¿Éxito o espejismo? El balance real de los siete años del Gobierno Sánchez

Al cierre de un largo septenio de gobierno de Pedro Sánchez, la pregunta resuena más incómoda que nunca: ¿vivimos mejor? La respuesta, lejos de los eslóganes y los balances oficiales, exige un análisis que no se deje seducir por los fuegos de artificio del dato fácil, y sobre todo del uso abusivo de unos pocos datos, como el crecimiento del PIB y la ocupación, sin mayores honduras.

Pedro Sánchez, fiel a su instinto de superviviente, eligió la economía como tabla de salvación en el balance de mandato que hizo ayer. Cifras de PIB y empleo, índices que deslumbran, pero no iluminan, ocupan el centro de su discurso. Sin embargo, quien escarba en las profundidades de los datos descubre otra historia: la de una España que suma, pero no reparte, que engorda las estadísticas a costa de hacer más pequeños los trozos del pastel que le corresponde a cada uno.

Es cierto que el producto interior bruto ha experimentado un crecimiento grande. Es cierto que la ocupación ha seguido el mismo compás. Pero la vida real de las personas no se mide en estos  agregados, sino en la renta que llega a cada hogar, en los salarios que permiten llenar la nevera, en la capacidad de emancipación de los jóvenes, en el coste de la vivienda. Ahí es donde la narrativa oficial tropieza.

Sánchez afirma que la renta disponible real de los hogares españoles ha crecido un 9,45% desde 2018, descontada la inflación. Pero lo que omite es que, cuando esa renta se reparte entre los miembros de cada familia, el avance es raquítico: apenas un 4,9% desde 2007. En ese mismo periodo, la OCDE ha crecido un 27,5%; Portugal, un 22%; Francia, un 14%. España, otra vez, a la cola.

¿Por qué esa distancia entre el brillo del PIB y la sombra en la renta per cápita? El secreto está en la “anomalía española”: un crecimiento basado en la llegada masiva de inmigrantes, que engrosan el factor trabajo, pero, en su mayoría, se incorporan a empleos de baja productividad. El pastel crece, sí, pero crecen aún más los comensales. Y cuando llega la hora de repartir, las porciones resultan insuficientes para saciar.

El gobierno presume de récords de empleo, pero la estadística está trucada: el fenómeno de los fijos discontinuos —empleados que aparecen como ocupados, aunque en muchos periodos del año cobren del paro— distorsiona la realidad y maquilla las cifras de desempleo. Nunca se ha aclarado cuántos son realmente, ni cómo impactan en los datos de paro y ocupación. La transparencia es, aquí, otra promesa pendiente.

Al examinar la composición del crecimiento de la renta, el panorama no mejora. Lo que ha subido de verdad son las pensiones (un 5,3%), los ingresos del alquiler (11,3%) y las rentas de capital mobiliario (6%). El salario medio privado, en cambio, ha caído un 2,5%. El salario público, un 0,8%. Así, el modesto avance en el conjunto de los hogares se explica, sobre todo, por la mayor nómina de pensionistas, muchos de los cuales dependen de un Estado que financia su generosidad a base de deuda pública. No es una estructura sostenible, ni mucho menos ejemplar.

El círculo se cierra cuando se observa que buena parte de las prestaciones sociales que han permitido maquillar los datos de los ingresos provienen de un presupuesto crónicamente deficitario. El déficit es, en realidad, el gran sostén de la mejora aparente, y la deuda pública la hipoteca que deja este modelo para las generaciones futuras.

En resumen: el relato triunfalista del Gobierno se deshace en cuanto se pone a prueba con los datos que importan de verdad. El milagro económico es, en el fondo, un espejismo: más personas trabajando, pero con sueldos estancados; más renta para los hogares, pero repartida entre más miembros y sostenida por la deuda. Y un grave problema de productividad que la inmigración masiva, lejos de resolver, agrava.

Un presidente responsable habría reconocido los logros y los déficits, el progreso y las asignaturas pendientes. Habría contado la verdad, sin trampas ni eufemismos. Pero eso, en la España de Sánchez, sigue siendo mucho pedir.

Siete años de Gobierno Sánchez y la pregunta sigue en el aire: ¿Vivimos realmente mejor o es solo un espejismo estadístico? #Sánchez #EconomíaEspaña #Balance Compartir en X

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