Se ha hecho público el primer cartel electoral de Illa como candidato del PSC. Figura una foto suya de frente, y debajo sólo una palabra «presidente «. No parece demasiado acertado que los socialistas catalanes vendan la piel del oso antes de haberlo cazado y, pasando por encima de lo que decidirán los catalanes, ya presenten a Illa como presidente. Es una campaña de perfil mesiánico.
Illa, que recordemos que ha obtenido un resultado pésimo como ministro, que se ve salvado como persona gracias a su excelente carácter, puede pagar un costo por ser presentado como el hombre que redimirá Cataluña, como el «presidente«. Cabe recordar un precedente en esta línea, el de Artur Mas, cuando su campaña electoral para revalidar la Generalitat le presentaba con unas imágenes con los brazos abiertos liderando el país como un nuevo Moisés. El resultado es que salió peor parado de las elecciones de lo que le otorgaban las encuestas.
Por otra parte, desde el punto de vista de lo que sabemos hoy, la presidencia de Illa es objetivamente improbable. Primero, porque excepto el CIS del inefable Tezanos, muy pocas encuestas más sitúan al PSC como primera fuerza. No se trata de discutir que pueda quedar primera, sino que también puede ocupar la segunda posición o, como señalan los últimos sondeos, la tercera. Pero es que, incluso, quedando en primer lugar no está claro cómo podría tener la mayoría necesaria para gobernar. ¿Con quién gobernaría, con los Comunes? Ni de lejos es suficiente. ¿Se añadiría ERC, o bien dispondría de su apoyo parlamentario? Es posible, pero entonces estaríamos ante un nuevo tripartito con todo lo que ello significa. No, no es fácil hacer de Illa el presidente y, en todo caso, es excesivo presentarlo ya en estos términos.
Su llegada, más la orientación general que toma la campaña anuncia que esta tratará por fin sobre los grandes problemas concretos que afectan a los catalanes. Ya sería hora. Nos gustaría mucho oír qué tienen que decir los candidatos para abordar el problema vital más grave que padecemos, el de la pandemia y la vacunación, y conocer qué nos preparan para que podamos disfrutar de las ayudas europeas por los proyectos Next Generation, y también que pudiéramos entrar en los grandes agujeros negros que tiene Cataluña .
Por ejemplo, que la campaña abordara este desastre histórico que es el canal Segarra-Garrigues iniciado en 2002 y que ahora con suerte quizás termina en el 2032. Y no es una broma. Los agricultores que empezaron a hacer la concentración parcelaria al inicio, en la primera década de este siglo, y que tenían en torno a los 50 años, cuando termine el regadío tendrán 80. Será la segunda obra más cara de Cataluña, con el riesgo de que cuando acabe ya no haya agricultores que puedan cultivar los terrenos transformados. El Segarra-Garrigues es la obra más costosa que ha puesto en marcha la Generalitat, tras la inacabada, el otro agujero negro, línea 9 del metro.
Ha significado un gasto para la Generalitat de 1.100 millónes de euros, y 1.000 más del gobierno central. Está finalizada prácticamente toda la red primaria, la que permite distribuir el agua del canal, pero está pendiente la mayor parte del resto de la red, la que lleva el agua a pie de parcela. Hoy, 18 años después de haber comenzado, de las 70.000 hectáreas, que es el potencial que cubre la red primaria, sólo se riegan 12.000. Es una inversión ruinosa a la que se añade la desviación en el presupuesto final que puede llegar a ser de un 80%. Todo ello es un escándalo sobre el cual nunca la Generalitat ha querido hacer una auditoría ni crear una comisión en el Parlamento. Quizás, ahora los candidatos, empezando por el mismo Illa, quieran aprovechar la campaña para abordar cuestiones de esta naturaleza.
Y ya puestos, no estaría de más que se preocuparan de una vez por todas de la agricultura. Mucha ley de lucha contra el cambio climático, mucha sostenibilidad, pero todo está en el lavadero. El cambio climático exige revisar el uso del agua en los regadíos actuales y extenderlos, como haría el Segarra-Garrigues, si es que queremos un cierto grado de soberanía alimentaria y productos de proximidad. Y es decisivo a la vez ahorrar agua y para ell hay reducir el riego por gravedad y transformarlo en sistemas más eficaces, y aquí, vergüenza, hay que añadir que Cataluña es de entre todas las comunidades la que todavía tiene el porcentaje más alto de este tipo de regadío sobre el total que se riega. Prácticamente la mitad (48%).