crítico que ya se intuía: la falta de mejora en la productividad y los malos resultados en educación.
El Consejo General de Economistas ha dado a conocer un estudio sobre la productividad en España que confirma que el país no arranca. En el período 2013-2022, la productividad española ha aumentado tan sólo un 0,4% anual, la mitad del promedio de los países de la Unión Europea. De hecho, España ocupa el quinto puesto por la cola en cuanto a resultados de productividad, y la situación es más preocupante si consideramos que el crecimiento europeo ya es mediocre. Sólo Polonia, entre los grandes países de la Unión, junto a Bulgaria, Irlanda, Letonia y Malta, tiene cifras de productividad cercanas al 2%, lo que es excelente.
En este contexto, Cataluña se encuentra en una situación mediocre: está por encima de la media española, pero sigue en la cola de Europa. De hecho, sólo tres comunidades autónomas alcanzan la media europea: País Vasco, Madrid y Navarra. País Vasco lidera con una productividad de 62.246 euros por persona ocupada, seguido por Madrid con 59.728 euros y Navarra con 59.152 euros, Catalunya se sitúa ya a una distancia considerable, con 55.732 euros, por debajo de la media española de 52.916 euros. Esto significa que la productividad de Catalunya es sólo el 89,5% de la del País Vasco.
La ecuación es clara: si la productividad europea es menor que la de China y Estados Unidos, y Cataluña tiene una productividad menor que la europea, las perspectivas a corto y medio plazo no son esperanzadoras en una economía global como la nuestra.
La segunda mala noticia proviene de los resultados educativos. Las pruebas internacionales en matemáticas y ciencias para alumnos de primaria, conocidas como el informe TIMSS (Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias), muestran que España también está en la cola. En matemáticas, España ocupa el quinto puesto empezando por el final, con una puntuación de 498, muy por debajo de la media de la Unión Europea (514) y de la OCDE (525). En los primeros puestos destacan Corea del Sur (594 puntos) y Japón (591), seguidos de países europeos como Lituania, Turquía, Reino Unido y Polonia.
Es necesario destacar el caso polaco, que con una inversión por alumno modesta en comparación con la española, ha logrado situarse entre los primeros puestos. Polonia hace tiempo que supera a la que fue la mitificada Finlandia, aunque, a diferencia de esta última, Polonia es sistemáticamente ignorada en España. En ciencias, Polonia también destaca, ocupando el quinto puesto detrás de Corea del Sur, Turquía, Reino Unido y Japón. Los países que lideran en matemáticas suelen hacerlo también en ciencias, mientras que España ocupa el sexto lugar por la cola.
En este contexto de malos resultados, es necesario analizar el rendimiento de las comunidades autónomas. Las mejores puntuaciones en matemáticas las obtienen Castilla y León (522 puntos), Asturias (520) y la Comunidad de Madrid (519), seguidas de Navarra (517). Estos resultados superan a la media europea, aunque están por debajo de la media de la OCDE. En ciencias, los mejores rendimientos son los de Asturias, Galicia, Castilla y León, y la Comunidad de Madrid, cuyos logros se acercan a la media internacional y superan claramente a la media europea.
En cuanto a Catalunya, ocupa los últimos puestos, con 489 puntos en matemáticas, sólo por delante de Canarias (485) y Baleares (473). Estos resultados sitúan a Catalunya fuera incluso del nivel de Francia, que es el peor de Europa con 484 puntos. En ciencias, la situación es similar. Estos pobres resultados son particularmente preocupantes para un país con alta densidad universitaria, científica y tecnológica, ya que indican graves limitaciones para el futuro. Además, estos malos resultados en primaria auguran un rendimiento igualmente deficiente en las pruebas PISA de los estudiantes de 15 años.
Algo parecido sucede en el capítulo de ciencias con respecto a los primeros puestos y a los últimos. Cataluña también está en la cola, sólo teniendo por detrás a Canarias y Baleares. Este resultado puede explicarse, en el caso de estas dos últimas comunidades, por el peso combinado del turismo y la inmigración. Los resultados de Cataluña, si bien también están influenciados por estos factores, no pueden explicarlo todo por sí mismos, dado el desarrollo industrial y del sector terciario avanzado que caracteriza a esta comunidad.
Una de las explicaciones para estos malos datos es la influencia de la inmigración: un alumno nativo tiene una ventaja de 22 puntos en matemáticas y 21 en ciencias respecto a un inmigrante. En Madrid y Cataluña, esta brecha se amplía a 30 puntos.
Sin embargo, Madrid, con una proporción de inmigrantes similar a la de Cataluña, obtiene mejores resultados, lo que demuestra que el sistema educativo puede marcar la diferencia.
En Cataluña, el sistema no consigue reducir esta distancia, lo que significa que la primera generación de inmigrantes seguirá teniendo, al menos inicialmente, un capital humano inferior al de la población local, lo que también afecta a la productividad.
Éste es un aspecto políticamente sensible, pero es fundamental abordarlo para evitar que se sigan deteriorando las expectativas de futuro y para garantizar que la enseñanza funcione como un ascensor social, especialmente para la población inmigrante. En el caso catalán, el escenario es aún peor, ya que, a diferencia de Madrid, no se compensa el hándicap migratorio por otras vías, lo que contribuye a la crisis del sistema educativo en su conjunto.