Otro factor que incide en la baja natalidad catalana es el número significativo de interrupciones voluntarias del embarazo. Entre 2010 y 2020, Cataluña ha registrado cada año miles de abortos, lo que reduce directamente el número de potenciales nacimientos.
Por ejemplo, en el 2021 se produjeron unos 19.500 abortos voluntarios en Catalunya, una cifra nada despreciable frente a los 57.700 nacimientos que hubo ese año. Esto equivale aproximadamente a 1 aborto por cada 3 nacidos. En otras palabras, si estos embarazos hubieran culminado, el número de nacimientos anuales sería alrededor de un 33% mayor.
La tasa de abortos (número de IVE por cada 1.000 mujeres de 15-44 años) también es elevada en comparación con décadas pasadas, reflejando que una proporción importante de embarazos no se llevan a cabo.
El impacto de estas interrupciones en la natalidad no es menor. Desde la aprobación de leyes más permisivas en 2010, Cataluña (al igual que España en general) ha visto estabilizarse el número de abortos en rangos altos. A escala española, en 2019 se contabilizaron más de 99.000 IVE, de las que Cataluña aporta una parte sustancial como una de las comunidades más pobladas y con mayor acceso a estos servicios.
Si bien el aborto es una decisión personal con múltiples motivaciones, desde el punto de vista demográfico implica que miles de potenciales nacimientos anuales no se producen. Algunos demógrafos señalan que, de cada cuatro concepciones en Cataluña, aproximadamente una termina en interrupción voluntaria, lo que merma el crecimiento natural poblacional en esta misma magnitud.
Además, el volumen de abortos pone de manifiesto factores sociales relacionados con la natalidad: por un lado, la falta de apoyo a mujeres gestantes en situaciones difíciles (económicas, laborales, familiares) que podría llevar a más mujeres a continuar con sus embarazos si tuvieran más facilidades; por otra parte, la necesidad de mayor educación sexual y acceso a anticoncepción para evitar embarazos no deseados.
De cualquier modo, las cifras actuales indican que una parte importante de las gestaciones en Cataluña termina en aborto, lo que contribuye a mantener baja la cifra final de nacimientos año tras año.
Pero esta cuestión nunca es abordada, por el contrario, cada vez se fomenta más el aborto: gratuidad con cargo a los presupuestos, supresión del tiempo de reflexión, ninguna información sobre las alternativas posibles para que la mujer pueda ejercer una verdadera libertad de elección, insuficiencia de estas alternativas, ninguna información previa a la mujer sobre la naturaleza humana del hijo engendrado, cero informaciones sobre las frecuentes consecuencias negativas del aborto, que en definitiva es la interrupción brusca y deliberada de un proceso natural. Al mismo tiempo, las ayudas a mujeres embarazadas no existen como política pública.
Menos matrimonios, menos hijos
La tasa de nupcialidad en Cataluña ha caído significativamente desde 2010, en paralelo a la bajada de la natalidad. Cada vez se celebran menos matrimonios (y más tarde), lo que influye en la formación de familias y en la decisión de tener hijos.
En 2010, la tasa bruta de nupcialidad en Cataluña era de 3,63 bodas por cada 1.000 habitantes. En 2019, justo antes de la pandemia, ya había descendido a 3,51% (26.000 matrimonios ese año), y en 2020 cayó abruptamente a apenas 2,02% debido a las restricciones sanitarias. Si bien hubo una recuperación parcial después de la pandemia (3,40% en 2023, con 27.068 matrimonios), la tendencia de fondo sigue siendo de boda tardía o de ausencia de matrimonio. De hecho, comparado con inicios de siglo, la tasa actual es muy baja: en 2000 se casaban más de 5 personas por cada mil habitantes en Cataluña; hoy, algo más de 3%.
Este fenómeno se traduce en que muchas parejas se forman más tarde o no se casan nunca, a menudo conviviendo de hecho sin matrimonio o permaneciendo solteras. La edad media en el primer matrimonio supera ya los 32 años en Cataluña, varios años más que hace dos décadas. La relación entre nupcialidad y natalidad es estrecha: tradicionalmente, el matrimonio ha sido el marco en el que nacían la mayoría de hijos.
Aunque hoy ha crecido la proporción de nacimientos fuera del matrimonio (en España, casi el 50% de los nacidos en 2022 fueron de madre no casada), el retraso en la formación de una pareja estable suele implicar también retraso en la decisión de tener hijos. Muchas mujeres y hombres no contemplan la maternidad/paternidad hasta consolidar su vida en pareja y su situación económica. Con matrimonios tardíos o menor estabilidad de las relaciones, se acorta la etapa fértil en pareja y se reduce el número de hijos posible.
Cataluña comparte esta dinámica con otras sociedades avanzadas, pero aquí se suma la falta de políticas que faciliten la conciliación familiar fuera del matrimonio.
Por ejemplo, países nórdicos o Francia, donde tener hijos fuera del matrimonio es común, ofrecen amplias ayudas a las parejas de hecho y a madres solteras (guarderías públicas, subsidios por hijo, etc.). En España y Cataluña, estas ayudas son más limitadas, lo que penaliza especialmente a las familias no tradicionales.
Así, aunque cada vez más niños catalanes nacen de parejas no casadas (un 42% en 2010 y cerca de un 50% en la actualidad), la baja nupcialidad sigue siendo un indicador de inestabilidad o de postergación de proyectos familiares, contribuyendo a la baja natalidad.
En resumen, menos bodas suele implicar menos bebés, salvo que vayan acompañados de un fuerte apoyo social a la crianza al margen del estado civil, algo en lo que Cataluña todavía presenta carencias.
Cataluña: desastre demográfico. La Generalitat impasible el gesto (2)
Menos bodas suele implicar menos bebés, salvo que vayan acompañados de un fuerte apoyo social a la crianza al margen del estado civil, algo en lo que Cataluña todavía presenta carencias Compartir en X