Colau pisa el acelerador para atascar las calles de Barcelona. Ahora lo hará con las calles Aribau y Muntaner que perderán un carril de circulación para aparcar motos y dejar espacio para la carga y descarga. Además, se dará algo más de ancho al carril bus y se harán más estrechos los dos carriles para los automóviles. O sea, que no solo habrá una reducción de su número, sino que además serán más estrechos.
El colapso está asegurado y el riesgo de accidentes con la adición de las motos intentando pasar por delante de los coches asegurados.
No existe ninguna justificación racional para adoptar esta medida, que además desde el punto de vista ambiental es nefasta porque se reducirá la velocidad, ya de por sí muy lenta, durante el desplazamiento de los vehículos en hora punta. Aumentará la congestión y, por tanto, la emisión de gases a la atmósfera. Y éstas son dos calles vitales para el eje vertical de la ciudad.
Recordemos además que en este sentido se están realizando las obras en Via Laietana, que provocan ahora el colapso circulatorio que se mantendrá cuando entren en funcionamiento, y para llegar a la Barceloneta y al Puerto deba hacerse por el Paral·lel o por el Paseo de San Juan.
A estos estrangulamientos del área central se le añaden los que se hizo hace tiempo en la calle Aragó con nefastos resultados. Las obras en la calle Consell de Cent, inicio de la supermanzana de Barcelona, constituyen otro problema para los ejes horizontales de la ciudad, y todo ello se lía aún más con las obras del colector para hacer posible el tranvía del extremo Besòs de Diagonal que, además, inciden sobre una parte del Eixample derecho.
Nunca Barcelona había vivido tal desorden en la circulación y tan importantes embotellamientos, a pesar de que el número de desplazamientos en vehículos privados ni mucho menos ha crecido, sin que ello signifique un trasvase al sistema público, y que lo recoja el escaso número de desplazamientos que se realizan en bicicleta y patinete, dado que su procedencia fundamental son las personas que antes circulaban a pie o en transporte público.
En todo esto hay un indicio, por tanto, de disuasión de entrar en la ciudad por parte de su hinterline, que si se consolida y aumenta significará un factor de declive de Barcelona en cuanto a su actividad como centro empresarial y servicios, porque la gente del Área Metropolitana preferirá otras alternativas dada la dificultad de acceder y circular por dentro de la ciudad. Será un golpe demoledor que quedará completado si se lleva a cabo la supermanzana del Eixample.
Al mismo tiempo que realizan estas obras otros viales importantes de la ciudad están absolutamente abandonados. Es el caso del Paral·lel, que está sometido a un proceso de degradación en muchos de sus puntos sin que haya ningún planteamiento por parte del gobierno municipal. Es el caso también de la emblemática Ronda Sant Antoni en el tramo donde estaba la instalación provisional del mercado del mismo nombre, cuando éste estaba en obras, y que comprende el espacio que delimita la calle Urgell hasta el inicio de la calle Casanova.
Por si fuera poco, y porque es escandaloso entrar en las elecciones sin haber movido una sola piedra, se han iniciado tímidamente las obras en La Rambla, sin que esté claro que la solución que dice que se aplicará sirva para recuperar este paseo emblemático de Barcelona. Pero es que además resulta extraño que esta acción se programe con una duración de 7,5 años como si fuera la obra de la Seu y tuvieran que resolverse graves problemas de ingeniería.
Todo ello hace creer que lo que ha intentado evitar Colau es que le echaran en cara en el periodo electoral que llevaba 2.500 días de retraso sobre el inicio previsto. Ahora, al menos, tendrá la excusa de que habrá empezado, pero la realidad es que La Rambla continuará su proceso de degradación.
Y todo ello haciendo el recuento sólo del espacio central de Barcelona porque problemas en el resto del término municipal de carácter viario existen y importantes. Si señalamos éstos es porque su efecto, precisamente por tratarse del área central, es multiplicador en sentido negativo y tiene consecuencias más allá de la ciudad.