Barcelona ha llegado a 1,7 millones de habitantes, una cifra jamás vista desde 1990 y que, a diferencia de épocas pasadas, este crecimiento se produce a pesar del déficit vegetativo, porque mueren más personas de las que nacen en la ciudad. El aumento, por tanto, se debe de forma entera a la inmigración, que no sólo compensa el mayor número de defunciones, sino que, como constatan las cifras, hace crecer la ciudad. Y además, en estos últimos tiempos lo hace en gran medida. En los 7 primeros meses del pasado año la población de la capital de Cataluña ha crecido en 40.000 personas, una cifra superior a toda la suma de los 6 años anteriores. Éste es un primer hecho que necesariamente debería llamar nuestra atención. Hay más.
El 85% del crecimiento son inmigrantes con la característica de que la mayoría, casi 30.000, son de fuera de la UE. El resultado es que ¼ parte de los habitantes de Barcelona ya son extranjeros. Pero cuidado, porque la cifra es superior si en lugar de identificarlos por la nacionalidad lo hacemos por el lugar de nacimiento. Entonces la cifra de extranjeros despega hasta el 28%. Si a esa cifra le añadimos los hijos nacidos aquí avanzamos hacia un escenario donde la tercera parte de las personas que viven en Barcelona es de origen inmigratorio o de padres de esa naturaleza. El cambio es radical con lo que teníamos a principios de siglo, el espectro demográfico y social de la ciudad ha variado de forma sustancial. Y ésta es una segunda característica que no se puede pasar por alto.
Este crecimiento no se distribuye de forma regular, sino que se concentra en barrios como el Gòtic, Bon Pastor, el Besòs, el Maresme, y en parte de Nou Barris; en otros términos, la concentración se produce en barrios de bajo nivel de renta y esto ya nos da indicación de lo que está ocurriendo en la ciudad.
Los nacidos en el barcelonés son ya minoría y su cifra ha disminuido en 100.000 personas desde inicio de siglo.
Existe un acelerado proceso de sustitución de población que tiene y tendrá aún más consecuencias. Las mujeres autóctonas tienen pocos hijos. Su tasa de fecundidad es de algo más de 1,1 y la tasa de natalidad ha ido disminuyendo hasta llegar a 8,77 nacimientos por cada 1.000 habitantes. Una magnitud realmente pequeña para una ciudad que se quiere dinámica y también es fruto del progresivo envejecimiento de la población que, como veremos, también tiene otras consecuencias. Muere sobre todo la población autóctona y crece la inmigrada, que ya representa casi la mitad de la franja entre los 35 y 50 años.
Las consecuencias son múltiples
Crece la ciudad y sus demandas y su PIB, pero como la productividad de la mayoría de los recién llegados es baja, la renta per cápita no evoluciona en términos positivos. Crece la tarta, pero las porciones que nos tocan no lo hacen en la misma forma. El resultado es que estimula a los sectores poco cualificados de baja productividad, como la hostelería, el comercio, los servicios inmobiliarios y la construcción y reforma de viviendas. Asimismo, crecen determinadas demandas, sobre todo en vivienda, porque esta población está dispuesta a dedicar una mayor porción de su renta a pagar el hogar a cambio de vivir en ciudades grandes como es el caso de Barcelona. Este hecho, unido a la presión turística, hace cada vez más difícil que las familias jóvenes de la ciudad puedan encontrar una vivienda en condiciones. Y este hecho genera un flujo de emigración de parejas jóvenes autóctonas que buscan tener una vivienda en condiciones sin que su economía se vea ahogada.
Crece también la demanda en servicios educativos y será una tendencia al alza por un doble movimiento: la continuación del flujo de inmigrantes y el reagrupamiento familiar de quienes han venido. Su consecuencia es que si el gobierno catalán no hace una gran transformación nuestra educación continuará con los niveles tan ínfimos como los que las pruebas PISA han demostrado alcanzar. También crece la demanda en determinados servicios sociales, pero en proporción lo hace poco en salud porque es una población de edad joven.
De cara al futuro de la ciudad a largo plazo esto planteará graves problemas, porque esta población envejecerá, sus pensiones serán bajas y generarán la lógica demanda en servicios de salud y dependencia, habiendo efectuado una contribución fiscal baja dentro de la distribución general de los ingresos porque su renta también lo habrá sido.
Pero el futuro queda muy lejos y el presente ya nos muestra facetas complicadas. Por ejemplo, de las tres componentes de la renta familiar disponible bruta (los salarios, el excedente empresarial, básicamente los beneficios y las transferencias públicas, que sobre todo quieren decir pensiones), la capital de Cataluña ya presenta la característica de ser el segundo puesto por importancia en esta formación de renta, porque el primero siempre son los salarios, son las transferencias públicas que ya representan 1/4 parte del total de la RFDP, varios puntos por encima del excedente empresarial, mientras que más del 56% de la mitad restante corresponden a los salarios. No corresponde a un perfil económico de una ciudad dinámica que los beneficios de las empresas sean inferiores a las pensiones.
Éste es un signo de una pobre dinámica económica, pero es la realidad actual de Barcelona. Por debajo de los aspectos técnicos, los grandes eventos, que son los que llenan las páginas de los periódicos y los tiempos de televisión, se va creando una realidad que pivota sobre dos apoyos: Los inmigrantes y los jubilados. Barcelona es cada vez más esto.
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[…] de voto. España está en el 14%, pero en Cataluña se sitúa en el 21%, por delante de Suecia, y Barcelona en el 27%. En esta ciudad ya opera un proceso de sustitución en las edades activas más jóvenes, de los 25 […]