Los análisis teóricos sobre los efectos de la población en la economía constituyen un capítulo muy bien nutrido, tanto a nivel económico como sociológico. No será objeto de este informe analizarlos con detalle, pero sí resulta conveniente considerar determinados aspectos generales, como los relacionados con la natalidad y el envejecimiento de la población.
Con carácter general, una tasa de fertilidad inferior a la de reemplazo, de 2,1 hijos por mujer (15-45 años) se traduce en una pérdida de población, en un progresivo envejecimiento de ésta y un aumento del sobreenvejecimiento, (la proporción de la población más anciana –85 y más años– por cada 100 adultos de 65 y más años).
Cuando ese desequilibrio se traslada de forma significativa al balance vegetativo en forma de déficit, sus efectos ya no se miden en décadas, sino mucho más a corto plazo. Es una característica de los territorios demográficamente regresivos, que también acaban siéndolo en el ámbito económico. La velocidad de este impacto es variable en función de la productividad que posea la economía de ese territorio. A partir de este hecho, la sociedad y su economía se transforman y la entrada en juego de la variable inmigración, que en términos cuantitativos demográficos puede resolver la situación en este aspecto, acentúa la dinámica transformadora. Todo esto son cuestiones generales bien conocidas que deben tenerse en consideración en el diagnóstico sobre Barcelona.
Sabemos también que la población incide sobre los factores del crecimiento económico. Lo hace sobre el stock de Capital (k) si la estructura de edad se va viendo sustancialmente modificada. Como es obvio afecta a la disponibilidad de Trabajo (L) y de Capital humano (h),
En el primer caso, la inmigración puede resolver los déficits, pero en el segundo, la cuestión debe ser matizada porque entra en juego la productividad inherente al capital humano de cada trabajador. La media de edad de la población, considerada también, guarda relación con la productividad. Ésta, a su vez, está relacionada con el método de producción que se aplica (F) y el Progreso Técnico, que viene a recoger todos los factores que afectan a la productividad (A). No es necesario desarrollar más los conceptos para constatar las interrelaciones entre demografía y economía, su complejidad y sus consecuencias y, de este modo, advertir que las cuestiones clave de déficit vegetativo, baja natalidad y envejecimiento, no se resuelven simplemente a base de apelar a la inmigración, porque todo resulta más complejo. El populismo demográfico se deshace con el sentido que se dé, y esto es muy peligroso.
La estructura y dinámica demográfica afecta, además, a dos condiciones generales del sistema económico, la de la propensión a la desigualdad y a la deflación. Piketty apunta a la primera, y la situación crónica de Japón a la segunda.
Existe la teoría, discutida, de que el crecimiento de la población favorece el progreso técnico. Son ya clásicas en este sentido las tesis Boserup, Kremer (1993) y su extraordinario estudio “Population Growth and Technological Change: One Million BC To 1990”, y de Becker (segunda época). También en la producción académica local, García Duran (a partir de Kremer) establece que la elasticidad del progreso técnico es mayor en relación con la población que con la tecnología.
La tabla adjunta nos dice algo consistente en este sentido. Para un período de un cuarto de siglo (1980-2005), los países desarrollados muestran una notable relación entre productividad y natalidad, con la única excepción de Estados Unidos en la primera década.
Otro aspecto que destacar radica en la estructura de edad de la población y su relación con la productividad. La creatividad se concentra en la población menor de 40 años y su máximo se sitúa entre los 30 y 40 años, con una desviación según la actividad de (+) 4 a 10 años.
Por otra parte, los ingresos salariales máximos se alcanzan entre los 45 y 55 años, estando desplazados hacia adelante en relación con la productividad (este hecho ayuda a entender mejor la lógica interna de las jubilaciones anticipadas). En la medida en que la población que trabaja envejece se alteran las condiciones de crecimiento económico. En el caso de España, y según el INE, la mediana edad de la población española en 2022 es de 45 años, la de los extranjeros es de 37,1 años, mientras que la de los nacidos en España es de 46,1 años. Esta cifra se ha incrementado en 14,6 años desde 1975. Esto significa que la población autóctona se encuentra ya como media de edad fuera del período de máxima productividad y ha entrado en la fase más alta. No es el caso de los inmigrantes, pero dado que éstos están muy mayoritariamente empleados en sectores económicos de baja productividad, no resuelven el desequilibrio.
La media de edad de la población de Barcelona se desplaza al alza y se sitúa en máximos históricos: 44,2 años, y ello gracias al elevado contingente de población inmigrada, como veremos más delante.
