Vivimos bajo los efectos de un engaño masivo. Es el caso, por ejemplo, de cómo se explica la transición ecológica y cuál es la situación real y las perspectivas de futuro. Dentro de esta dinámica de darnos gato por liebre destaca cada vez más el caso de la guerra de Ucrania.
Los medios de comunicación, de forma casi unánime, señalan reiteradamente las enormes destrucciones que sufre el ejército ruso, que ya habría perdido decenas de miles de soldados y miles de carros de combate y vehículos destruidos. Sin negar que han tenido bajas importantes, lo extraño es que no se informe de nada de lo que está más al alcance, de las pérdidas del ejército de Ucrania y se traspase la situación de que la batalla con Rusia se está ganando. Lo único concreto que hasta ahora sabemos es que los cementerios se han quedado pequeños para enterrar a tantos soldados muertos.
Pero, la realidad es que de forma lenta y sistemática el ejército ruso continúa su avance en el Donbass. Continúan los bombardeos del baluarte de Lysychannsk-Sievierodonetsk. Este punto clave no ha sido conquistado, pero la intensidad de los bombardeos lo sitúa en un estado crítico. Además, han progresado los intentos de flanquearlo. Más al sur también se combate en la zona de Toshkykael, lo que representaría que las tropas rusas han logrado ya posicionarse en el oeste del río Donetsk y que las tropas ucranianas están conteniendo los ataques rusos para facilitar el repliegue de sus fuerzas hacia el oeste.
Más al sur las tropas rusas han llegado a la zona de Svitlodarsk-Mironovsky y muy cerca de Artémivsk, población vital que ahora se ve amenazada tanto desde el este como desde el suroeste. En la parte norte del despliegue ruso se combate en Límano, si cae se facilitaría la penetración rusa hacia Sloviansk. Todo ello señala que la provincia de Luganask, excepto el mencionado baluarte, está en manos de las tropas rusas. Si éstas logran ocupar, como parece, la provincia de Deonetsk, habiendo consolidado sus posiciones en Mariúpolo y el control de las aguas adyacentes a este puerto, Rusia habría consolidado sus posiciones desde Crimea hasta la frontera rusa en el este, que han sido presentadas como los objetivos prioritarios para Putin. En esta durísima guerra de desgaste, Ucrania habría perdido una parte importante del territorio. Tanto en extensión como en importancia económica habría quedado muy limitada y condicionada en su acceso al mar y registrado un terrible desastre en destrucción de vidas humanas y daños materiales, al que habría que añadir el importante desplazamiento de población registrado.
Éste es el panorama real de la guerra que lleva a dos hipótesis. Primera, el daño ucraniano. Segunda, verse obligado este país a sentarse en la mesa de negociaciones después de que Rusia hubiera alcanzado dichos objetivos, con la amenaza de que, de no ser así, la guerra de desgaste continuaría en dirección a Odessa, liquidando toda salida al mar de Kiev y continuando las operaciones hacia el codo del río Dniéper, amenazando con más pérdidas territoriales.
No está lejos el momento en que Alemania, Francia e Italia, sobre todo, aprovechen cualquier oportunidad negociadora que ofrezca Rusia para insistir en que hay que sentarse en la mesa. La pregunta es si ya sabíamos por lo pronto que esto acabaría así y que Ucrania no tenía ninguna posibilidad de derrotar al invasor, ¿por qué todos no han creado las condiciones necesarias para aprovechar las primeras negociaciones que se produjeron y evitar tanta destrucción y tantos muertos?