El gobierno municipal de Collboni, que intenta gobernar con una pequeña mayoría de 10 concejales sobre 41, se ha visto obligado a retirar su proyecto de presupuestos de la correspondiente comisión porque de lo contrario habría sido clamorosamente derrotado, porque solo contaba con los votos de sus concejales.
Con un riesgo similar, pero de consecuencias más reparables, se encuentra la aprobación de las correspondientes ordenanzas para el próximo año. Estas deben acordarse en plenario antes de finalizar el año para que puedan ser efectivas a partir del 1 de enero. En caso contrario, se mantienen las preexistentes. Esta es una diferencia con los presupuestos, dado que estos tienen un mayor recorrido temporal y pueden ser aprobados a inicios del próximo año.
Este hecho pone de relieve la debilidad del gobierno municipal, que ve empantanada la aprobación de sus dos instrumentos más importantes que el ayuntamiento tiene para su gestión: los presupuestos y las ordenanzas municipales.
Pero, incluso, en caso de que se aprueben, el resultado no expresará un programa de gobierno diferente, sino que será la recopilación de un conjunto de parches que cada fuerza política habrá intentado introducir y que será aprobado por la correlación de fuerzas que de la mayoría en esa cuestión concreta. De esta forma es difícil que exista un proyecto coherente de ciudad y este hecho cada vez se manifiesta de forma más evidente.
Todo esto ocurre cuando Barcelona tiene grandes retos y necesidades a resolver. Entre todos ellos, tres son muy decisivos para el presente y futuro de la ciudad y que presentan el problema adicional de ser ignorados por el gobierno y parte de la oposición.
La movilidad
El primero de estos problemas es la movilidad. Pese a que Barcelona tiene menos coches circulando que antes de la covid, el acceso a Barcelona y los desplazamientos interiores se han convertido en una aventura llena de incertidumbres y tiempo perdido.
La combinación del urbanismo táctico que no ha sido revertido, la proliferación de carriles bici sin tener en cuenta la incidencia agregada de todos ellos, el corte de vías estratégicas como Laietana o Consell de Cent, obras deliberadamente pensadas para dificultar el acceso a la ciudad como el túnel de Glòries, las deficiencias del transporte metropolitano y el creciente mal funcionamiento de los autobuses, que también pagan las consecuencias del estrangulamiento de la movilidad en Barcelona, hacen que lo que es el centro del área metropolitana y la capital de Cataluña sea muy poco permeable a la accesibilidad exterior y al movimiento interno.
Cada vez más la capital se va convirtiendo en una ciudad autoreferenciada que vive cara adentro excepto en lo que se refiere al city marketing, lo que constituye una contradicción fragante con la voluntad de capitalidad mediterránea y cocapitalidad española.
Coches con etiqueta amarilla
Un segundo problema que no está sobre la mesa y que permanece lleno de incertidumbres es que en principio el 1 de enero ya no podrán circular por la ciudad los coches con etiqueta amarilla, que aproximadamente son 1/3 de los vehículos que actualmente integran la movilidad privada de Barcelona.
Esta norma general se ve en el caso de Barcelona alterada porque la ZBE está suspendida por decisión judicial, recurrida por el ayuntamiento y como ese aumento de circular está relacionado con el ámbito de la ZBE no queda claro si se aplicará en Barcelona o no. En cualquier caso, el trauma que significa liquidar 1/3 de los vehículos es insólito. Nunca se ha producido un fenómeno de semejante magnitud.
Pero el ayuntamiento permanece callado, no informa, no contempla, y cada día que pasa el riesgo de confusión y desorden crece. Podríamos pensar que este problema es de tal magnitud que no puede llegar a hacerse efectivo, pero solo hay que recordar la imprevisión del gobierno de la Generalitat y español cuando la desaparición de los peajes de la AP-7, que ha dado lugar a un colapso permanente de este eje de comunicación fundamental por falta de previsión y actuación de los gobiernos. Por tanto, la magnitud del problema no es ninguna garantía de que no ocurra, dada la calidad de nuestros gobernantes.
La lengua y cultura catalana
El ayuntamiento siempre ha puesto de relieve su importante papel en la actividad cultural. Pues bien, ahora existe una amenaza creciente sobre una de las esencias de la ciudad: la lengua y cultura catalana, que cada vez se encuentra más presionada por la evolución demográfica y la social que esta empuja.
La combinación de una población cada vez más envejecida y la sustitución por falta de hijos de la población en edad activa por personas nacidas en el extranjero, están desplazando rápidamente el uso social del catalán y creando cada vez más dominios monolingües en español. Ahora, casi el 30% de los habitantes de Barcelona son de origen extranjero y tienen en el castellano su lengua materna o su opción de relación aprendida para la relación social. No van a pasar demasiados años si no se hace nada para que el gobierno catalán quede limitado a reductos militantes. Y con él, la cultura de expresión catalana. Este es un grave problema que crece ante la indiferencia de Collboni y su gobierno.