Esto significa también que la población dotada de una mayor productividad, que básicamente es autóctona, con la excepción de la inmigración europea, que es minoritaria, tiende a reducirse.
La dinámica de población no ofrece una mejora de estas condiciones. Es el caso de la relación entre el grupo de edad decisivo de 35 a 54 años con respecto al grupo de 65 y más años. En esta medición los países peor situados en el horizonte 2050 son, por un lado, Japón (0,58) y Corea del Sur (0,65), y en el caso de Europa, Italia (0,69), Alemania (0,69) y España (0,70).
Apuntaba anteriormente la relación específica entre demografía y desigualdad y citaba en concreto a Piketty. Tiene interés observar su tratamiento de la cuestión. El economista francés escribe: “El factor más importante a largo plazo que explica el aumento del capital privado en Europa en los últimos 40 años es la ralentización del crecimiento, sobre todo demográfico (2014, p223)”. Esto puede explicarse por su segunda ley fundamental del capitalismo ß= s/g; es decir, el ratio beta de capital/renta se correlaciona con la tasa de ahorro y la tasa de crecimiento. Pero en realidad ß = s/(g+n), siendo n la tasa de crecimiento de la población.
En esta consideración se prescinde de la naturaleza del crecimiento de la población, pero ya hemos visto las razones por las que la dimensión cualitativa de este crecimiento es muy importante por relacionarse con la productividad. Si n crece, pero este aumento se traduce en un empleo de baja productividad y una ruptura de la pirámide demográfica, en el sentido de que existe poca población infantil y adolescente, no determina una disminución de la desigualdad, y sí más bien lo contrario, se dará un hecho adicional con efecto a largo plazo: los hijos de estos inmigrantes nacidos aquí, con familias situadas en los últimos percentiles de renta, escasos en capital social y humano como resultado de su condición de inmigrante, con un sistema social y educativo tan deficiente como el español y el catalán, que no es capaz de reducir la pobreza infantil ni las desigualdades educativas, dará lugar a futuras generaciones, éstas ya sí autóctonas, de escaso capital humano y consiguientemente de escasa productividad.
De hecho, es un proceso que de forma incipiente estamos viviendo y a a partir de la primera ola inmigratoria de este siglo. Sus consecuencias superan el ámbito económico y constituyen un grave problema social que carece de políticas públicas que lo aborden y que estimulan la continuidad del problema crónico español de su baja productividad. Según Jordi Gual ( LV27agosto2023), “la productividad medida en PIB real por persona ocupada ha crecido en el período 2008-2022 tan sólo un 5,6%, “ y todavía“ esta cifra se concentra entre 2008-2013” el período de la crisis fue alcanzada vía despidos, mientras que a partir de aquella fecha «ha estado en retroceso«
La población afecta a la productividad y a la renta por vías distintas. Una, en función de la estructura de edades, la natalidad y el grado de envejecimiento, y otra, en función de la componente inmigratoria.
La falta de natalidad y el desplazamiento del cuidado de la mediana de edad, superando el período de máxima productividad, afecta de manera creciente a Barcelona, a pesar de la inmigración. Pero además lo hace incidiendo directamente sobre la renta de los hogares.
Lo que llama la atención de Barcelona es la magnitud negativa de su saldo vegetativo, que es el factor determinante de su envejecimiento y sobre todo del de su población autóctona, y cómo se ha deteriorado con el paso de los años. Ahora es mucho peor, incluso, que el de Catalunya y España.
El saldo vegetativo para Barcelona ciudad, Cataluña y Madrid ciudad desde 1985 hasta 2021 fue el siguiente:
Pese al déficit vegetativo, la relación entre población de 35 a 54 años y la de 65 y más en 2020 es mejor que la de las tres referencias espaciales utilizadas. Los coeficientes son 1,74, Madrid (1,73) Cataluña (1,72) y España (1,63). Este resultado nos señala la importancia que ha alcanzado la inmigración en la dinámica demográfica de la ciudad, y ha convertido a Barcelona en la capital de España con un mayor número de inmigrados.
1 comentario. Dejar nuevo
Es inútil el esfuerzo que hacen las entidades en intentar gestionar problemas que pasarán en segundo plano o al olvido cuando los nuevos partidos políticos islamistas se presenten en futuras candidaturas. Porque aparte de que ya son más que nosotros en algunas de los municipios, hay algo que has dicho y es una gran verdad y es que detrás del escenario hay una gran masa de inmigrantes, y son gran parte de la poca natalidad que tenemos ahí lo dejo todo.