De acuerdo con el último sondeo del ICPS, bastantes candidatos a las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña son poco conocidos incluso entre sus propios votantes. Hay que recordar que en términos demoscópicos un candidato sólo empieza a tener significación cuando su grado de conocimiento por el conjunto de la población se sitúa por encima del 75%, y los grandes candidatos deben llegar a un grado de conocimiento de hasta el 90% .
A partir de este criterio objetivo, queda claro que en Cataluña sólo hay dos grandes nombres entre los que han sido encuestados. Son Puigdemont con un 95,2% de conocimiento y Junqueras con un 91,8%. Puede sorprender, en parte, que Miquel Iceta, que está en la política desde épocas lejanas, que es el líder del PSC y ha concurrido en anteriores elecciones, sólo tenga un nivel de conocimiento general del 74,5%, el límite de lo que se puede considerar como razonablemente bueno. Pere Aragonés, cabeza de lista de ERC, todavía sale más mal parado porque sólo llega al 63,6%. Y a partir de ahí las cifras son realmente deficientes. Carles Riera y Carlos Carrizosa se sitúan en el 50%. Jessica Albiach, la presidenta del grupo parlamentario de Cataluña en Común, sólo asume un migrado 40,5% de conocimiento general, y Alejandro Fernández, del PP, aun obtiene un porcentaje peor, el 37,1%. Resulta llamativo que una parte de estos candidatos son además mal conocidos por sus propios votantes. A Fernández sólo le conocen un 48% de sus electores, a Albiach el 60% y a Carrizosa poco más de la mitad, el 53%. Es decir, no hay ni liderazgo social ni político en estos nombres. En una escala de conocimiento muy superior entre sus propios electores, porque superan el 80%, encontramos tres nombres: Iceta, Aragonés y Riera. Aquí la sorpresa relativa radica una vez más en Iceta porque a estas alturas todavía hay un 17% de electores del PSC que dicen que no lo conocen.
En contrapartida Puigdemont y Junqueras son conocidos prácticamente por el 100% de la población.
Está claro que el tema de los candidatos es muy relativo porque influye poco a la hora de votar. Lo que pesa son las siglas. El votante de la CUP, por ejemplo, y el de ERC, se guían básicamente por la etiqueta. Y a distancia, pero también significativamente, en el PSC y Cataluña en Común sucede algo parecido: la etiqueta, el voto en el 60% aproximadamente de los votantes. En contrapartida, en los partidos que podríamos situar como centroderecha, el peso del partido sigue siendo superior al candidato, pero es menor que en los partidos de izquierda. Entre una tercera parte y el 40% de estos votantes afirman que pesa más el candidato que el partido. Hay, por tanto, una cierta proporcionalidad entre la sigla y el nombre de la persona que la encabeza.
Posiblemente, esta característica, la importancia de las siglas, ha contribuido al sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, donde lo que cuenta es el partido, y fuera del primero de la lista, en el mejor de los casos, no se conoce al resto de diputados. Este distanciamiento de la política real por parte del ciudadano, de las personas que lo han de realizar, sus representantes, explica la acentuación de la partitocracia en nuestro país.