La noticia es pública y notoria. Y las fotografías de los dirigentes del banco sonrientes y satisfechos también. El Banco Santander ha ganado de enero a junio 5.241 millones de euros, lo que representa en términos interanuales un 7,1% más.
Sus ingresos crecieron un 12,4% ascendiendo a 28.234 millones. Todo ello se debe a la mejora de su rendimiento en Europa, sobre todo por las subidas de los tipos de interés que propiciaron un incremento del 15% además considerado en euros constantes. Claro, esta fuente obtiene tal mejora porque retribuyen muy poco el ahorro. En realidad, esta cifra del 15% es la media de toda la actividad, porque en Europa el margen ha sido aún más amplio, de un escandaloso 32%, ocupando, como no podía ser de otra manera, España uno de los lugares más destacados porque es el país de Europa donde se retribuye menos el dinero que se lleva a los bancos.
Por su parte, los ingresos por comisiones también crecieron un 5%. Sumado y restado el margen de los intereses les proporcionó la astronómica cifra, hablemos de un semestre, de 20.920 millones de euros y las comisiones 6.103 millones. Una gran parte de ese dinero sale de nuestros bolsillos si tenemos relación con el Banco Santander, aunque también hay que decir que es una característica bastante extendida en todos los demás grandes bancos.
Cada vez cobran más comisiones por todo y además y en nombre de la digitalización nos hacen realizar operaciones que antes el banco nos resolvía. Pagamos sus beneficios por dos vías: con nuestro trabajo y con los intereses que nos dejan de pagar. Todo ello se beneficia de una situación de oligopolio de los grandes bancos que pone de relieve la evidencia de que la liquidación de las cajas de ahorro fue una operación a su servicio. De ahí la urgencia y necesidad de recuperar esta figura para contrapesar esta situación de abuso de las grandes instancias financieras.
El impuesto a la banca son los donuts de la historia. Sirven para presentar una aparente batalla entre un gobierno que se quiere progresista y la gran banca. En la práctica los resultados serán muy migrados, y más si resulta que, por mala técnica jurídica, el nuevo impuesto se va al garete. Los ciudadanos no necesitamos impuestos a la banca que abulten las finanzas del estado porque sale todo de nuestros bolsillos y todo impuesto de este tipo acaba repercutiendo sobre ellos.
Lo que necesitamos es que se deshaga el oligopolio y una legislación que determine una mejor relación entre los intereses que perciben los bancos y la remuneración del ahorro privado y también una mejor regulación de los servicios y los cuidados que gratuitamente deben prestar los bancos. Ésta sí que sería una política de progreso. Todo lo demás es pura escenificación de un conflicto entre dos poderes, el de la gran banca y el del estado, que en realidad van de la mano.